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La insignia
8 de enero de 2002


Revista de prensa

Lo hermoso


Rosa Montero
El País. España, 7 de enero.


Leo en El Mundo que un médico afgano, Yusef Asefi, ha salvado más de cien cuadros durante los años de hierro de los talibanes. Los lienzos son obras importantes, pero estaban condenadas a la destrucción porque incluían figuras humanas o animales, cosa que los integristas juzgan pecaminoso. De hecho, y además de la conocida voladura de los budas gigantes, el inconcebible ministro de cultura talibán, el mulá Jamal, rajó cuatrocientos cuadros de la Galería Nacional y destrozó otras 2.750 obras de arte (pinturas y estatuas) del Museo Nacional.

El despotismo y la crueldad suelen ir unidos a la ignorancia, y hay muchos otros casos en la historia en los que la violencia tiránica se ha combinado fatalmente con la burricie extrema, como, por ejemplo, durante la Revolución Cultural China, cuando, en apenas tres años (1966-1968), hordas de jóvenes fanáticos quemaron centenares de templos y palacios maravillosos que habían aguantado en pie un par de milenios hasta topar con esos adolescentes descerebrados.

El caso es que Asefi, que es un pintor aficionado, ideó la estratagema de ofrecerse para restaurar gratis los cuadros antiguos de la Galería Nacional. Pero por cada bodegón o paisaje que restauraba, el médico camuflaba tres buenos cuadros en peligro. Es decir, pintaba encima de los lienzos, borrando personas y animales con unos pigmentos especiales que pueden limpiarse fácilmente. En esto empleó muchísimas horas e infinita angustia, porque se jugaba la vida. Asefi me recuerda a aquel conservador del Louvre que, durante la ocupación alemana de París en la Segunda Guerra, se llevó a su casa la Gioconda para salvarla del expolio: también él arriesgó el pellejo por el cuadro.

Quizá alguno piense que es una frivolidad dar la vida por una obra de arte en tiempos de furor y catástrofe, cuando la atrocidad impera alrededor en dolor y sangre verdaderos. A mí, por el contrario, me parece que es la existencia misma de los Asefi lo que acaba por derrotar a los asesinos y los tiranos; que es nuestra capacidad para apreciar y defender la belleza lo que nos permite superar la brutalidad. En este turbulento año que empieza, me pareció importante celebrar que el don de lo hermoso siga vivo en el corazón de los humanos.



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