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La insignia
7 de diciembre del 2002


A fuego lento

El debate sobre democracia y mercado en el siglo XXI


Mario Roberto Morales
Siglo Veintiuno. Guatemala, diciembre del 2002.


Se necesita ser bastante tontito para suponer que la habilidad de acumular dinero lo hace a uno culto, inteligente y refinado, y que esa habilidad es la medida del éxito en la vida. Es tanto como medir la ternura por el peso de las joyas que el potentado le regala a la amante, o la responsabilidad por la cuota mensual del colegio en el que se pone a estudiar a los hijos. La cantidad de agua que hay en una piscina no se puede medir con un metro de carpintero, ni la longitud de una tabla con un barómetro. De aquí la célebre frase de aquel galileo que aseguraba que era más facil que un camello pasara por el ojo de una aguja, que un rico entrara en el reino de los cielos. Lo que estaba diciendo era que el dinero como meta principal y eje del quehacer humano envilece, idiotiza y denigra. Nada de lo cual quiere decir que haya que vivir en la pobreza, la miseria y la humillación. Qué absurdo sería. Pero sí quiere decir que la idea de "éxito" como sinónimo de enriquecimiento sin más y como "valor" asignado a una noción de "individualismo" contrapuesta a otra de "colectivismo", entendido éste como estatalismo restrictivo del libertinaje empresarial que los neoliberales publicitan como "inalienable libertad personal", es una solemne tontería.

Marx decía que "el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos", y que de lo que se trataba era de que los individuos se realizaran como tales, pues sólo sobre esa base la sociedad podía lograr una convivencia colectiva armónica. No se trataba de masificar a la humanidad para que actuara robóticamente mientras una elites "triunfaban" y alcanzaban el "éxito" gracias a la idiotización colectiva. Eso lo está logrando el Mercado y la democracia manipulada por el Mercado. Y lo logró la barbarie estalinista, que poco tuvo que ver con las ideas de Marx, de la misma manera como los excesos neoliberales poco tienen que ver con el liberalismo, cuyos postulados democráticos se ven negados por el fundamentalismo de mercado del empresariado corporativo, monopolístico y masificador. El liberalismo es libertario, como ideología. Tan libertario como el socialismo ideológico. Pero como práctica económica y política ha resultado ser igual de totalitario que el socialismo real. Allí está el "síndrome Enron" para probarlo.

Ha quedado ya de sobra establecido el efecto devastador que sobre la humanidad tiene el Mercado desregularizado. El esfuerzo civilizador de siglos se anula ante esta bestia suelta que convierte el consumo en consumismo, es decir, en adicción autodestructiva. Pero como no se trata de negar el Mercado ni de sustituirlo con mecanismos mágicos, el debate pos-neoliberal se empieza a centrar en los mecanismos regulatorios de la inevitable bestia que la ética del lucro por el lucro ha convertido en compulsiva deidad antropófaga.

¿Cuál -entonces- habrá de ser el grado aceptable y factible de desmercantilización de la sociedad regida por el Mercado? Esta es la pregunta clave a la que el debate deberá responder. Ya no se trata de si el Estado destruye al Mercado o al revés, como ocurre en el maniqueo pensamiento bipolar de los dogmatismos de izquierda y derecha. Los indicadores del debate son: la salud ecológica del planeta, el equilibrio alimentario de la humanidad y la vigencia de un sistema de justicia nacional y global basado en los derechos humanos y no en los intereses de las corporaciones transnacionales, de sus socios oligarcas menores en cada país, ni de los políticos corruptos a su servicio. ¿Cómo, pues, financiar semejante operativo democratizador?

Pues empezando por depurar el Estado para garantizar una política fiscal transparente, aunque no sólo los impuestos deberán cargar con la empresa. También el Mercado puede, mediante regulaciones que le permitan acceder al lucro, financiar una sociedad en la que sea la gente la que le dé de comer a la bestia y no sea ésta la que se alimente de la gente. En este debate, el humanismo, la ética y la utopía vuelven a estar en el centro de la reflexión filosófica, descartando la idea asfixiante de que el futuro es el presente y que la utopía realizada es el consumismo. Columbine y sus réplicas, así como el 11 de septiembre, han hecho el milagro al revelarse como dos de los desenlaces posibles del totalitarismo de mercado.



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