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La insignia
23 de enero del 2002


¿Adónde va la Ibero?


Alberto Aziz Nassif
La Jornada. México, 22 de enero.


Resulta una paradoja que cuando la Universidad Iberoamericana (UIA) es noticia, sus cursos y diplomados tienen una difusión masiva y el presidente Vicente Fox inaugura sus nuevos edificios otorgando doctorados honoríficos, sus profesores de base y sus trabajadores vivan el peor de los mundos: un clima de incertidumbre y temor. ¿Qué pasa en la Ibero?

Los cambios en las instituciones pueden darse de muchas formas, pero en el fondo se logran mediante un acuerdo amplio de las comunidades, con reglas que se establecen básicamente por consenso y mediante pactos, lo cual supone que existe un proyecto claro y contrapesos institucionales; o por el contrario, se hacen de manera coercitiva, con decisiones de una sola persona, se violentan las reglas, se rompen los pactos de convivencia y se quiebran las comunidades; entonces, el proyecto se oscurece y se pierde lo más importante: el clima de libertad. Según opiniones diversas la UIA ha caminado en los últimos años por la segunda vía. La Ibero era, hasta hace pocos años, un espacio en el que se había logrado un modelo de educación superior con un perfil: una universidad de jesuitas en la que lo primordial era el respeto a los valores de la persona y los derechos humanos.

Un proyecto académico definido en departamentos y carreras, y una orientación social. Al mismo tiempo, se había logrado una convivencia comunitaria intensa. En esa Ibero surgió y se consolidó un sindicato que llegó a obtener logros importantes en el contrato colectivo, y tal vez su principal virtud fue generar una asamblea de trabajadores con dinámica democrática. Después de varios años, con un mercado de universidades privadas en auge, la competencia aumentó para la UIA y se hizo un diagnóstico: darle a la Ibero un giro para volverla más competitiva y "modernizarla" para que estuviera a tono con la época. Había que terminar con inercias, visiones supuestamente pequeñas y encerradas, con vicios de funcionamiento y con la autocomplacencia.

Sin duda, las instituciones entran en inercias y muchas veces en los climas de respeto se llegan a dar abusos y las exigencias se relajan; entonces vienen olas contrarias que quieren apretar tuercas y en esos giros se tira al niño con el agua sucia. Según diversas opiniones eso es lo que ocurre hoy en la UIA: un diagnóstico parcial, un cambio salvaje y un resultado lamentable. Lo primero que se hizo fue mover a los jesuitas que tenían muchos años trabajando en la institución, se les pidió salir del sindicato y luego salir de la universidad; después, el rector Enrique González Torres, también jesuita, se enfrentó con la comunidad en su expresión sindical y hace tres años estalló una larga huelga que terminó en un empate; las autoridades no lograron imponer sus cambios y el sindicato logró mantenerse. La obsesión del rector fue terminar con el sindicato independiente y democrático.

En los últimos tiempos ha arreciado el clima de descomposición: decenas de trabajadores, académicos y administrativos son despedidos; al mismo tiempo, los nuevos funcionarios se contratan con sueldos muy por arriba de los que recibe la comunidad, pero tampoco libran las tijeras del rector; ya van cuatro equipos que rotan por el área de personal y van en el tercer vicerrector. Esta situación es tan grave que hoy nadie tiene ninguna certeza en su empleo, porque mañana puede ser despedido con cualquier pretexto.

Ahora hay una dirigencia sindical interina débil y se cambió a su asesor sindical, un abogado independiente, y en su lugar se contrató al secretario general de escuelas particulares de la CTM, Alejandro Herrera Hernández. Varios de los que protestaron ya fueron despedidos. En México la cultura sindical cetemista es antagonista a cualquier expresión democrática.

Pero no sólo el sindicato ha sido sacudido, sino la misma estructura orgánica de la universidad; el máximo órgano, el Senado, tiene ahora menos capacidades: por ejemplo, ya no elige al rector; la influencia empresarial se ha robustecido, las instalaciones han crecido, pero el poder se ha reconcentrado en el rector, quien vigila y castiga.

¿Y el proyecto académico de la Ibero ha mejorado? Desafortunadamente hay muchas opiniones que coinciden: no hay un nuevo proyecto, la dinámica ha cambiado, las reglas escritas también, pero la jerarquía está equivocada; primero están los nuevos edificios y una idea poco clara de competitividad y modernización, que no tiene nada que ver con lo que la Compañía de Jesús pregona, como son el respeto a la persona, a los derechos humanos, crear instituciones educativas para generar valores. Hoy la UIA tiene 17 mil metros cuadrados más de aulas en una arquitectura impresionante, pero quizá tiene millones de partículas menos de oxígeno para el clima de libertad y respeto que necesita una universidad. ¿Adónde va la Ibero?



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