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La insignia
20 de diciembre del 2002


El verdadero rostro del FMI


Xavier Caño Tamayo
Agencia de Información Solidaria (AIS). España, diciembre del 2002.


Dos noticias recientes de Argentina dan que pensar. Una es la sustitución del presidente del Banco Central, organismo que deberá pagar 18.000 millones de dólares al Banco Mundial el próximo 2003; y otra es el saqueo de un colegio por parte de setecientas personas de Santa Ana (provincia de Tucumán), que buscaban alimentos, ropas y medicinas. En Tucumán han muerto de hambre cuatro niños en un mes y en toda Argentina un 20% de los menores está amenazado con sufrir esa misma suerte.

Puestos a buscar algo positivo en la terrible crisis que soporta Argentina, podría ser que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha quedado definitivamente desenmascarado. Creado en verano de 1944 en una Conferencia de Naciones Unidas para fomentar la cooperación monetaria internacional, establecer un sistema multilateral de pagos y poner a disposición de los países con dificultades los recursos de la institución, el FMI ha tenido una trayectoria discreta hasta que la desaparición del enemigo político y económico (la Unión Soviética) animó a sacar pecho al capitalismo más voraz -¡fuera mascaras!- que lo convirtió en su abogado, fiscal implacable, juez prevaricador y guardaespaldas. Desde 1989, año del malhadado "Consenso de Washington" que desató la furia neoliberal, el FMI ha sido gendarme de una de las más insolidarias y crueles visiones capitalistas de la historia. Es valedor y celoso guardián de reformas tributarias (que acaban beneficiando a los que más tienen); cabildero de tejemanejes de cambios monetarios (que suelen perjudicar a la mayoría de ciudadanos); promotor de políticas comerciales teóricamente liberales que son patente de corso para los países ricos en el mercado internacional; gurú de la privatización de empresas y patrimonio públicos (que es saqueo de lo de todos para beneficiar enormemente a muy pocos); muñidor de profundas desregulaciones (que hacen retroceder un siglo los derechos sociales y laborales de la ciudadanía); y garante de la propiedad privada, que casualmente siempre es la de los muy poderosos que son los menos.

En Argentina, el FMI ha exigido, sin que le temblara el pulso, medidas que arruinan al país (porque el país son sus ciudadanos). Medidas que enviarán al paro a más de 300.000 empleados públicos o aprobar una nueva ley de Quiebras que permitirá a capitales extranjeros apoderarse de más patrimonio argentino. Como denuncia David Llistar, coordinador del Observatorio de la Deuda en la Globalización, “la ley de Quiebras es para que, cuando quiebre una empresa argentina, no pase a manos de trabajadores argentinos o del Estado sino a las de los acreedores extranjeros”. Pero todavía es más alucinante la exigencia del FMI de anular la Ley argentina contra la Subversión Económica que castigaba a los que han mangoneado y se han lucrado con materias o servicios de primera necesidad, han alterado el normal desarrollo económico con ánimo de lucro personal o han evadido capitales. A partir de ahora, los muñidores de la economía nacional, ladrones de guante blanco, tramposos y acaparadores gozan de la protección del FMI.

Esta exigencia del FMI, de momento, deja impunes a varios banqueros procesados por evasiones y corrupciones. El FMI simula así ignorar que precisamente la corrupción, el mangoneo en la economía argentina y la evasión de capitales son causa directa de la crítica situación actual. Al exigir que no se persiga a ladrones, corruptos y especuladores, apuesta por la continuación de la crisis.

Jeffrey Sachs, catedrático de Economía de la universidad de Harvard y antiguo directivo del FMI, ha denunciado que “aunque la crisis (argentina) empeore y cabe la posibilidad de que el desempleo se dispare, el FMI sigue exigiendo nuevos recortes. Este método del FMI fue abandonado en los países ricos hace setenta años”. Y añade: “el FMI recomienda (para resolver la crisis) soluciones anticuadas o falsas. Al centrarse en el déficit presupuestario, está persiguiendo los síntomas, no las causas”. El reciente informe del Defensor del Pueblo de la República Argentina ha dado cifras escalofriantes sobre el aumento de la pobreza que ya alcanza a más de la mitad de la población. Esas son las consecuencias.

Sachs no es el único que, sin poner en cuestión el sistema económico vigente desde hace décadas, está contra la ideología y conducta del FMI. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, antiguo economista en jefe del Banco Mundial y consejero del presidente Clinton, critica que el FMI tome sus decisiones “basándose en una extraña mezcla de ideología y mala economía, un dogma que apenas esconde intereses creados”. Y ha llegado a decir que “si Argentina hubiera seguido al pie de la letra las instrucciones del FMI, ahora estaría en una situación mucho más dramática”.

Habrá que concluir que el papel del FMI en Argentina ha sido nefasto, pero no sólo en Argentina. Dogmas neoliberales aparte, algo huele a podrido al comprobar el trato de favor dado a Turquía: créditos superiores a 30.000 millones de dólares, a pesar de tener pagos pendientes. De Turquía, que no ha sido un modelo de buen hacer, Jurgen Röth[1] ha escrito que “la relación entre mafia de la droga y Gobierno turco tiene una larga historia que explica la evolución de Turquía hasta convertirse en un estado de las drogas”. Economía dudosa, relación con el narcotráfico, infiltración del delito organizado... ¿Por qué un trato de favor del FMI a Turquía? Acaso porque George Bush (gran patrón del FMI, en tanto que presidente de EEUU) prefiere a Turquía como aliado musulmán contra Irak que cualquier otra consideración económica o moral. Como escribe el periodista español Joaquín Estefanía “en ese entorno, los compromisos políticos y económicos se confunden”.

Y una noticia, casi desapercibida: el FMI ha rechazado que Uganda pueda recibir 40 millones de dólares para medicamentos contra el sida destinados a dos millones y medio de ugandeses infectados. Según el FMI (y también el ministro ugandés de Finanzas, aventajado discípulo del Fondo), la entrada de esas divisas reforzaría la moneda ugandesa y dañaría las exportaciones. Jeffrey Sachs calificó de ridículos esos temores en carta enviada al presidente ugandés. ¿Para el FMI es más importante cierta ortodoxia económica que la salud y la vida de dos millones y medio de personas?

Como diría Don Quijote de vivir en estos tiempos confusos: “Con el FMI hemos topado, amigo Sancho”.



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