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La insignia
1 de abril del 2002


Uruguay

La que nos espera


Marcelo Pereira
Brecha. Uruguay, abril del 2002.


Según se sabe, en Uruguay las actividades políticas suelen comenzar "en serio" cada año, como muchas otras, después de la Semana de Turismo, y en 2002 eso quiere decir con los 90 días de tres meses enteros transcurridos desde el 1 de enero. No es que no haya pasado nada en enero, febrero y marzo, pero la agenda propiamente dicha se abre a partir del lunes 1 de abril. Y está, si buscamos asuntos capaces de acaparar el interés de la opinión pública, casi en blanco por razones comprensibles.

se acabó la diversión. Los gobiernos de coalición suelen perder su impulso inicial cuando promedia el mandato presidencial, porque más de un socio empieza a pensar en la necesidad de diferenciarse para las siguientes elecciones, y la actual alianza de colorados y blancos empezó a flaquear antes que las anteriores, y más, porque su composición es singular y las circunstancias del país aceleran el proceso centrífugo.

Los puntos de apoyo del presidente Jorge Batlle son resbaladizos: su propia lista 15 no cuenta con demasiadas figuras de peso, y da la casualidad de que sus acompañantes mayores, el Foro Batllista y el Herrerismo, son sectores encabezados por sendos expresidentes a quienes nada disgustaría un nuevo mandato, y de los cuales no cabe esperar un respaldo por completo desinteresado en el año previo a las internas de los partidos y ni siquiera en el anterior.

Súmese a eso que los sectores no herreristas del Partido Nacional ejercen su legítimo derecho a mostrarse distintos del lacallismo con miras a esas internas, que no serán fáciles para ellos, y -por último pero no con menor importancia- que la situación económica del país es terrible, con perspectivas más pavorosas a medida que llegan de Argentina, un día sí y el otro también, noticias muy malas para nosotros. Y eso significa crecientes tensiones y presiones sociales ante las cuales nadie quiere parecer insensible, sobre todo si eso significa riesgo de hundirse amarrado al mástil oficialista, mientras el Encuentro Progresista-Frente Amplio (ep-fa) cosecha a su gusto en el vasto campo de los descontentos.

En suma, un mandato que comenzó entre expectativas de grandes cambios y con promesas de diversión es amenazado, en forma prematura, por el ingreso a la más deprimente de las rutinas: la de agotar sus fuerzas diarias en el intento de aguantar tormentas, sin espacio ni tiempo para lanzar iniciativas de mayor aliento, capaces de entusiasmar a la población.

importa exportar. El diputado colorado Jorge Barrera (15) y el blanco Sebastián da Silva (Desafío Nacional), consultados por BRECHA sobre la agenda política de este año, coincidieron en asignar prioridad al aumento de las exportaciones uruguayas con destino a nuevos mercados. Pero está claro que las propuestas y discusiones en esas materias, con toda su importancia, no son de las que apasionan a la gente y acaparan su atención. Es más probable que haya debates con repercusión sobre la contracara de esos esfuerzos, o sea las medidas que se crea necesario adoptar para absorber el impacto argentino, y tengamos más de lo que ya hemos visto: demandas y protestas de los más diversos sectores económicos, a menudo con apoyo de la izquierda, que vengan a complicarle aun más la vida al oficialismo.

La 15, según Barrera, enfatizará que 2002 no es un año electoral ni "un tiempo de confrontación, sino de solución", y reivindicará la necesidad de "grandeza" para buscar entendimientos y poner en marcha propuestas viables contra la crisis, incluyendo el avance en reformas estructurales como las de la Dirección General Impositiva, el aumento de la transparencia en la gestión pública y el proceso de "apertura y desregulación de la economía, que termine con monopolios y derribe trabas burocráticas", mientras Batlle recorre el mundo para "pedir comercio y no ayuda", como "está en la esencia de la dignidad de los pueblos". También destacó en el terreno social, al igual que su colega blanco, el proyecto de nuevo Código del Niño, aprobado en la Cámara de Representantes y a estudio del Senado.

Da Silva marcó varios matices significativos, y en primer lugar el de que "la agenda de gobierno básicamente la define el Partido Colorado", mientras los blancos se esfuerzan por plantear alternativas, como las muy mentadas pero no tan conocidas 57 medidas económicas propuestas desde el año pasado. Opinó, como Barrera, que la apertura de nuevos mercados es crucial, para superar la actual dependencia de la región y las sombrías perspectivas asociadas con el descalabro de Argentina, pero hizo mayor hincapié que el quincista en la necesidad de apoyar esa apertura con una amplia gama de estímulos a la exportación, que abarque desde los alivios tributarios a las facilidades para formar consorcios de exportadores, capaces de afrontar demandas de volumen y calidad en mercados exigentes, una actualización del servicio exterior que lo ponga en condiciones de promover más y mejor la colocación de nuestros productos, e incluso una ley de maquilas.

Sin embargo, reservó un espacio de su agenda 2002 para impulsar el debate ideológico dentro del Partido Nacional y "empezar a mover la estructura política del sector, latente en los dos últimos años, ahora con (Juan Andrés) Ramírez un poco más lanzado".

imprevistos y no tanto. El anterior esbozo de la actividad política de 2002 no permite prever multitudes de interesados en ella, aunque este año incluya el paréntesis de algunas semanas que impondrá desde junio el Mundial de fútbol.

Ha de tenerse en cuenta, también, que la principal iniciativa planteada hasta ahora por el ep-fa, el referendo contra la asociación de ancap con privados, se llevará adelante por la "vía larga" que implica reunir unas 610 mil firmas, y eso quiere decir que gran parte del año, o el año entero, transcurrirá mientras se lleva a cabo la recolección. Entre eso y la crítica del modo en que el gobierno dice que debe paliarse la crisis, más las elecciones internas frenteamplistas y quizás algún conflicto, de los que nunca faltan, entre la Intendencia Municipal de Montevideo y el sindicato de sus empleados, la coalición de izquierdas tendrá en qué ocupar su tiempo, mientras teje las nuevas alianzas sociales y políticas a las que apuesta para triunfar en 2004. Y seguramente seguirá pateando las pelotas que le deja picando, en Canelones, la gestión del intendente Tabaré Hackenbruch, a quien muchos colorados y blancos ven a esta altura una especie de Elizalde modelo 2000-2005, amigo da onça y capaz de crear condiciones óptimas para el triunfo de la izquierda en ese departamento y en el país.

A estas actividades previsibles pueden agregarse, para la oposición y para el oficialismo, las de afrontar repercusiones sectoriales graves de la malaria general, entre las cuales (toquemos madera) podrían estar problemas importantes en el sistema de salud, que tiene instituciones grandes muy cerca de la crisis, o en el de créditos al consumo, que vive al borde del abismo por las dificultades de la gente para pagar créditos usurarios.

La misma malaria ha acercado, sin que el sistema partidario se esforzara demasiado, la muy postergada hora de reformar las llamadas cajas paraestatales (Bancaria, Militar, Notarial, Policial y de Profesionales Universitarios), que cae por su propio peso hacia la discusión parlamentaria, porque esas instituciones tienen dificultades insalvables para mantener la calidad superior de sus prestaciones, y se ven forzadas a converger con el sistema común administrado por el Banco de Previsión Social y las administradoras de fondos de ahorro previsional (afap).

También está siempre cerca del estallido la cuestión de las cárceles, y lejos de solucionarse tras el último motín en el penal de Libertad, de modo que no hay que descartar nuevos dramas de alto impacto en ese terreno.

otros imprevistos. Si algún otro asunto pendiente de larga data y amplio potencial polémico, como los del aborto (que la Comisión de Salud y Bienestar Social de la Cámara de Representantes tiene entre sus temas a estudio) o el consumo de marihuana irrumpieran en el debate público por iniciativa política, es probable que ella no provenga del Herrerismo, opuesto a modificar las normas vigentes sobre esas cuestiones, pero tampoco de foristas o encuentristas, cuyos principales dirigentes comparten, desde distintas ubicaciones, el interés en no espantar ni un votante en los próximos tres años. Ambas fuerzas evitan ciertos movimientos por la misma razón que lleva a algunos empleados públicos, en especial de instituciones con buenas condiciones laborales como la banca oficial, a no hacerse notar demasiado mientras el simple paso del tiempo los hace ascender y mejora su remuneración.

Sin embargo, es el doctor Batlle, fecundo en ardides, quien ocupa el Edificio Libertad, y eso impide descartar que jugadas políticas inesperadas sustituyan la agenda política previsible y aun la imprevisible, con intención deliberada de aflojar las presiones de la crisis o simplemente porque el presidente no puede con su genio. No sería la primera vez que el veterano político pone a todo el sistema de partidos y a los medios de comunicación a correr tras pelotazos sin destino claro.

Además, y aunque sólo sea por prolijidad de la memoria, debe recordarse que una de las hipótesis manejadas por Batlle al comienzo de su mandato fue que, promediando éste, fuera necesario barajar y dar de nuevo en materia de alianzas de gobierno. Eso parece hoy lejano y casi imposible, pero bastaría con que actuales tendencias centrífugas en la coalición de colorados y blancos se aceleraran para que lo inviable empezara a tener cara de necesario.



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