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La insignia
12 de marzo del 2002


Argentina

Historias de latas y pulgas


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Diego Bersusky
El Espejo de Argentina y el Mundo. Argentina, marzo del 2002.


San Luis: En el barrio San Agustín de Merlo se está desarrollando una experiencia que se propone, a través de diversos espacios creativos, recuperar y fortalecer la identidad comunitaria.

La ONG Embarriados se formó a partir de una propuesta de un grupo de educadores de distintas áreas que buscaron ofrecer a los vecinos de San Agustín un espacio de recreación donde, además, se pudieran abordar las carencias y la problemática social del barrio. Según cuenta Mariano Skliar -coordinador general de Embarriados- el proyecto inicial nació en marzo de 2001 cuando se iniciaron los talleres de teatro, literatura, plástica y deportes en el comedor barrial.

Los talleres comenzaron a tener vuelo propio y una aceptación e inserción muy fuerte en el barrio. Desde el taller literario se creó la biblioteca popular infantil con libros escritos, dibujados y encuadernados por los propios chicos. Posteriormente surgió la idea de recuperar la historia del barrio y así nació el taller de "Historia barrial" donde los chicos escribieron un libro -aún sin título- que transita los inicios del barrio. "La gente decía que era todo pobre, todo campo", explica orgullosa Lali, de 11 años. Susana, otra nena, cuenta que el barrio en sus inicios estaba dividido en dos: "latas por un lado y pulgas por otro". Latas, porque las primeras construcciones que eran de chapa, y pulgas, porque en el otro lado del barrio se concentraban las prostitutas. "Luego la gente construyó el barrio a puro esfuerzo. Trajeron de a poco el agua, después la luz y el teléfono", explica Paola de 11 años.

Los 40 años de historia de San Agustín aparecen reflejados en el libro. "Descubrimos su gente, su realidad humilde, solidaria y también muy trabajadora a la que siempre le importó mucho su barrio. Así construyeron su capilla, la placita y cada uno sus pequeñas casas. La gente nos contó muchas anécdotas algunas alegres, otras medio tristes, siempre en un clima muy cordial y afectuoso el que caracteriza a muchos de ellos" dice un pasaje del libro, escrito por María, de 10 años.

"Al principio tuvimos que acompañar mucho a los chicos a realizar las entrevistas, luego iban solos y pudieron traer mucho material por iniciativa propia", señala Cecilia Sabattini, docente de "Historia barrial".

Y de este conocer y contar su historia, surgió un material tan didáctico como divertido. Como esta confesión, escapada de la boca de algún viejo vecino: "Organizábamos campeonatos de truco o chinchón, pero delante del pobre San Agustín no podíamos jugar, así que se lo sacaba a la vereda y se iniciaban las apuestas, así la capilla fue creciendo y el santo debió acostumbrarse a salir de vez en cuando de su hogar".


El proyecto Embarriados siguió adelante

"Ante sus ojos desfila y así la noche abrirá, del San Agustín venimos camino al carnaval, banderas, parches, colores, esta historia han de contar. Que despierten los dormidos, esto es, Cuentalará". Esta es la introducción que escribieron los murgueros del taller.

"Hablamos sobre lo que quería decir que despierten los dormidos y desde los pibes surgieron varias cosas. Algunos dijeron que despertar era en el sentido literal de la palabra y otros dijeron que significaba decirle a la gente que acá hay un barrio que existe", relata Skliar. Desde el inicio se trató de articular todo el trabajo del barrio con un fin en común: la murga Cuentalará, que cuenta con más de 30 murgueros de entre 6 y 18 años. "Había chicos que en su vida habían visto un tambor y hoy están tocando el redoblante", se enorgullece Skliar.

Como cualquier barrio que vive en un contexto de pobreza y necesidades, San Agustín no escapa a los vínculos conflictivos entre padres y chicos. "Golpizas, abusos y mucha negación de la identidad. También hay padres copados y muy laburantes. Acá la calle no es peligrosa, nadie roba, nadie mata, pero hay violencia de puertas adentro y por eso pienso que la murga tiene que ser un factor de resistencia frente a la violencia social y cultural que viven, frente a la exclusión. Tampoco es casualidad que el barrio este metido para adentro, que esté escondido." -reflexiona Skliar- "Hay pequeñas victorias, pero se hacen y luego se deshacen. Hay que meter el pecho para poder cambiar ciertas estructuras, hay que tener mucho amor, mucha convicción ideológica y saber para laburar en este contexto. Yo laburé en otros contextos, en clubes y countrys y te pasan cosas pero no como acá. No hay día que no te pasen 2 o 3 cosas muy fuertes".

En una provincia históricamente asistencialista como San Luis, cualquier tipo de resistencia social y cultural se vuelve muy difícil. Pero esa resistencia crece desde el pie, entre las "latas" y las "pulgas" de barrios como San Agustín. "La idea es fortalecer el tejido comunitario", explica Mariano. "El ideal del proyecto está muy lejos del proyecto actual. Podríamos haber caminado mucho más, pero no podés olvidar el contexto. En las situaciones extremas te das cuenta que laburar en los barrios es un compromiso con la vida".



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