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La insignia
10 de diciembre del 2002


América Latina hoy

Una visión de larga duración* (I)


Carlos Antonio Aguirre Rojas (1)
La Insignia. México, 10 de diciembre.


«Más que cualquier otra región del mundo, América Latina está en continua y rápida evolución.»
-Fernand Braudel, 1963-


Introducción

Mucho se escribe hoy acerca de la situación actual, de los problemas y de las posibilidades futuras inmediatas de este vasto espacio civilizatorio que es América Latina. Y ello, no solamente por la atención mundial que han suscitado en los últimos años fenómenos como el de la rebelión neozapatista de Chiapas en México, la sublevación india del Ecuador, o los dos recientes Foros Mundial Sociales de Porto Alegre en Brasil, sino también y más ampliamente por el rol cada vez más importante que ha ido conquistando, poco a poco y progresivamente, este "extremo occidente" latinoamericano, dentro del conjunto de la historia reciente de nuestro planeta.

Un rol crecientemente reconocido por todos los pueblos del mundo, que nos permite recordar algunos hechos que, a pesar de ser bien conocidos, tienden con frecuencia a ser ignorados u olvidados, al momento de enjuiciar o analizar estas problemáticas específicamente latinoamericanas. Y que sin embargo, nos dan ya de entrada una primera medida u orden de magnitud de la necesaria relevancia planetaria de América Latina. Así, es bien sabido que América Latina concentra casi el 9% de la población mundial, a partir de los 520 millones que la habitan actualmente y respecto de los alrededor de 6,000 millones que conforman a la población de todo el planeta. Al mismo tiempo, y de los 127 millones de kilómetros cuadrados que configuran al conjunto de la superficie terrestre o emergida del planeta, 20 millones son ocupados también por las distintas naciones de nuestro semicontinente latinoamericano. Igualmente, y de los 225 países que hoy existen en el mundo, 23 corresponden a países latinoamericanos, si no consideramos a los pequeños países de las islas de la zona del Mar Caribe. Finalmente, la lengua mayoritaria que se habla en América Latina, el español, es la tercera lengua más hablada en el mundo, luego del chino que ocupa el primer lugar y del inglés (2). Así, representando en términos gruesos, alrededor de una décima parte de los habitantes y de los países del mundo, y entre un séptimo y un sexto de los territorios del globo terráqueo, y siendo depositaria de la tercera lengua del planeta, América Latina ha ido ganando poco a poco terreno dentro de los espacios de la economía, la geopolítica, y la cultura mundiales de los últimos treinta años.

Sin embargo, y a pesar de esta atención creciente hacia las realidades latinoamericanas, es claro que la mayoría de los análisis y las interpretaciones que se realizan de sus problemáticas más contemporáneas, adolecen de visiones muy cortas en términos temporales, estando siempre aprisionadas en el estudio de los hechos y los acontecimientos de unos pocos días, semanas, meses o acaso de algunos pocos años. Igualmente, existe una fuerte tendencia a intentar explicar América Latina sólo desde la propia América Latina, limitando los enfoques a visiones también muy locales, regionales o nacionales, que olvidan con frecuencia la inserción orgánica de América Latina en el mundo, lo mismo que la sobredeterminación de este mismo mundo sobre sus destinos más esenciales. Además, es también frecuente que estas visiones mencionadas, más periodísticas y ensayísticas que bien fundamentadas, se hagan eco de los discursos oficiales y autocelebratorios de los distintos gobiernos latinoamericanos, aceptando acríticamente sus declaraciones y sus interpretaciones, y repitiendo sin reflexión sus mismos tópicos y mitologías autopropagandísticas.

Por eso, y a diferencia de este conjunto dominante, creemos que es necesario intentar pensar a la América Latina de hoy desde una triple perspectiva analítica, que sea de larga duración, globalizante y explícitamente crítica. Es decir, desde un enfoque que encuadrando los sucesos y realidades más actuales dentro de una óptica de larga duración, sea capaz de conectar nuestro "más actual presente" con los distintos pasados relevantes que lo explican y que le dan sentido. Y también, un modo de análisis que reinserta los destinos y los itinerarios de nuestro semicontinente desde una perspectiva globalizante o totalizante, dentro de las curvas de la historia universal pasada y presente, haciendo posible reconstruir la compleja y siempre fundamental dialéctica entre la evolución histórica latinoamericana y el decurso de la historia universal. E igualmente, una forma de aproximación que desconfiando de los discursos dominantes y oficiales, siempre autocelebratorios y siempre mentirosos, sea capaz de conectarse nuevamente con las perspectivas del pensamiento social genuinamente crítico, para "pasar a contrapelo el cepillo de la historia", mostrando también "el lado malo" de los procesos, junto a la caducidad ya activa del presente y junto a los elementos ya actuantes generadores del futuro porvenir.

Siguiendo entonces la lección de Marc Bloch, que repetía a su vez la frase de Michelet al afirmar "quien quiera atenerse al presente, a lo actual, no comprenderá lo actual" (3), creemos que para explicar la América Latina de hoy es necesario remontarnos audazmente a la historia de la América Latina de hace treinta, y cincuenta, y cien, y quinientos y más años. Porque si el presente no es más que una acumulación densa de fenómenos que corresponden a muy distintas temporalidades históricas, entonces su explicación adecuada solo será posible si abrazamos, sucesivamente, esos distintos tiempos históricos de dichos fenómenos (4). Porque la América Latina en la que hoy vivimos se ha construido lo mismo con los Tratados de Libre Comercio que datan de solo hace unos pocos años, que con la dependencia y la subordinación económicas que padecemos hace cinco siglos, y lo mismo desde los movimientos urbano populares que tienen solo tres décadas de existencia, que desde los movimientos de resistencia indígena de también amplia y sólida tradición plurisecular.

Y si la América Latina actual solo es comprensible desde esa visión de la larga duración y de las múltiples temporalidades, también debe verse siempre desde una óptica radicalmente global. Porque si esta óptica globalizante, que nos permite ver los fenómenos sociales "desde el punto de vista de la totalidad" (5) es necesaria en general, lo es todavía más en el caso del estudio de la civilización latinoamericana, que desde su propio origen se constituye en función de las necesidades, demandas e imposiciones del exterior, de la propia economía mundial y de sus centros hegemónicos potenciales o activos, los que siempre le han impuesto una buena parte de sus "elecciones" y de sus diferentes destinos. Con lo cual, es claro que no hay historia o análisis posible de América Latina, que no sea a la vez historia o análisis del mundo en su conjunto.

Junto a esta visión densa temporalmente y a la vez globalizante, es necesario también abordar a la actual América Latina desde un enfoque profundamente crítico. Es decir, desconfiar de los discursos hoy tan en boga entre los politólogos y los periodistas, que nos hablan de "transiciones a la democracia" en prácticamente todos los países de América Latina, con el único sentido de legitimar y apuntalar a sus respectivos gobiernos. O también, es necesario "pasar el cepillo a contrapelo" (6) de los discursos oficiales, que intentan vendernos los tratados de libre comercio, el Area de Libre Comercio para todas las Américas (ALCA), o las políticas neoliberales salvajes como las "verdaderas soluciones" a la aguda crisis económica actual latinoamericana y mundial, para poder mostrar en cambio, desde esa 'mirada a contrapelo' de dichos discursos, como es justamente esta crisis profunda e indetenible la que se expresa e implementa en dichos tratados, en dichos acuerdos y en dichas políticas mencionadas.

Proponiendo entonces explicar a América Latina hoy, desde este triple enfoque de las múltiples temporalidades y de la larga duración, de la visión globalizante y de la perspectiva crítica, quizá será posible postular nuevas pistas de interpretación, abriendo así los horizontes de este tema, al mismo tiempo fundamental y urgente, para el conjunto de los cientistas sociales latinoamericanos contemporáneos.


Algunas constantes de largaduración en la América Latina actual

¿Existe realmente una civilización latinoamericana?. Fernand Braudel se ha planteado ya esta pregunta, al comentar un libro de Luis Alberto Sánchez publicado en 1948 (7). Y el debate sobre este problema, sigue siendo aun vigente y fundamental para la comprensión de lo que es hoy América Latina.

Entonces, si definimos a una civilización como una síntesis de trazos o de rasgos de larga duración, que proyectándose en los ámbitos de lo geográfico, de lo económico, de lo social y de lo cultural, van a definir la singularidad y especificidad de un vasto grupo humano, dándole una cierta coherencia histórica y una cierta identidad, podemos replantear la pertinencia o no de hablar de una determinada civilización de América Latina existente en la actualidad.

Y así, cuando observamos al conjunto de los países que hoy habitan en los territorios de América Latina, resulta claro que al correr hacia atrás la línea del tiempo, ésta muestra una clara continuidad, que remonta su origen a los tiempos del llamado "descubrimiento" de América y de la ulterior conquista española y portuguesa que le suceden (8). Porque si hemos de hablar de una cierta civilización latinoamericana, todavía viva y en desarrollo, es claro que la misma nace como el fruto directo de la invasión y conquista española, y como secuela de la brutal interrupción de la línea evolutiva que habían desplegado las civilizaciones prehispánicas hasta principios del siglo XVI cronológico.

Y si bien este proyecto civilizatorio latinoamericano va a recuperar y a superar, en el sentido de la Aufhebung hegeliana, tanto a sus raíces indígenas como a sus matrices europeas y africanas, también es claro que el fruto de este triple y en verdad múltiple mestizaje va a dar como resultado una nueva y original figura de la civilización humana, que será justamente la de la civilización de América Latina --al modo como la civilización europea ha nacido, en su momento, también del mestizaje doble de los aportes germánicos y romanos que se hallan en su origen--.

Por eso, en nuestra opinión, y más allá de las evidentes diferencias y tonalidades locales, regionales o nacionales, de las distintas zonas de América Latina, pensamos que es posible reconocer ciertos trazos civilizatorios de larga duración, que dando unidad e identidad al conjunto de las poblaciones y de las sociedades latinoamericanas, se encuentran presentes a lo largo y ancho de todo nuestro semicontinente, constituyendo una verdadera civilización de América Latina. Así, trazos como el de una relativa abundancia excedente del espacio latinoamericano, muy débilmente colonizado por los hombres en ciertas vastas extensiones del territorio de América Latina, o también la muy desigual distribución de las poblaciones sobre los territorios que habitan, que nos da esa figura muy singular de la más universal dialéctica entre el campo y la ciudad, en la cual, junto a grandes y enormes ciudades, coexisten también dichos vastos espacios semivacíos, serán trazos reiterados y constantes en toda América Latina. O también, otro rasgo de larga duración, tenazmente mantenido hasta hoy, es el que "atrae" de modo permanente a la masa continental y a la vida social e histórica de todas las naciones latinoamericanas hacia su propio Océano Atlántico, construyendo con él vínculos y relaciones de afinidad privilegiadas. Pues es claro que este Océano Atlántico, caracterizado por su mucha mayor densidad de flujos históricos generales, y por su función como "puente" entre América Latina y Europa, no solo ha relegado a un lejano segundo plano al océano llamado sintomáticamente "Océano Pacífico", sino que también ha implicado que prácticamente todo el semicontinente latinoamericano "mire" mucho más hacia este mismo Océano Atlántico, ubicando los capitales de los países en su orilla oriental, desarrollando más sus conexiones hacia los puertos Atlánticos, o recibiendo ampliamente vastos flujos demográficos por esas mismas costas atlánticas y orientales, entre tantos otros síntomas de dicha atracción magnética e histórica proatlántica.

Rasgos de identidad civilizatoria afirmados en la larga duración de la historia latinoamericana de los últimos cinco siglos, que se encuentran presentes lo mismo en el ámbito geográfico o territorial, que tecnológico, económico, social, político, psicológico o cultural, entre otros varios. Rasgos o señas de identificación de una singular civilización de América Latina, que a pesar de su enorme relevancia histórica, aun no han sido suficientemente detectados y estudiados de manera sistemática por los historiadores y los científicos sociales de nuestro propio semicontinente (9).

De este complejo conjunto de trazos que conforman a la civilización de América Latina, nos interesa subrayar solamente algunos, que habiéndose constituido en verdaderas realidades o estructuras de la larga duración de nuestra historia, nos ayudan de manera eficaz para comprender la situación actual y los posibles derroteros futuros de la América Latina contemporánea.

Si queremos comprender a esta América Latina actual, es necesario partir, en primer lugar, de la realidad estructural de que la civilización latinoamericana es hoy, y ha sido desde hace medio milenio, la civilización más dependiente y subordinada de todo el planeta. Y ello porque, desde su mismo origen como proyecto civilizatorio, el mundo latinoamericano ha sido construido no en función de si mismo, sino siempre en función de los diferentes centros hegemónicos, potenciales o reales, de la economía capitalista mundial y del sistema histórico capitalista global. Porque dado que el nacimiento de nuestra civilización latinoamericana es un proceso simétricamente contemporáneo a la emergencia del capitalismo como sistema histórico, y con ello al nacimiento y afirmación tanto de la primera economía mundial como de la verdadera y estricta historia universal, entonces la suerte que le ha tocado a América Latina en cuanto a su integración específica a este capitalismo, a esta economía mundial y a esta historia universal, ha sido la de ser una de las "periferias" o "áreas dominadas" de dichas entidades globales mencionadas.

Con lo cual, la civilización de América Latina nace como civilización periférica y sometida, que vive para España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda o Estados Unidos, y que edifica sus economías y sus sociedades en función de los requerimientos de esas potencias y metrópolis, pero nunca en función de un desarrollo propio, autocentrado o construido desde la lógica de sus necesidades y demandas internas más esenciales.

Así, si bien han cambiado los centros hegemónicos externos que deciden e imponen el modo y las formas de construcción de nuestras economías y de nuestras sociedades, lo que ha permanecido inalterable es la realidad congénita de nuestra subordinación y dependencia estructurales. Y es claro que es imposible entender a la América Latina de hoy, sin considerar esta estructura histórica de nuestra condición periférica y sometida de larga duración.

En segundo lugar, y como una consecuencia directa de esta condición siempre periférica y dependiente, América Latina es también la civilización más desigual de todo el mundo. Lo que no significa que sea la más pobre, pues en este renglón quizá sea superada por la India o por varios países de África, pero si en cambio significa que es la civilización que presenta los mayores y más brutales contrastes entre sus minorías ricas y sus mayorías de gente pobre y hasta miserable. Porque solo en América Latina se alcanzan los grados de concentración del ingreso que implican que junto a veinticuatro hipermillonarios mexicanos, incluidos en la lista de la revista Forbes de los hombres más ricos del mundo, puedan convivir treinta millones de mexicanos que están por debajo de la línea de la pobreza extrema según los criterios de la ONU, o que también explican el hecho de que sea Brasil el país más desigual del mundo y con el más alto índice de concentración de la propiedad de la tierra del planeta entero, entre tantas otras manifestaciones de esta escandalosa desigualdad social (10). Profunda desigualdad social y carácter abismal de los contrastes que ella implica, que además de explicar la persistente vigencia y amplia presencia global de lo que desde el siglo XIX se ha llamado la "cuestión social" a lo largo de toda la historia de América Latina en los últimos cinco siglos, es también un referente ineludible de la comprensión adecuada de su más actual presente.

Un tercer trazo civilizatorio de Latinoamérica es el hecho de su relativa juventud. Porque también es claro que América Latina es la civilización más joven del mundo, contando apenas con medio milenio de existencia, lo que le otorga en algún sentido una cierta ventaja comparativa frente al resto de las civilizaciones humanas contemporáneas. Y ello, no solo porque aquí los procesos, las instituciones y las estructuras de todo tipo se asimilan y se construyen más rápidamente que en otros espacios civilizatorios, sino también porque todas esas creaciones y realidades sociales presentan aquí el vigor, la fuerza y el impulso vitales y pujantes de una civilización todavía en ascenso.

Por eso Hegel pudo calificar a América como el "continente del futuro" (11), y por eso los autores que se acercan a estudiar este mundo latinoamericano comprueban de diferentes maneras que aquí todo se desarrolla de manera más rápida y ágil que en otros lugares, inventando e improvisando formas y figuras diferentes de todo tipo, todo el tiempo, dentro de un semicontinente en el que domina claramente la novedad sobre la tradición, y el futuro sobre el pasado, y ello en todos los planos de la totalidad social global.

Civilización todavía joven y en ascenso que es el espacio en donde florecen los "países nuevos" (12), donde el sistema bancario se organiza en solo unas pocas décadas, y en donde el capitalismo más moderno data su existencia de casi solo ayer. Civilización donde las clases sociales acaban casi de formarse históricamente, y en donde la intensa movilidad social tanto vertical como horizontal es un dato constante y reiterado cotidianamente. Y también, en donde prosperan con fuerza los más nuevos movimientos antisistémicos y anticapitalistas que serán el modelo para muchos de los futuros movimientos de resistencia anticapitalista de los próximos cincuenta años por venir. Juventud y "elan" vital de nuestra civilización latinoamericana que juegan también un papel fundamental en la explicación de lo que son hoy y sobre todo de lo que serán en el futuro inmediato y mediato los destinos principales de América Latina.

Y si desde su origen, la civilización de América Latina ha sido dependiente y periférica, también ha sido profunda, integral y permanentemente mestiza. Porque a diferencia de otras civilizaciones, que en un momento dado de su historia han conocido y procesado experiencias determinadas de un cierto mestizaje temporal, América Latina se ha conformado en cambio desde su inicio, como el proyecto de civilización que ahora es, desde un triple y en verdad múltiple proceso de mestizaje, que integra y fusiona de manera orgánica tanto los aportes de los distintos grupos indígenas mayas, aztecas e incas entre otros, como de las diversas ramas de las poblaciones negras venidas de las diferentes costas de toda el África, y junto a los variables flujos de las muchas Europas, no solo españolas y portuguesas, sino también francesas, alemanas, holandesas e inglesas entre otras. Un mestizaje continuo y renovado a lo largo de toda la historia de la civilización latinoamericana, que es además no puramente étnico o biológico, sino también y de manera esencial, un verdadero mestizaje cultural, culinario, tecnológico, social, económico, político y global civilizatorio en general.

Mestizaje recomenzado y prolongado durante siglos, que a la vez que reinventa y refuncionaliza a un conjunto importante de elementos civilizatorios conectados con la época prehispánica --como en el caso de ciertos trazos de la sociedad y de la cultura indígenas--, está también permanentemente abierto a la incorporación de nuevos códigos y de nuevos elementos culturales y sociales, lo que explica en parte el crónico "inacabamiento de las formas" que es muchas veces perceptible en realidades o procesos de la vida latinoamericana en general. Y es claro también que resulta muy difícil comprender a la América Latina actual, sin considerar esta naturaleza suya, integral y persistentemente mestiza, que se despliega en su historia profunda de larga duración (13)

Finalmente y vinculado también con este trazo del profundo carácter mestizo del proyecto civilizatorio latinoamericano, está el hecho de que Latinoamérica es también una civilización profunda y arraigadamente cosmopolita. Es decir, una civilización que mucho más que otras, ha estado siempre abierta a la recepción y aclimatación de las más diversas "influencias" y "tradiciones" culturales, acogiendo lo mismo a los elementos culturales de sus tres matrices constitutivas mencionadas, que a las poblaciones y cosmovisiones venidas de China, de Rusia, o del Japón entre tantas otras. Porque dada la variedad de culturas que han conformado el tronco básico de nuestra civilización, y que abarcan desde el vudú africano hasta el protestantismo anglosajón, y desde los usos y costumbres indígenas hasta la moda francesa más de vanguardia, la civilización de América Latina se ha mostrado mucho más receptiva y tolerante que otras civilizaciones en ese complejo juego de préstamos y rechazos que han ido definiendo su específica identidad.

Lo cual, tal vez se explica en parte por el hecho ya señalado de que esta civilización latinoamericana es, desde su nacimiento, contemporánea estricta del nacimiento y afirmación de la historia universal. Y por ende, la única que se ha construido de manera paralela a los flujos e impactos permanentes de la mundialización económica y de la universalización histórica planetarias, desplegadas desde el siglo XVI y hasta hoy. Quinto rasgo civilizatorio de nuestra América Latina que es también premisa importante de la explicación de su presente y de su futuro porvenir.

Partiendo entonces de estos parámetros explicativos de América Latina, vista desde la larga duración histórica, quizá sea posible proponer algunas pistas de interpretación de su compleja situación actual.


Notas

(*) La primera versión de este ensayo fue escrita en abril del año de 2001. Y aunque consideramos que las tesis principales aquí expuestas continúan siendo válidas en lo esencial, resulta obvio que los efectos del 11 de septiembre de 2001, sobre el mundo y sobre América Latina, imponían una reconsideración de algunos de los puntos aquí abordados. Por ello, hemos modificado ligeramente algunas partes de esa primera versión, y sobre todo hemos agregado el 'Apéndice' que acompaña ahora a esta nueva versión, y que ha sido escrito en diciembre de 2002, a la luz de esos efectos mencionados.
(1) Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.

(2) Para algunos de estos datos, cfr. el libro El estado del mundo 2000. Anuario económico geopolítico mundial, Ed. Akal, Madrid, 1999.
(3) Sobre este punto, cfr. el libro de Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiador, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pag. 150.
(4) Tal y como nos lo propone Fernand Braudel. Cfr. su brillante ensayo de 1958 "Historia y ciencias sociales. La larga duración", incluido en el libro Escritos sobre historia, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1991. Pueden verse también nuestros libros, Carlos Antonio Aguirre Rojas, Fernand Braudel y las ciencias humanas, Ed. Montesinos, Barcelona, 1996, especialmente el capítulo 2, "La historia en clave braudeliana" y Ensayos Braudelianos, Ed. Manuel Suaréz Editor, Rosario, 2000.
(5) Óptica globalizante que constituye uno de los reclamos centrales de Marx. Por ejemplo, en su célebre "Introducción a la crítica de la economía política" de 1857, incluida en el libro Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Grundrisse, Ed. Siglo XXI, México, 1971, tomo I. Sobre esta exigencia de la historia globalizante véase también nuestro artículo, Carlos Antonio Aguirre Rojas, "Between Marx and Braudel: making history, knowing history" en Review, vol. XV, No. 2, 1992 y también nuestro libro L'histoire conquérante. Un regard sur l'historiographie francaise, Ed. L'Harmattan, París, 2000.
(6) Para retomar la expresión de Walter Benjamin en su conocido texto "Sobre el concepto de historia" incluido en el libro La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, Ed. Arcis-Lom, Santiago de Chile, 1996. También nuestro ensayo, Carlos Antonio Aguirre Rojas, "Walter Benjamin y las lecciones de una historia vista a 'contrapelo'", en la revista Secuencia, num. 52, México, 2002. Por lo demás, es claro que también esta tradición del pensamiento social crítico contemporáneo, tan brillantemente representada por Walter Benjamin, remonta sus orígenes principales al pensamiento y a la obra de Carlos Marx. Sobre este punto véase nuestros libros, Carlos Antonio Aguirre Rojas, Itinerarios de la historiografía del siglo XX, Ed. Centro Juan Marinelo, La Habana, 1999 y Antimanual del mal historiador, Ed. La Vasija, México, 2002.
(7) Véase el texto de Fernand Braudel "¿Existe una América Latina?" en La Jornada Semanal, suplemento del diario La Jornada, No. 72, octubre de 1991.
(8) Sobre este punto véase nuestro ensayo, Carlos Antonio Aguirre Rojas, "Más allá de 1492. La lectura del pasado desde el presente" en el libro Breves ensayos críticos, Ed. Universidad Michoacana, Morelia, 2000, y también nuestro artículo, "Née en 1492 sur le nouveau continent" en la revista EspacesTemps, No. 59-60-61, París, 1995.
(9) No obstante, un muy interesante punto de partida para esta reflexión, todavía en curso, sobre los elementos de caracterización de una posible civilización latinoamericana, puede encontrarse en el capítulo "América Latina" del libro de Fernand Braudel Las civilizaciones actuales, Ed. Tecnos, Madrid, 1978. En esta misma línea, cfr. nuestro ensayo, Carlos Antonio Aguirre Rojas, "Fernand Braudel y la historia de la civilización latinoamericana" en el libro Ensayos Braudelianos, antes citado.
(10) Sobre este punto, cfr. el libro El estado del mundo 2000. Anuario económico geopolítico mundial, citado, pag. 398, y el ensayo de Bernardo Mancano Fernández, Genese e desenvolvimento do MST, Caderno de formacao num. 30, Ed. del Movimento dos Trabalhadores Sem Terra, Sao Paulo, 1998.
(11) Véase al respecto su libro, G.W.F. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1974.
(12) Sobre este punto, cfr. el ensayo de Fernand Braudel "El concepto de país nuevo" en la revista Perfiles Latinoamericanos, No. 2, México, 1993.
(13) Sobre los efectos culturales de esta naturaleza mestiza de la civilización latinoamericana, cfr. el brillante libro de Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco, Ed. Era, México, 1998. También puede verse el libro de Tzvetan Todorov, La conquista de América: el problema del otro, Ed. Siglo XXI, México, 1989.



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