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La insignia
27 de noviembre del 2002


Para verte mejor


Sergio Ramírez
La Insignia. Nicaragua, noviembre del 2002.


Me ha correspondido ser presidente del jurado del Festival Iberoamericano de Cine de Huelva que recién acaba de terminar. Compartí la responsabilidad de otorgar los premios junto a la actriz Aitana Sánchez Gijón, protagonista de la serie de televisión La Regenta, basada en la novela clásica de Leopoldo Alias (Clarín), y ganadora del Festival de San Sebastián por su actuación en Volaverunt de Bigas Luna; el guionista del éxito cubano de taquilla Fresa y Chocolate, Senel Paz; la realizadora Patricia Ferreira, que dirigió el año pasado El alquimista impaciente, basada en la novela de Lorenzo Silva, ganador del premio Nadal; el productor Andrés Santana, ganador del Premio Goya; Santiago Tabernero, guionista y periodista de Televisión Española; y la productora mexicana Laura Ruiz. Como puede verse, una muy selecta compañía para una tarea de extrema seriedad.

El Festival de Huelva, que ha completado su 28 edición, convierte a esta ciudad andaluza, por una semana entera, en la sede de una verdadera fiesta cultural, en la que el público que llena ávidamente las salas tiene la oportunidad de encontrarse con lo último que ofrece la cinematografía de América Latina, España y Portugal, y con la presencia de los directores, actores y actrices que asisten a la presentación de las películas concursantes. Pero también hay muchas buenas películas fuera de concurso, y por su parte, los realizadores tienen a la vez la oportunidad de citarse con los productores llegados de diferentes países para someterles los guiones de las nuevas películas que a lo mejor al año siguiente estarán en las pantallas.

En la muestra oficial participaron doce filmes provenientes de Chile, Cuba, Argentina, México, Brasil, España y Portugal, y si a alguien le puede parecer agobiante verse dos películas seguidas cada noche, como fue la obligación del jurado, a mí no. A los doce años de edad mi tío Ángel Mercado, dueño del único cine de Masatepe, me nombró oficialmente operador, y supe desde entonces que aquella caseta de tablas desde cuyas ventanillas debía vigilar la proyección, era el reino que estaba para mí. De modo que cada vez que formo parte de un jurado de cine, vuelvo a entrar a ese reino secreto, y deleitoso.

Al final de la jornada, la mayoría de los premios fueron para Brasil, cuya estupenda cinematografía sigue deslumbrando a los críticos y al público. El premio a la mejor película fue concedido a Madame Satá, del muy joven director Karim Ainouz, y este film, cuyo rodaje terminó hace pocos meses, obtuvo además el premio al mejor actor para Lázaro Ramos, y a la mejor fotografía para Walter Carvahlo.

El personaje de esta película, sacado de la vida real, es Joao Francisco dos Santos, un negro travestista del barrio carioca de Lapa, el barrio de los chulos y las prostitutas, que a comienzos de los años treinta hace allí una sorprendente doble vida de marido pacífico, juntado con una prostituta, y buen padre de familia adoptivo, y a la vez un bisexual que se empeña en la ambición de ser estrella de espectáculos musicales, disfrazado con atavíos orientales de la princesa Scherezada. Su nombre de guerra en los escenarios de los cabarets de mala muerte es Madame Satá, el diablo vestido de mujer, y quiere ser como Josephine Baker. Peleas callejeras, hechos de sangre, largas prisiones, hilvanan su vida. Al fin, Madame Satá será la reina travestida de los carnavales de Río de Janeiro, hasta su muerte, que lo sorprende ya anciano.

La brasileña Susana Amaral ganó el premio a la mejor dirección con su película Una vida en secreto, y el premio especial del jurado; y el premio a la mejor actriz fue para Sabrina Greve, por su papel como la protagonista principal de esta película que nos cuenta una historia contraria a la de Madame Satá. Biela, una muchacha criada a comienzos del siglos XX en algún lugar del Brasil rural, a la muerte de su padre tiene que ir a vivir con sus parientes en una pequeña ciudad, donde se le enseñan las costumbres urbanas, que ella aprende al fin y olvida tras una decepción amorosa, para regresar a su sitial primitivo en la cocina, tras el fracaso de su educación sentimental. Esta vida en secreto, estará entonces marcada de manera irremediable por la tragedia. Ya Susana Amaral nos había contado una historia de parecida textura en su película de 1985, La hora de la estrella, basada en un cuento de Clarice Lispector.

El premio a la mejor película de un director nuevo, fue para Tan de repente, del argentino Diego Lerman, que para susto de los mayores de edad tiene apenas 26 años, y también ganó el premio al mejor guión, junto con Maria Meira. Lerman nos narra la aventura de la dependienta poco agraciada de una pequeña tienda de ropa femenina de Buenos Aires, al lado de otras dos muchachas, rudas y agresivas, que terminan por seducirla. Se escapan, pero no hacia un destino fatal, como podría esperarse, sino a la provincia, bajo un viejo techo familiar. No habrá quizás final feliz, pero sí un reencuentro entre seres humanos desolados.

El cine iberoamericano ha probado en Huelva su vitalidad, y su creciente calidad. Lástima que atrapados en los aislamientos en que vivimos entre nosotros mismos, no podamos ver estas películas en las pantallas de nuestros cines tanto como quisiéramos. Y de lo que nos perdemos.


Miami, noviembre del 2002



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