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La insignia
22 de octubre del 2002


Los tiempos de la posmodernidad


Cintia Vanesa Días
La Insignia, octubre del 2002.


El ayer es lejano. El hoy se recrea en la magnificación de la acción inactiva. Duración. Estamos atrapados en el tejido de la tercera dimensión. Perpetuidad efímera de pensamiento anulado. Nuestra realidad se escabulle por los resquicios de cronómetros que se apoderan del gozo, del sufrimiento y de la vida. 15 minutos de desayuno, 20 segundos para alcanzar la salida, 2 segundos para sonreír, 10 para enojarse, 1 para pensar.

Un poco por desidia de los escritores de historias, otro poco por voayeurismo, y mucho por intereses particulares que pretenden enraizarse en el inconciente colectivo, el "reality show" es llevado al extremo, hasta el punto de destrozar todo parecido con la realidad. Vivir a través de, sentir mediado por: "acción inactiva". Entonces nos preguntamos: ¿Es ese "otro observable" una ventana o simplemente un espejo? ¿Es que mediatizando la acción se logra escapar de la perduración del sentido? O peor aún ¿contemplando la vida de otros es posible apaciguar la incomodidad de ser?

Hoy se respira una cultura de la insignificancia. El tiempo del pensamiento reflexivo cede su ubicación a la manipulación financiera, a la especulación racional y emocional.

Si nos dejamos llevar por los medios de comunicación social, de pronto parecería como si la vida se dividiese en el tiempo de los otros y el tiempo de los seudointelectuales -esos que pretenden inmolarse en salvadores globales, convirtiendo la solemnidad de la estupidez en una moneda de cambio-. "Nuestro" tiempo dio un paso al costado, se dejó avasallar por los sinsentidos y las nimiedades.

Tiempo de tener. Tiempo de mostrarse. Tiempo de anestesia emocional. Tiempo que se detiene para permitir la juventud eterna. Tiempo adolescente. Tiempo de necesidades generadas por deseos de poder.

Se observa en la sociedad esa compulsión por ser sujetos descremados, poseedores de pocas razones e infinidad de deseos. Y a pesar de que recordamos con dolor la inquisición medieval... no podemos dejar de percatarnos de la condena que sufre todo aquel que es "diferente" o "normal".

Tiempo de paradojas.

Estamos frente a un siglo contradictorio donde es rechazado tanto lo diferente como lo normal. ¿Han reparado en el hecho de cómo ciertas ideas han sido trastocadas con el fin de "legalizar" lo "anormal"? Es que sin duda han confundido cantidad con normalidad. Que una gran cantidad de sujetos sean corruptos no significa que ser corrupto sea "normal". ¿Estamos de acuerdo? Y esto, que parece ser una perogrullada, se convierte en una de las tuercas flojas del desajuste de esta época.

Adviertan otra curiosidad, si le preguntamos a cualquier persona quién es, casi seguro nos responde con un nombre, un apellido y una profesión. Juan Pérez, abogado... como si todo su ser dependiera de esa circunstancia. Como si todo su valor de ser humano se remitiera a un doctorado. Y es que con esta lógica, aquel que no tuvo la posibilidad de convertirse en "profesional", deja de ser. Y eso me parece completamente injusto y oscuro.

Asistimos a un tiempo de indefiniciones e indiferencias.

El mundo comparte un tiempo ilusorio, determinado por meridianos, pero se pierde en tiempos parciales coincidentes con universos sociales y culturales. El tiempo del hoy tiende a ocultar el ayer.

La memoria se adormece en los cajones de la historia. Y de pronto la anestesia se evapora en el suspiro de la rememoración. ¡Una evocación cada 25 años! (2) Qué incomodo es recordar.


¿Quiénes somos?

Si no podemos recordar, no podemos conocer. Si no podemos conocer, no podemos amar. Es amando como aprendemos a sentir, y es sintiendo como nos hacemos seres humanos. La indiferencia y la desmemoria son los peores venenos que el hombre haya inventado. Indiferencia ante el sufrimiento, ante la maldad, ante el bien. "Da lo mismo". Es tan tóxico olvidar los sucesos equivocados como deslucir los actos heróicos.

Observémonos, las imagenes se suceden como si nuestro mundo se fragmentara en cuadros y tomas al azar. La edición corre por cuenta de nuestro antojo. Vemos lo que queremos ver. Escuchamos lo que queremos escuchar. El presente global es una ilusión de nuestros sentidos. ¿Cómo podemos comprender el todo si no alcanzamos a conocer lo nuestro? Ver nuestra realidad es el primer paso para sintonizar nuestro reloj con el reloj universal. No es la economía, ni la politica la que marcan los tiempos... ésa es una manipulación de aquellos que poseen los "privilegios" del poder. La conciencia es algo que todos atesoran en algun espacio de su ser; y es eso que todos pueden desarrollar lo que aterra a los que se creen exclusivos y abusan de esa condición.

Autoconciencia. Conciencia de ser. Conciencia del otro. Conciencia de la realidad que me circunda.

No importa el color de la piel, la calidad social, el poder adquisitivo, la cultura, o el sexo al que un sujeto pertenece; hay algo que lo convierte en ser humano y es esa capacidad para volcar la conciencia hacia sí mismo.

No nos dejemos engañar con falsas espectativas de igualdad financiera. Celebremos las diferencias dándoles a todos el mismo status. ¿No creen que es tan valioso el catedrático como el baqueano? Claro que sí, por la simple razón de que ambos son irremplazables. Las culturas no son mejores o peores, ricas o pobres. Las culturas son la expresión telúrica del espacio. Son respetables y dignas, porque llevan en su interior la síntesis del tiempo y las ansias de la existencia. De ahi la necesidad de escuchar y ver. Escuchar las voces de los condenados al silencio. Ver los rostros de aquellos que "no son" o "son con verguenza".

Hay esperanzas.

Como una llama, temblorosa en medio de la noche... hay hombres y mujeres que escuchan y ven lo que el otro es, lo que el otro necesita. Es su tiempo el anhelo, y su esfuerzo la promesa. La fractura se instaura en las profundidades y devine en paradoja.

Superficies insipidas, atravezadas por tiempo de decisiones, de heroicidades, de pensamientos inteligentes, de empatía, de valores compartidos.

Y es en medio de la tormenta que se anuncia el horizonte. Y es el tiempo de cada uno el que construirá el tiempo de todos. Será recién cuando ese tiempo tenga en cuenta las diferencias y su tic-tac sea el auténtico sonido de la libre expresión y la posibilidad; cuando el tiempo del descontento, la angustia y el sufrimiento se esfume como la oscuridad ante la llegada del sol.

¿Estamos frente a un nuevo amanecer de la conciencia? El tiempo y la historia desvelarán esta incognita. Mientras tanto los invito a recordar, escuchar, ver y comunicar. Frente a la cultura de lo efímero evoquemos las palabras de Almafuerte: "No tengas el afán de parecer, sino el afán de ser."


(*) Cintia Vanesa Días es directora de las revistas culturales "Blush| Fiat Lux" y "Maneras de Bien Soñar", Webmaster y editora responsable de contenidos y diseño de "Remanso. Lo esencial es invisible a los ojos"
(1) En referencia a los 25 años del golpe militar en Argentina.



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