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La insignia
9 de diciembre del 2002


John Rawls o la libertad con justicia (I)


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John Rawls ha muerto
Marc Saint-Upéry
La Insignia. España, diciembre del 2002.


El filósofo estadounidense John Rawls murió el pasado 24 de noviembre. Junto al alemán Jürgen Habermas, otra gran figura del resurgimiento kantiano quien mantuvo con él un diálogo sostenido, Rawls era el autor más citado y más comentado en el campo de la filosofía política desde la publicación en 1971 de su obra principal, Teoría de la justicia, que revolucionó los métodos y los objetivos de la reflexión sobre el tema.

Aunque los políticos e ideólogos de todas las tendencias se llenan la boca de las nociones de libertad, igualdad y justicia social, la falta de definición precisa de estos términos en la retórica política cotidiana es impresionante. Para los adeptos del ultraliberalismo económico, la mano invisible del mercado acabará por resolver todos los problemas de redistribución. Para el marxismo clásico, las leyes de la historia garantizan la victoria final de un orden social igualitario, así que no es necesario debatir las normas morales y políticas de una sociedad justa. Contra estas tendencias, Rawls trató de establecer criterios racionales y rigurosos de elección ética y política. Su teoría es una variación sofisticada sobre el tema clásico del contrato social.


Dos principios fundamentales

Rawls parte de una idea sencilla: un sistema de reglas equitativo es un sistema al que los contratantes podrían adherirse sin saber de antemano qué beneficio personal van a lograr de ello. Por eso elabora la ficción de una "posición original" (se trata de un procedimiento imaginario de representación de la justicia como imparcialidad, no de una hipótesis metafísica) en la que los individuos conocen las características generales del funcionamiento de la sociedad y de la psicología humana, pero no saben cuál será su posición social, ni cuáles son sus propias aptitudes naturales y propensiones psicológicas: tienen todas las informaciones necesarias, salvo las que les permitirían decidir en su propio favor.

En tales condiciones, cada contratante tiene que imaginar principios de justicia válidos para una sociedad donde su propia posición social podría serle asignada por su peor enemigo. Rawls supone que, bajo este "velo de ignorancia", los participantes seleccionarían los dos principios de justicia siguientes:

1. Cada persona tiene el mismo derecho a un esquema de derechos y libertades básicas e iguales lo más completo posible, esquema que sea compatible con el mismo esquema para todos.

2. Las desigualdades sociales y económicas sólo se justifican por dos condiciones: a) estarán relacionadas con puestos y cargos abiertos a todos, en condición de justa igualdad de oportunidades; b) estas posiciones y estos cargos deberán ejercerse en el máximo beneficio de los menos privilegiados.

Los bienes primarios

Lo que propone Rawls es entonces igual libertad para todos, igualdad de oportunidad y, lo que más llamó la atención de los comentaristas de su obra, el famoso "principio de diferencia": la desigualdad económica y social puede ser justificada por razones de eficacia en la cooperación social y en la producción de riquezas, pero es legítima sólo si mejora la posición del más desfavorecido. Además, existe entre los principios de justicia una prioridad de tipo "lexicográfico" (o sea el mismo tipo de prioridad definida por la regla alfabética: AS viene antes de DE, aunque S venga después de E): las libertades básicas son prioritarias sobre la igualdad de oportunidades, la cual es prioritaria sobre la igualación de los recursos, pero el principio de diferencia es también lexicográficamente prioritario sobre los principios de eficiencia o de maximización de la suma total de los recursos. No se puede comprar el bienestar al precio de la libertad, pero la eficiencia económica o la prosperidad global tampoco pueden justificar un deterioro de la posición de los más desfavorecidos.

Para saber quiénes son los más desfavorecidos, hay que darse un criterio de comparación. Por eso, Rawls establece una lista de recursos que, según él, toda persona racional, cualquiera que sea su concepción del bien, de la felicidad o sus objetivos en la vida, no puede no desear como "pre-requisito de la persecución de sus planes de vida". Esta lista de "bienes primarios" es la siguiente: a) los derechos y libertades cívicas básicas; b) la libertad de desplazamiento y la libre elección de ocupación en un marco de diversas oportunidades; c) los poderes y las prerrogativas de los puestos y cargos de responsabilidad en las instituciones políticas y económicas de la sociedad; d) los ingresos monetarios y la riqueza; y e) las bases sociales del respeto a sí mismo.


Un liberal radical

¿Qué significa eso en términos políticos concretos? Rawls era un liberal radical posicionado a la izquierda del espéctro político estadounidense. Sin embargo, su teoría no provee una receta para la puesta en práctica de la justicia social. Sólo intenta establecer sus premisas profundas, que pueden desembocar en varios dispositivos sociales concretos. Además, frente a varios de sus críticos, Rawls admitió que sus principios de justicia y su lista de bienes primarios no tenían un valor universal o transcultural y más bien se referían a lo que es deseable en una democracia constitucional occidental moderna.

En la práctica, muchos comentaristas de su obra piensan que la justicia rawlsiana se lograría mejor en un Estado de bienestar socialdemócrata avanzado de tipo escandinavo. Para Brian Barry, por ejemplo, "aunque Rawls nunca se interesó mucho en los sistemas políticos existentes fuera de los Estados Unidos, el significado político de su obra es que produjo la base filosófica que le hacía falta a la socialdemocracia europea."

Otros, como el filósofo belga Philippe Van Parijs, defensor de la idea de un "ingreso ciudadano universal garantizado", ven los principios de justicia rawlsianos compatibles con un "socialismo liberal" combinando propiedad pública de los medios de producción y plena libertad de ocupación en un mercado del trabajo que garantice la asignación eficiente de los recursos.

Se sabe que el mismo Rawls confesaba su preferencia por una democracia igualitaria de pequeños propietarios, ideal típicamente estadounidense que parece aún más utópico con la evolución del capitalismo real, aunque filósofos cercanos a Rawls trabajaron sobre varios esquemas de redistribución del capital teóricamente compatibles con este anhelo jeffersoniano.



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