Portada Directorio Buscador Álbum Redacción Correo
La insignia
12 de enero de 2002


Perú

La pobreza como tema literario*


Rocío Silva Santisteban


La pobreza despierta compasión, a veces. Otras repulsión. La mayoría simplemente indiferencia. La mayoría de desgracias que se suceden una tras otra tienen en su larga genealogía de azares un origen único: vivir bajo la línea de la pobreza. Ciertamente la pobreza no es sólo falta de dinero sino, sobre todo, falta de recursos, de posibilidades, de derechos mínimos. Falta de futuro. ¿Qué puede decir una escritora sobre la pobreza? ¿acaso no la asumimos como un mal endémico, una lacra instalada al borde o al centro de nuestras vidas, un fantasma que abre las alas negras para asustarnos con su sombra helada?

Una vez un alumno de Literatura de la Universidad de San Marcos me argumentó, según él, la razón por la cual las novelas peruanas sobre los verdaderos protagonistas de los últimos años en el Perú no tenían ningún éxito. "¿A quién le interesan los pobres?" me dijo. Aún hoy me impacta la frase, soltada de esa manera; le he dado vueltas durante estos cuatro o cinco años, ¿acaso los peruanos no empezamos a leer cuentos con la historia de "Los gallinazos sin plumas" de Ribeyro? ¿alguien que ha leído "Domingo en la jaula de estera" de Congrains puede permanecer impávido? ¿puede evitarse una sensación de desasosiego al final de "Los perros hambrientos"?

Es cierto que los ricos también lloran y que muchos prefieren leer las tribulaciones de personajes como los protagonistas de "No se lo digas a nadie", después de todo y de tanta miseria humana, ricos al fin (aunque nunca tan profundamente quebrados como los personajes de El Gran Gatsby, por ejemplo). ¿Entonces es cierto que los escritores peruanos han olvidado ese tema?

Esa pobreza que hoy por hoy nos produce un vacío en el estómago, el padre de familia peleando con el sepulturero por el nicho de su hija de 9 años arrollada en el Zanjón, los 447 muertos por una absurda explosión de cuetes navideños, las chiquillas que se prostituyen en los huecos que los mecánicos clandestinos cavan al final de la Av. Grau, esas historias que rozan lo increíble, se viven pero... ¿se escriben? Tal vez, según los maléficos pronósticos de ese alumno poco sanmarquino, tampoco tengan quien las lea, total ¿a quién le interesan los pobres si la literatura es "entretenimiento"?

La miseria moral de nuestro país, de América Latina, pero también de Medio Oriente y de la India, de Argelia o de Filipinas, ha convertido a los pobres en puros excedentes, incluso, simbólicos. Como es imposible sacarlos de las estadísticas, tal vez sea viable sacarlos del imaginario, y así el mundo se convierte en un eterno comercial de tarjetas de crédito o de grandes almacenes: moralmente miserables pero hermosos y bien vestidos. El dinero no es percibido por sus consecuencias sino sólo por la utopía de su posesión. Es más, en las ficciones contemporáneas, el dinero casi no existe si no es en grandes cantidades o para corromper a alguien. Las sagas sobre pobres que recuerdo son de Bukowski, Saramago, Frank McCourt. ¿Y los escritores peruanos? ¿y las grandes novelas sobre pobreza extrema? ¿o las pequeñas historias sobre harapientos, desempleados, lavanderas, empleadas domésticas o incluso paqueteros?

El gran tema protagonista de noticias, películas y hasta talk shows desaparece de la literatura peruana. Tal vez pronto algún loco -poeta, escritor- coja un cuchillo muy fino y, sorteando obstáculos (léase políticas editoriales) publique una gran historia de pobres que horade esa piedra que algunos llevan por corazón.


(*) También publicado en El Comercio. Perú.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad | Ciencia y tecnología | Directorio | Redacción