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La insignia
17 de diciembre del 2002


No hay hechos, sólo interpretaciones


Mario Roberto Morales
Siglo Veintiuno. Guatemala, diciembre del 2002.


El título de este artículo es una frase de Nietzsche que aparece en todos los libros de citas citables del mundo. Emil Volek la reproduce en la "Introducción" de su libro Latin America Writes Back (Routlege, 2002) para ilustrar la irresponsable manera como algunos académicos posmodernos de Estados Unidos la han interpretado y, sobre todo, usado para encajar ciertas realidades dentro de convenientes interpretaciones de las mismas.

Volek nos recuerda que la afirmación de Nietzsche es una interpretación más. Por ello, de ninguna manera podría constituir una verdad que se sitúe por encima de su propio dictum, constituyéndose en referente de autoridad teórica. Pero no es este problema lógico el que nos ocupa aquí, sino el hecho de que algunos académicos "posmo" interpretan y usan la frase nietzscheana como una licencia para decir cualquier cosa sobre cualquier cosa, y para "fundamentar" un opinionismo ideologizante acerca de asuntos de su particular interés.

Por ejemplo, en su visión, Nietzsche se vuelve "basamento" de afirmaciones como la que asegura que Guatemala es como Sudáfrica, que los ladinos son como los blancos, que los "mayas" son como los negros sudafricanos, y que aquí funciona el apartheid; o que aquí hubo una guerra entre ladinos e indígenas, que los ladinos la ganaron y que por eso éstos aplastan y persiguen a aquéllos. Estos juicios, dicen, son válidos porque se trata de interpretaciones, y como Nietzsche dice que no hay hechos sino sólo interpretaciones, entonces se pueden interpretar los hechos como a uno le dé la gana. En esta visión irresponsable --en la que se deduce una moral antojadiza de una frase suelta convertida en axioma de autoridad--, la veracidad factual y la verdad histórica no existen, además de que rebaja a Nietzsche a un nivel que francamente no le corresponde ni como filósofo ni como ser humano al que le hervía la sangre ante la estupidez humana. Si se enterara de los usos que le dan a sus ideas estos profesores "posmo", todo él flamearía entero como un bonzo.

En general, el interpretacionismo subjetivista "progre" es la actitud "in" que la intelectualidad preocupada por estar a la moda sigue fielmente en la academia "posmo". Por eso, lo que le importa son los discursos y nos los hechos. De allí que satanice a David Stoll aduciendo que lo que importa no es si Menchú mintió, sino que su versión de los hechos es la "justa" (aunque no sea del todo veraz) y que por eso hay que hundir a Stoll y santificarla a ella. Quienes le dan importancia a la veracidad histórica como factualidad, ven la cosa de otro modo y han realizado un interesante debate al respecto, el cual vino a constituir un tapaboca para estos alegres interpretacionistas de oficio. Este debate quedó recogido en mi libro Stoll-Menchú: la invención de la memoria (Guatemala: Consucultura, 2001).

Es ya sabido que las "interpretaciones" de los profesores "posmo" sólo contribuyen a hacer avanzar sus carreras y escalafones universitarios en el primer mundo, y a forjarse una conveniente imagen de intelectuales "progres" que, desde la doble moral de lo políticamente correcto, enjuician y linchan moralmente a quienes no piensan como ellos. El mismo Volek fue víctima de un intento de linchamiento en el Congreso Internacional de Literatura Centroamericana, en marzo pasado, en Berlín, por parte de miembros de esta mafia de profesores opinionistas, cuya estrella declina en este debate que contrapone la veracidad factual basada en hechos, a su interpretacionismo subjetivo y antojadizo.

La pugna entre los interpretacionistas "progres" y una intelectualidad que considera lo real-factual como referente válido para fundamentar las versiones que se construyan sobre ello, se ha inclinado a favor de estos últimos. La prueba es el silencio de los interpretacionistas, a quienes solamente les ha quedado la intriga, el chisme, la descalificación ad hominem y la represión ideológica (desde puestos de poder académico), como expediente de su "causa" perdida. Es obvio que el debate intelectual no es su fuerte (por eso lo evaden y reprimen) y que, al parecer, tampoco nacieron con la suficiente "voluntad de poder" como para entender y, sobre todo, seguir a Nietzsche.



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