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La insignia
5 de diciembre del 2002


¿Por qué el pánico a Letras Libres?


Carlos Marín
Milenio diario. México, diciembre del 2002.


Lo más lamentable del patético incidente que ocurrió el domingo en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, es que permite reforzar la idea de que el gobierno de Fidel Castro es, por decir lo menos, intolerante.

Si con la estulta participación de empleados de instituciones oficiales de Cuba se ejecutó un operativo de porrismo intelectual para reventar la presentación de la revista Letras Libres en territorio mexicano, cabe preguntar qué y cuánta oportunidad tienen los ciudadanos de ese país para expresar en la isla sus ideas.

El reportero Antonio Ortuño publicó aquí que la presentación de Futuros de Cuba, del número en circulación de la publicación que fundó y dirige Enrique Krauze, "fue campo de batalla entre dos maneras de enfrentar el debate intelectual. Los ponentes expusieron ideas y les respondieron con porras, panfletos y gritos".

Reseñó que apenas estaban ocupando sus asientos los presentadores "cuando un hombre en la primera fila (su gafete informaba que trabajaba en Prensa Latina) comenzó a insultar al ensayista cubano Rafael Rojas. Lo acusaba de ser 'un vendido' a la CIA y agitaba en la mano un panfleto pertinente. Julio Trujillo, secretario de Redacción de Letras Libres, pidió calma y ofreció que los comentarios podrían hacerse cuando las ponencias concluyeran...".

El antropólogo y sociólogo Roger Bartra tomó la palabra y dijo que "la inestabilidad y el riesgo" de la transición cubana serían la única forma de romper "la parálisis autoritaria".

El narrador cubano Francisco José Prieto leyó un texto que identificaba al régimen de La Habana con el estalinismo y denunciaba su "terror de baja intensidad".

Según el corresponsal de Milenio Diario, cuando hablaba otro de los ponentes, Rafael Rojas, una pareja de cegeacheros mantenía este diálogo:

--¿Quién dices que es este pendejo?

--¿Te importa? --ella se llamaba Berenice y afirmaba asistir "por moral, porque la oligarquía quiere seguirnos explotando y no nos vamos a dejar".

Christopher Domínguez cerraba la mesa diciendo que Letras Libres continúa la tradición intelectual de Plural y Vuelta iniciada por Octavio Paz, que exige defender los valores de la libertad y provocando la discusión. "Qué lamentable es que la libertad de expresión, tan dolorosamente ganada en México, quiera ser anulada". En ese momento a Berenice se le hizo la luz y halló al responsable de un crimen descomunal:

--¡Tú estás matando de hambre a 70 millones de mexicanos!

La acusación pareció consigna: los activistas de lo que queda del activismo parista universitario se pusieron de pie con el puño en alto y, "como un pequeño ejército, comenzaron a repartir panfletos contra Rafael Rojas y contra Estados Unidos. 'Cuba sí, Yanquis no', coreaban. Una turbamulta se acercó a la mesa y se hizo de los micrófonos. Periodistas y funcionarios cubanos --entre ellos el director de la Biblioteca Nacional de Cuba, Eliades Acosta-- se unían a las porras. Trujillo permanecía en silencio, indicando con gestos que el micrófono fuera facilitado a los diferentes activistas que competían por comenzar la consigna más coreada...".

En La Jornada, Blanche Petrich escribió que la presentación "fue interrumpida anoche por grupos de jóvenes --y no tan jóvenes-- de organizaciones de solidaridad, que mayoritearon la mesa de debates (...); que los "muchachos que llegaron temprano y ocuparon la mayoría de los lugares y que durante las ponencias habían dormitado o se divertían tosiendo en coro, se turnaron en el uso de la palabra. La revista fue llamada letras muertas y calificaron a los conferenciantes de 'asalariados bien alimentados con las talegas de oro de Estados Unidos'. Jesús Escamilla, del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba, intentó calmar los ánimos, pero remató su intervención en el mismo tono que los más exaltados. Pronto se cayó en la descalificación personal, como si los del podio estuvieran en un banquillo de acusados. Un periodista de Prensa Latina acusó a Rojas 'de ser financiado por la CIA para venir a la FIL como un Michael Jackson'. El ensayista Enrique Urbieta, miembro de la delegación cubana, señaló con el dedo a Bartra: 'Usted me decepciona como persona'. Luego empezaron a hablar los de la juventud comunista cubana. Hugo Grinzberg, argentino, recordó que sus padres fueron asesinados por la dictadura apoyada 'por los mismos que ahora los financian a ustedes' (...). Bartra y Domínguez intentaron salir, pero no se les permitió el paso. Un mexicano pudo tomar el micrófono y pidió respeto para el derecho de todos a expresarse. '¡Andas perdido!', le gritaron. Otra vez los abucheos lo callaron...".

Enrique Krauze, el exitoso historiador, ensayista y hombre de negocios en quien el subcomandante Marcos (en el decepcionante y reciente texto donde se revela admirador del terrorismo etarra y checheno) ve a un "empresario mediocre", aprovechó el desliz de los pifiosos fundamentalistas para zorrajarles estas letras libres:

"En el mejor estilo de los tribunales estalinistas y con la indulgencia (espero que no la complicidad) de las autoridades de la FIL, un puñado de jóvenes furibundos y funcionarios cubanos (incluido un representante de Prensa Latina) entablaron un juicio intelectual sumario a los colaboradores de Letras Libres, no sólo impidiéndoles el derecho de réplica, sino cubriéndolos de insultos y secuestrándolos de un hecho, físicamente, en el local de la FIL donde había tenido lugar la presentación del número de noviembre de la revista dedicado a los "futuros de Cuba". Según la crónica insospechable de Blanche Petrich en La Jornada, se trató de "una acción concertada", de una "emboscada", como desde antes de la sesión "se rumoraba".

Los inquisidores se refirieron a la revista como "Letras muertas". Bonita proyección: para ellos el antónimo de la libertad es la muerte (...).

Quién sabe si a Fidel Castro pero, ciertamente, hay gente que siente escozor ante la amenaza que representa el debate y la confrontación de ideas. Lo peor que puede sucederle es ya no tanto "entender" sino aunque sea escuchar puntos de vista diferentes a los dogmas que le han venido sirviendo de coartada existencial. Es la que se apanicó el domingo en Guadalajara y que hizo un pésimo servicio a la revolución cubana.

Lo sucedido en la FIL es tan estúpido que parece imposible que el incidente haya sido maquinado en La Habana, sobre todo después de la calculada planeación que condujo a la exhibición de Vicente Fox con su impecable y bochornoso "comes y te vas".

Si cada quién habla de la feria según le fue en ella, a Cuba y a su gobierno en Guadalajara más bien les fue como en ídem. O sea, el numerito de la irracionalidad salió muy caro.



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