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La insignia
3 de agosto del 2002


De bodas y conflictos sociales


Marcos Winocur
La Insignia. México, 3 de agosto.


¿Se acuerdan de Liz Taylor? Fue una famosa estrella de cine de Hollywood allá por los años cincuenta y sesenta; retirada de los sets, hoy continúa siendo noticia por sus obras de bien público. ¿Y se acuerdan de Larry Fortensky? Estadounidense, de profesión albañil, ella y él...

Pero no nos adelantemos. Digamos antes, atendiendo a la segunda parte del título, que los conflictos sociales, después de cubrir milenios en la historia de la humanidad, se mandaron a mudar; al menos esa impresión dio en los años noventa. Bueno, siempre hay gente que grita y protesta pero los conflictos, los verdaderos conflictos sociales, se eclipsaron. ¿Cuándo ocurrió? En 1991. ¿Cuando la caída de la URSS?

No, otro acontecimiento, sucedido ese mismo año, hizo de parteaguas: la boda de Liz Taylor y Larry Fortensky, quienes se habían conocido en una clínica de desintoxicación alcohólica. Claro, la gente se fue al chisme, divulgado con lujo de detalles por los medios. Que si él era veinte años más joven y ella lucía avejentada, que si él se veía alto, guapo, que si había sido una influencia muy positiva en la cura antialcohólica de Liz, pero que era un desconocido de extracción plebeya, compensando unas cosas con otras, etcétera. En fin, el chisme. Pero las verdaderas significación y trascendencia del acontecimiento se daban en otro plano.

Verán.

Se había logrado, nada menos, la unión de la estrella de cine y el proletario, la princesa de los cuentos y el caballero de los ladrillos, la fama y el anonimato, la riqueza y la pobreza, la élite y las masas, la jet set y la "naquiza"... Y ante esa aplastante evidencia, los conflictos sociales tuvieron que despedirse. ¿Cómo habrían podido prosperar con tremendo ejemplo paradigmático en contra?

Era el octavo matrimonio de Liz, y ella declaró: éste es el bueno. Y en efecto, por años fueron felices. Ella preparaba los desayunos por las mañanas, él sacaba la basura, ella lavaba los platos, él iba al super, ella sacudía los muebles, él se ocupaba de la gotera del grifo, tarea que le encantaba dado su oficio de albañil.

En fin, lo que antes se dirimía en el plano de los conflictos sociales, pasó a resolverse en la cama, adiós huelgas y barricadas, adiós guerrillas y revoluciones.

Pero un día, ¡Liz anunció la separación! Y desde entonces todo se puso patas arriba, la gente comenzó a protestar muy duro, como hacía tiempo que no se escuchaba. Muchos nos preguntamos: ¿Vuelta a los conflictos sociales?

No quiero ni pensarlo.



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