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La insignia
26 de abril del 2002


La nostalgia de lo desconocido


Jorge Albístur
Brecha. Uruguay, abril del 2002.

Andando por el mundo
James Petras
Grupo Editor Altamira. Buenos Aires, 2001. 242 págs.


Según cuenta el escritor argentino David Viñas, quien presenta brevemente el libro, cierto transeúnte de Ciudad de México lanzó al pasar esta frase concluyente: "Cuando un gringo es de izquierda en los Estados Unidos hay que apostar a su mano, cuate". Con prescindencia de alineaciones ideológicas, el primer elogio que merece James Petras tiene que ver con su militancia en las más nobles causas: el problema del latifundio en América Latina le ha preocupado prioritariamente, y se ha convertido en asesor del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra, de Brasil.

Pero este analista de asuntos internacionales cuyas notas suelen ser recogidas en BRECHA, hijo de un pescador independiente y formado en Boston y California, ha sido un testigo crítico de todos los grandes acontecimientos de las últimas décadas: los movimientos estudiantiles en las universidades de Estados Unidos, las dictaduras de Suharto, Pinochet, Marcos y Hussein, el proceso cubano, el conflicto árabe-israelí, Grecia y los Balcanes, la revolución zapatista, la caída del muro de Berlín, el mundo socialista después de 1989. Otros sucesos, menos visibles, motivan también sus denuncias: le irritan en especial las formas de hipocresía y arribismo y deja al desnudo la corrupción en los organismos internacionales y la vida universitaria. Sus observaciones se desenvuelven, invariablemente, en defensa de los movimientos sociales y las alternativas al "capitalismo salvaje".

Miembro del Tribunal Russell contra la represión en América Latina, Petras es sobre todo un ensayista, y así lo revelan sus principales títulos: América Latina, ¿reforma o revolución?, Capitalismo, socialismo y crisis mundial, , Democracias frágiles, América Latina. De la globalización a la revolución. El libro es, en este conjunto esencialmente de exposición y teoría, un descanso narrativo: un grupo de cuentos que deja espacio, también, a cierto libreto teatral sobre los males de Checoslovaquia lanzada al neoliberalismo.

Apenas llama la atención, por lo tanto, la presencia ubicua del analista por detrás del relato: como suele ocurrir en la literatura de ideas, la tesis condiciona aquí a historias y personajes, deja escaso lugar al matiz o el misterio y subordina la aventura individual a los factores de la vida colectiva. En beneficio de la claridad del mensaje, y como si no confiase demasiado en su lector, Petras carga las tintas sin temor a lo obvio y asume los riesgos de la proclama y hasta el panfleto. No aburre jamás pero nadie puede asegurar que venza o convenza a quien está en la otra trinchera. Petras, en fin, sería un buen ejemplo para replantear las virtudes y defecciones del compromiso, como se hizo con frecuencia allá por los setenta.

La condición más destacada en este analista vuelto narrador tiene que ver con la eficacia y mordacidad de la sátira. Sus descubrimientos sobre el ser humano se transforman de inmediato en juicios coléricos y el lector no demora en advertir que tras el satírico está el moralista. Éste ríe poco, en realidad, y escribe con la rara nostalgia de lo no conocido: una sociedad más justa y que haga feliz a los hombres. La sátira es, además, lo bastante sabia para alcanzar también al propio escritor: sonríe al contar sus experiencias como cortador de caña en Cuba, porque entre la teoría política y la práctica revolucionaria hay la distancia que separa al bolígrafo del machete.



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