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La insignia
21 de enero del 2002


A fuego lento

Educación global e intelectuales locales (II)


Mario Roberto Morales
Siglo Veintiuno. Guatemala, 21 de enero.


Los intelectuales locales que aún quedan, es decir, aquellos cuya formación no dependió en su totalidad de la educación formal y que son capaces por ello de reflexionar por encima de sus condicionantes académicos, se han vuelto una especie en extinción. El sistema educativo -cada vez más globalizado-es hostil hacia las ciencias sociales y las humanidades y proclive a enseñar solamente el know-how de diferentes oficios, sin acompañar este conocimiento de una contraparte crítica e historizada, que explique la evolución humana hasta nuestros días y el porqué de sus perfiles actuales.

La criticidad y la historicidad están ausentes de los intereses educativos de los estrategas ideológicos globales, que no diferencian el consumo de mercancías del consumo de conocimientos, ni tampoco los métodos para su promoción, distribución y venta al público. Por eso, los estudiantes son cada vez más clientes de las escuelas y universidades y cada vez menos estudiantes, en el sentido primigenio de esta palabra, que implicaba ser alguien que llegaba a un centro educativo no sólo para aprender una técnica sino también para explicarse y comprender su sociedad y el mundo críticamente, es decir, más allá de las ideologías y los intereses sectoriales.

La formación de seres humanos pensantes ha dejado de ser el objetivo de la educación como negocio, sencillamente porque un ser pensante es capaz de desentrañar los entramados políticos que encubren los intereses de grupo que se justifican mediante ideologías disfrazadas de teorías científicas. Un ser humano sólo sensible a los mandatos de los medios masivos de comunicación, cuyos contenidos son diseñados por el mercadeo y la publicidad, es necesariamente acrítico y sin un sentido histórico que lo ubique en el mundo como resultado de un proceso social que es a la vez local y global.

Si en la dirección de los Estados de los países tercermundistas se ubican estos productos de la educación intelicida y mercantilizada, el resultado será que las políticas globales de las que habla Clinton no rebasen los intereses de las corporaciones que financian la educación pública y privada en el primer mundo y también en el tercero. Por ello, el sentido profundo de la erradicación de la corrupción y la impunidad en los Estados del tercer mundo tiene que ver con la posibilidad de ingresar en la globalización con un margen de autonomía y soberanía locales que nos permitan caminar hacia intereses nacionales, los cuales no tienen por que ser contrarios a la globalización. Simplemente se trata de darle un perfil local a lo global. Es decir, de ser glocales sin ser ultrancionalistas ni tampoco desnacionalizados.

Esto implica la formación de cuadros políticos intelectuales capaces de pensar por encima de la educación que brinda el sistema educativo que trabaja para formar consumidores y no seres pensantes. Las reformas educativas deben recobrar la dimensión humanista de la educación sin por ello dar las espaldas al Mercado. Se trata de no venderle el alma al Diablo sino de negociar con él.

En tal sentido, la fundación de centros educativos que preserven la dimensión crítica e histórica de la educación es imprescindible. Sólo así el Estado podrá tener dirigentes capaces de devolverle sus funciones reguladoras y lograr un sano equilibrio respecto de los altibajos del Mercado.

Este debate sobre las relaciones entre lo local y lo global se está realizando en todo el mundo. Las posiciones extremas son, por un lado, la de la desnacionalización global y la hegemonía corporativa, y, por el otro, la de los nacionalismos localistas nostálgicos. Entre una y la otra reside el punto que cada país del tercer mundo necesita asumir como espacio de la inserción de su interés nacional en el interés global.



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