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La insignia
18 de abril del 2002


Entrevista con Naomi Klein

«La mugre detrás del brillo»


Tania Molina Ramírez
La Jornada. México, abril del 2002.


Su libro No Logo, se volvió un bestseller -libro de cabecera de activistas de izquierda y objeto de morbo de mercadólogos y publicistas- y va por los 700 mil ejemplares vendidos en 20 idiomas. Pero ella está cansada del papel que los medios y "el movimiento" le han dado y quiere volver al trabajo que la llevó a ser una autora de "éxito": escuchar, ver, indagar, seguir la ruta de los vicios del capitalismo global y las estrategias de resistencia. O, como decía de manera más sencilla su abuelo, a "descubrir la mugre detrás del brillo".


Naomi Klein se recarga contra un mueble como en busca de seguridad. Parecería que la estuvieran encañonando y no tomando una foto.

-Platícale algo- dice el fotógrafo.
-¿Cuál es tu personaje de caricatura favorito?
-Mmm...
-Bueno, ¿qué juguete siempre quisiste tener y nunca te compraron?
-¡Una Barbie!, contesta de inmediato Naomi.

¡Click! Misión cumplida.

¿Quién se hubiera imaginado que esta periodista canadiense de 32 años, que lleva más de dos años hablando ante auditorios repletos de estudiantes por todo el mundo, que ha sido estrella en foros como el Mundial Social de Porto Alegre e incluso en seminarios empresariales, le teme a una cámara fotográfica?

Klein, a quien el diario inglés The Times cataloga como "una de las personas más influyentes en el mundo menor de 35 años", es muy tímida. Le incomoda el papel de gurú. Prefiere escuchar a hablar, ver a ser vista.

Escuchar, ver e indagar, tal como hizo durante cuatro años cuando realizó una minuciosa investigación en Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña y Asia sobre "las marcas como un estilo de vida, los abusos laborales y la resistencia contra las trasnacionales".

El fruto de ese peregrinar fue No Logo. En diciembre de 1999, cuando el libro estaba en imprenta, las cámaras de CNN mostraron las batallas campales en Seattle durante la reunión de la OMC, y el mundo "descubrió" lo que aquella periodista-activista de 29 años llevaba documentando desde 1995. Naomi saltó a la fama de la noche a la mañana. Se volvió una especie de profetisa, aunque ella más bien siente que el movimiento la "arrastró", pues lo único que hizo fue seguir un hilo que conoció con sus amigos de la universidad.


Después de la McProtesta

Naomi está muy contenta. El pasado 29 de marzo, día en que la canadiense viajó a México, del otro lado del planeta, en Australia, decenas de refugiados aprovecharon una de las jornadas de manifestación convocadas por defensores de los derechos de los inmigrantes para escapar del centro de detención de Woomera. "¡Es este el tipo de acciones que necesitamos!", exclama con entusiasmo.

Frente a una taza de té de hierbabuena -para ahuyentar una incipiente gripa producto de cinco intensas semanas de trabajo en Argentina- en una cafetería de Polanco, la periodista explica, con voz pausada: "Hoy muchos activistas sienten que no hay nada después del activismo y se preguntan, ¿qué sigue? Está muy bien brincar de cumbre en cumbre -cosa que ya se volvió un ritual- haciéndoles la vida de cuadritos al FMI y al Banco Mundial, los cuales tienen que reunirse cada vez más lejos y en secreto, pero eso no basta para que haya cambios profundos".

Y explica: "Para retar una estructura tienes que estar luchando a favor de algo, tu lucha debe tener un sentido práctico (como lo tuvo en Australia), cosa que mucha gente siente que ahora está ausente".

"Las manifestaciones no son en sí mismas un movimiento. Sólo son la expresión vistosa de los movimientos cotidianos, enraizados en las escuelas, los lugares de trabajo y los barrios. O al menos eso deberían ser ... Algo está muy mal cuando las protestas están aisladas de las preocupaciones cotidianas urgentes. Significa que el espectáculo de mostrar un movimiento se está confundiendo con la tarea menos glamorosa de construir un movimiento", escribió el año pasado en un artículo en el cual advertía sobre el peligro de caer en las McProtestas.


El drogadicto

De niña, Klein escuchó muchas veces esta explicación: "Vivimos en Canadá y no en Estados Unidos porque aquí no tienes que ser rico para enfermarte y puedes hacer documentales y el Estado paga". La familia Klein se había establecido en Montreal -donde ella nació- porque su padre se rehusó a combatir en la guerra de Vietnam. Sus dos padres trabajaron en el sector público, él en el sector salud y ella hacía documentales feministas y sobre el movimiento pacifista. Ahora ambos viven en Vancouver, donde el recién electo gobierno de derecha cortó un tercio de los recursos del sector público. El pasado 30 de marzo, Naomi habló con su padre, en proceso de jubilarse, quien le dijo: "Estoy mirando cómo el trabajo de mi vida entera se va por el caño, todo lo que construimos es desmantelado".

La experiencia familiar alimenta las convicciones de Klein: "El capitalismo actúa como un drogadicto, y ahora, por la recesión, está sin droga, así que no importa cuánto cambie su discurso, es más violento porque necesita nuevos mercados". ¿Cuáles mercados? "La propiedad intelectual y la vida", asegura Naomi. Todo, dice, es objeto de privatización.


Cambiar de sentido

Por más que lloró y suplicó, la niña Naomi nunca tuvo una Barbie. Para sus padres hippies era una cuestión de principios.

Ahora, Naomi es una de las más agudas críticas de las marcas -tema que ha tratado, no sólo en su libro de 543 páginas, publicado en español por Paidós el año pasado, sino también con regularidad en sus colaboraciones en el diario canadiense The Globe & Mail, el inglés The Guardian y La Jornada- Y es que, ¿quién mejor para desenmascarar lo que hay detrás de las marcas que alguien que aún hoy se confiesa deslumbrada con los escaparates de las avenidas de Nueva York, pero que además tuvo un abuelo que le aconsejaba: "Siempre busca la mugre detrás del brillo"? (Su abuelo, Philip Klein, fue animador en Walt Disney y lo despidieron por organizar "la primera huelga" en los estudios de esa compañía).

En No Logo, Naomi alerta sobre cómo las trasnacionales convierten a las marcas en un estilo de vida, sobre cómo integran la cultura y los valores a las marcas. Después de publicado el libro, dice, este proceso simplemente se profundizó: "No sólo hay cada vez más grupos de música y programas patrocinados por empresas, sino que éstas crean programas, como una película de animación que está por salir, Food Fight, inventado por compañías de alimentos".

***

En este "mundo regido por las marcas", la mayor de ellas, dice Naomi, es USA. Tras el 11 de septiembre, "nacionalmente, la marca USA fue todo un éxito, aunque internacionalmente haya sido un fracaso. El lema en Estados Unidos es: 'Lucha contra el terrorismo, ve de compras'; es un retorno al lenguaje de la guerra fría".

"Los seres humanos necesitamos darle sentido a nuestra vida -sigue Klein-, ahora lo obtenemos a través de nuestros tenis y, desgraciadamente, de la guerra".

Así, para Naomi, lo que hace falta no es decirle a la gente "no compres tenis Nike", sino darle otro sentido a la existencia. ¿Dónde buscarlo? "En la comunidad", asegura. No en el sentido geográfico, sino como un vínculo entre personas con los mismos intereses y sueños.

Como miembro de una familia de migrantes (sus abuelos llegaron a Estados Unidos provenientes de Rusia y sus padres emigraron a Canadá ?"vivir en Toronto es como un accidente"?), Naomi sabe de lo que habla. "Si no hay un sentido de comunidad en tu vida buscas sustitutos a través del consumismo, del patrioterismo".

Hay, además, otra razón de peso para apoyar lo local, agrega Naomi. "El poder financiero mundial sólo puede enfrentar a unos cuantos adversarios, no a muchos chiquitos. La diversidad es un enorme obstáculo para la oligarquía económica y política. Si lo local es fuerte, el neoliberalismo tendrá problemas para crear un solo modelo global".


El logo de No Logo

Naomi se negó a registrar No Logo como una marca, aún cuando la editorial le dijo que debía hacerlo ("¡Yo quiero que la gente lo use!", contestó).

Pero se acaba de enterar que en Italia hay una compañía de alimentos que patentó No Logo. También se puede comprar en ese país carátulas para teléfonos celulares No Logo.

¿Qué va a hacer al respecto? Nada.Incluso, recibió una carta del abogado de una compañía de ropa que decía que la iba a demandar porque ellos tenían la patente de No Logo y ella estaba violando su registro. "Le conté a un periodista, quien llamó a la empresa, y después la compañía se disculpó conmigo y me preguntó que si no quería entrarle al negocio con ellos", platica y se ríe divertida.Pero no sólo las empresas usan No Logo, Naomi cuenta que en la Universidad de Toronto, donde estudió literatura, los estudiantes tienen un Día de No Logo.


Un libro "con vida propia"

Todo por ser "mala alumna". Naomi se había salido de la escuela sin terminar la carrera. Decidió regresar. Pero conoció a un grupo de estudiantes que hacía campañas contra la invasión del espacio público por las marcas.

En aquel tiempo ya publicaba artículos; escribió sobre estas acciones y decidió seguir el tema de la creación de las marcas. Hasta que resolvió hacer un libro. Y volvió a dejar la escuela.

El año pasado ganó el Premio Nacional de Libro de Negocios, patrocinado por PricewaterhouseCoopers y el Banco de Montreal.

Este es uno de los reconocimientos que Klein ha compartido con Avi Lewis, un periodista de la televisión pública de Canadá, a quien conoció en 1996 cuando fue a entrevistarlo y con quien se casó en 1998. "Durante años me saludó cada mañana con una taza de café y un bonche de recortes de la sección negocios". También la acompañó a sus viajes a Indonesia.

"Cuando comencé el libro, no sabía si estaba cubriendo escenas marginales y atomizadas de resistencia o el nacimiento de un movimiento potencialmente amplio. Transcurrió el tiempo y vi que un movimiento se formaba ante mí, y el libro cobró vida propia, se volvió parte del movimiento", contó Klein a Masiosare el año pasado, cuando vino a presenciar la llegada de los zapatistas al Zócalo capitalino.

***

No Logo es texto de cabecera no sólo de los jóvenes politizados, sino también de los empleados del otro personaje central de la obra: los "monstruos corporativos" que se han unido para imponer "un gobierno planetario de facto".

Naomi ha recibido numerosas invitaciones a seminarios donde la mayoría de los asistentes son empresarios o trabajan en mercadotecnia. "Saben que algo está sucediendo y lo quieren comprender", dice.

William G. Davis, ex presidente de Ontario, felicitó a Klein por la calidad de su trabajo durante la ceremonia del Premio Nacional

de Libro de Negocio y en la página de PricewaterhouseCoopers se lee: "No Logo es una atractiva combinación de un amplio trabajo periodístico y de provocativas anécdotas personales contadas con sentido del humor por Klein. Ella rastrea las razones detrás del crecimiento del activismo antiempresarial y explica las razones por las cuales este emergente movimiento mundial es una fuerza que debe ser tomada en cuenta".

Ha habido compañías que le han pedido asesoría, lo cual divierte mucho a Naomi, quien nunca ha aceptado las ofertas.

Claro que no todos los empresarios la quieren, pero tampoco les es indiferente. El semanario The Economist dedicó los artículos principales de su edición de la segunda semana de septiembre de 2001 a criticar a "la Biblia de los globalifóbicos". La portada era una copia de la tapa del libro de Klein, pero en lugar de No Logo, los británicos escribieron Pro Logo.


El sur también existe

"Fui a Argentina porque pensaba que ahí se estaba llevando a cabo una revolución contra el neoliberalismo. Y era cierto", cuenta Naomi, quien también ha colaborado en The Nation, The New York Times, Toronto Life, The Village Voice, Newsweek International, New Statesman, Ms., The Baffler y Saturday Night.

En Buenos Aires pasó cinco semanas con los piqueteros. Ahí volvió a constatar que el movimiento contra el neoliberalismo no es exclusivo del norte: "El problema de llamarle 'movimiento' es que oscurece el hecho de que la resistencia activa contra el neoliberalismo es más fuerte en el sur".

Otro problema con el nombre, dice Klein, es que "más que un movimiento, lo que hay es un estado de ánimo, de impaciencia, de coraje".

"En los lugares privilegiados del norte (e incluso del sur) hay un puñado de ONG y grupos estudiantiles que se ponen la etiqueta de 'el movimiento'", lanza. En Canadá hay ONG que dicen 'somos parte de un movimiento global, hemos leído todos los artículos en internet, estamos en las mismas listas de correos', pero en México están los que organizan trabajadores en las maquiladoras y los que intentan parar el Plan Puebla Panamá".

Lo que se necesita, asegura, es "muchísimo diálogo entre los movimientos sociales, conocernos". El foro de Porto Alegre se ha vuelto "el lugar para estar", pero "la gente de Canadá que va al foro no es la que hace acción directa (los pescadores o los granjeros indígenas), sino las cabezas de las ONG y los académicos". "Las conexiones realmente emocionantes son las que puede haber entre los piqueteros y los activistas de Soweto, entre los activistas mexicanos y canadienses contra la 'frontera inteligente', eso es explosivo".

***

En Argentina volvió a sus andanzas de investigadora.

Y tras estar separada durante largas temporadas de Avi, ahora vuelven a trabajar juntos.

Sudáfrica y el "apartheid económico"; Canadá y proyectos como el sindicato de usuarios del transporte público; México y el Plan Puebla Panamá, serán algunas de las experiencias que documentará. Su enfoque, como en No Logo, estará "en los mecanismos para reapropiarse de la esfera pública".

Este año, Klein presentará un nuevo libro con una selección de sus artículos. Pero fuera de eso se dedicará a lo que realmente la apasiona: escuchar, ver e indagar. O, como decía su abuelo, a "descubrir la mugre detrás del brillo".



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