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La insignia
5 de abril del 2002


Libros

Viejas y nuevas formas del saber


Ariel Ruiz Mondragón


Simone, Raffaele
La Tercera Fase. Formas de saber que estamos perdiendo
Traducción de Susana Gómez López
Madrid, Taurus, 2001. 165 p.


Las aceleradas y profundas transformaciones que ha experimentado el mundo en los años recientes han generado novedades en todos los ámbitos de la vida social. Una de ellas es la que estamos experimentando en el terreno del saber, ya que la transmisión del conocimiento se está realizando de forma cada vez más amplia y dominante a través de medios audiovisuales: la radio, la televisión, Internet, computadoras, cd. rom. La revolución tecnológica ha cambiado tremendamente la forma en que aprehendemos el mundo, por lo que ya se corre el peligro de perder las viejas formas de saber que podemos llegar a suponer superadas, como la cultura impresa, por ejemplo. El libro de Simone, importante contribución a la historia del conocer, explora los riesgos que implica y las oportunidades que brinda la cultura audiovisual en el conocimiento.

Para Simone, han existido tres fases en la historia de la formación de los conocimientos y del saber humanos. La primera ocurrió cuando se inventó la escritura, con la que se dio un soporte estable y duradero a las informaciones que anteriormente los hombres tenían que almacenar sólo en su memoria; la segunda sucedió con la invención de la imprenta, la que posibilitó una amplísima difusión del libro, que pasó a convertirse en el símbolo del conocimiento y de la cultura. Ambas fases del conocimiento tenían en común un par de características: la lectura y la escritura, formas que permitieron la preservación y propagación del saber.

La tercera fase ha ocurrido en los últimos veinte años, producto del auge de los medios audiovisuales. Como en las anteriores fases, ese cambio se ha producido por dos tipos de fenómenos: el técnico y el mental. El primero "consiste en el hecho de que se inventan continuamente 'instrumentos' materiales nuevos vinculados con el conocimiento"; el mental "está constituido por el paso, primero, de la oralidad a escritura, y segundo, de la lectura a la 'visión' y a la escucha, un tránsito que también ha producido cambios en nuestro modo de pensar."

Los grandes motores de la tercera fase son dos: la televisión y las computadoras, por una parte, y por la otra, la aparición de la informática y la telemática, que han aumentado la potencia de la televisión y el teléfono para aumentar su capacidad para conectar al mundo.

Hay dos tipos de inteligencia: la simultánea, que opera sobre datos simultáneos e ignora el tiempo, y la secuencial, que actúa sobre "la sucesión de estímulos, y los coloca en línea, analizándolos y articulándolos." A la segunda corresponde la visión alfabética, resultado de la escritura, la que "permite adquirir informaciones y conocimientos a partir de una serie lineal de símbolos visuales, ordenados uno tras otro de la misma manera que los signos alfabéticos en una línea de texto." De esta visión el hombre enriqueció su capacidad cognoscitiva, la que debe ser educada, entrenada y mantenida en forma. La inteligencia secuencial es considerada más evolucionada y compleja que la simultánea.

Sí la inteligencia secuencial que trajo la visión alfabética se desarrolló gracias a la escritura, la visión no alfabética se sustenta en una gran diversidad de estímulos visuales y de sonidos. El tránsito de la primera visión a la segunda es el espacio de la tercera fase, que Simone describe de la siguiente manera: "hemos pasado gradualmente de un estado en el que el conocimiento evolucionado se adquiría sobre todo a través del libro y la escritura…, a un estado en el que éste se adquiera también -y para algunos principalmente- a través de la escucha o la visión no alfabética, es decir, a través de la inteligencia simultánea. Hemos pasado, así pues, de una modalidad de conocimiento en la cual prevalecía la linealidad a otra en la que prevalece la simultaneidad de los estímulos y de la elaboración."

Una de las más peligrosas manifestaciones de lo anterior se halla en la detención de la alfabetización, tendencias al analfabetismo y al deterioro de la calidad de la enseñanza. De tal forma, se está perdiendo la inteligencia secuencial mientras devora terreno la simultánea gracias a la influencia de los medios audiovisuales electrónicos. Las jóvenes generaciones, que son las víctimas de ese cambio, se han convertido en la "vanguardia de esta migración de retroceso."

Como se puede observar con claridad en los días que corren, las personas se están alejando de la lectura y la escritura de manera dramática. Con ello se está renunciando a una de las conquistas de la humanidad: la inteligencia secuencial, una forma de saber avanzada, mientras retrocedemos a unos medios más primitivos. ¿Por qué ocurre esto? Debido a que la visión alfabética, al requerir más práctica y más esfuerzo, resulta bastante menos atractiva y más fatigosa que la visión no alfabética que ofrecen los medios modernos. Simone lo expone en estos términos: "'El esfuerzo de leer' no puede competir con la 'facilidad de mirar'".

Las consecuencias de la tercera fase se dejan ver en varios terrenos, como el del lenguaje, que se puede observar en la forma de expresarse de las jóvenes generaciones: no sólo en el léxico, sino en la calidad del lenguaje, su organización interna y el modo en que se nombran y describen las cosas. Señala el autor acerca de los jóvenes: "han adoptado costumbres comunicativas completamente diferentes a las de sus padres… y se están acercando gradualmente hacia una orilla más allá de la cual se encuentra el silencio." EL lenguaje de los jóvenes resulta elemental en cuanto a la escansión textual, con un léxico banal y, sobre todo, genérico. Esto último implica lo que Simone llama una actitud no proposicional, ya que es genérica (evoca el pensamiento globalmente), vaga (designa categorías generales indiferenciadas), utiliza palabras generales (que pueden nombrar lo que se quiera) y rechaza las estructuras jerárquicas, sintácticas y textuales, o utiliza estructuras muy simples. Aunque esa actitud no es necesariamente mala, si ha resultado ser bastante resistente al análisis.

Uno de los problemas actuales cruciales que menciona el autor es que la nueva cultura que permea a los jóvenes entra en un profundo conflicto con la escuela, la que pretende enseñar un espíritu crítico, analítico, lo que no es el objetivo de los media.

La inteligencia secuencial, como la entiende Simone, tiene una gran tradición, especialmente desde la invención de la escritura y de la lectura. Permite un pensar más complejo, más difícil; por lo tanto, es una tarea más ardua. Por el contrario, sin ser completamente negativas, la inteligencia simultánea, el auge de las actitudes no proposicionales en el lenguaje, del culto a las imágenes, nos estarían alejando del conocimiento complejo. Ante semejante situación, es necesario preservar las antiguas formas del conocer.

La gran paradoja es que en un mundo tremendamente complejo, de grandes avances tecnológicos que problematizan más la realidad, nuestras formas de aprender se están haciendo más simples. Corremos el peligro de que al abandonar las viejas formas del saber que nos ha dado la inteligencia secuencial, perdamos la capacidad de adquirir conocimientos complejos, lo que nos puede incapacitar al hombre para comprender un mundo cada vez más intrincado.



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