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La insignia
26 de mayo del 2001


A ritmo de samba, telenovela y dictadura

Historia de la vida privada del Cono Sur*


Diego Sempol
Brecha. Uruguay, mayo del 2001.


A principios de los años treinta nacía la Escuela de los Anales en Francia como reacción a los enfoques positivistas que abundaban en la época. Su intento de fundar una "nueva historia" resultó exitoso, en parte por su capacidad para insertarse en la industria cultural -gracias a productos accesibles al gran público, sin los tecnicismos propios del circuito de especialistas-, y también, y por otro lado, por su progresiva inserción en los espacios académicos franceses. Fue con la llamada "tercera generación", y con la nueva dirección que tomaron sus investigaciones -influidas tanto por los aportes de la antropología como por los trabajos de Philippe Ariés sobre la niñez y la muerte-, que se define dentro del terreno de las mentalidades una nueva área problemática: la relación que existe entre lo público y lo privado. El historiador francés Georges Duby buscó definir estas nociones en dos niveles, pautando antes que nada lo privado como lo opuesto a lo público (todo lo que es regulado por distintas formas históricas del Estado) y por otro diferenciando las formas de socialización privadas (la familia, el hogar, la comida) de las públicas (las fiestas, el teatro y la feria). El objetivo fue realizar una relectura del pasado buscando rescatar aspectos hasta ahora invisibles en los abordajes tanto marxistas como positivistas.

El éxito editorial de esta colección demostró con creces lo acertado de la propuesta. La academia francesa una vez más estaba interpelando el pasado con preguntas que interesaban a una sociedad presente. Su impacto se dejó sentir rápidamente también en Latinoamérica, aunque paradójicamente y como confesara Fernand Braudel, los franceses habían sido influidos por un libro brasileño, Casa-grande e senzala, un clásico desde su publicación en 1933, escrito por Gilberto Freyre, un precursor para los europeos. Pero nadie es profeta en su tierra, y los americanos llegaron así tardíamente a la "nueva historia".

Entre 1998 y 1999, Brasil, Argentina y Uruguay lanzaban al mercado sus propias colecciones, haciendo propios los desafíos teórico-metodológicos de esta nueva mirada. Una reacción tan veloz revela por un lado la creciente internacionalización de las tendencias historiográficas europeas, y la fuerte y tradicional impronta que tiene la producción historiográfica francesa en la academia de estos tres países.

Brasil fue, de los tres, el que tuvo que afrontar mayores desafíos para aplicar las nociones de lo público y lo privado. Como señala la historiadora Lilia Moritz Shwarcz, "en el proceso histórico brasileño lo privado se fue afirmando como un factor que complica su desarrollo, ya que la población tuvo y en parte tiene un desconocimiento sistemático de la esfera pública". A su vez, la pobreza en la que vive gran parte de la población brasileña, agrega esta historiadora, obliga a importantes sectores a permanecer en un constante trasiego y a una integración intensa del individuo en la vecindad. Factores todos ellos que, considera, harían dificultosa, y hasta un poco forzada, la aplicación a estos grupos sociales de la noción de lo privado, debido a las distancias que existen entre su situación y las condiciones que exigiría una lectura que entiende lo privado como sinónimo de lo doméstico y lo estable.

De todas formas las tres colecciones abren nuevos y significativos problemas, responden menos de lo que interrogan, lidian con el asunto de diferenciar la vida privada de la que se conoce como cotidiana, y pautan la existencia, en la academia brasileña y la argentina, de una tendencia mayor a establecer comparaciones con otras regiones, lo que confirma una vez más la dificultad local de romper con cierta fijación "ombliguista" para empezar a mirar más allá de fronteras. Los tomos en los que se aborda el siglo xx muestran fuertes cambios y permanencias en estas tres sociedades; una aproximación comparativa, a modo de apunte, revela la existencia de inesperadas similitudes y distancias.


Televisión y vida cotidiana

Más de 7 mil hogares recibieron en 1951 la primera trasmisión televisiva en Buenos Aires. Desde entonces su presencia creció sin cesar en la esfera privada -brasileña, argentina, uruguaya-, cambiando con el tiempo sus usos y la coexistencia que el entorno humano construyó a su alrededor. En Buenos Aires en la década del 50 los amigos de la cuadra se reunían para ver partidos y eventos históricos por televisión, ya que por su alto precio aún escaseaba en muchos hogares. En los sesenta el televisor ya es un objeto de uso estrictamente familiar, pasando en los setenta a ser de uso individual. Desde los ochenta en adelante, este aparato -que tantas polémicas produjo sobre la "influencia" y "deformaciones" que acarrea a niños y jóvenes-, dejó en los tres países de ser un signo de estatus y adquirió la condición de necesidad.

Progresivamente fue conquistando todos los espacios del día y todos los días del año. Como recuerda Aguilar, cuando Canal 7, el 31 de diciembre de 1958, decidió interrumpir la trasmisión a las 23 horas para que "los espectadores pasaran con su familia, el público se quejó como si un familiar hubiese faltado a la fiesta". A partir de 1967 en Buenos Aires la trasmisión comenzó temprano en la mañana, horario que hasta ese momento era exclusivo de las radios, las que al transformarse en portátiles sobreviven por poder salir de la casa. Durante la tarde, la extraña luz de la tevé acompaña a las amas de casa y a los chicos, y durante la noche extiende un poco más la jornada ofreciendo un "confortable relax" a los adultos, compensación por las exigencias de la vida social pública. La televisión, al generar un discurso propio, se constituye en un nuevo "lugar" en el hogar. Para la antropóloga uruguaya Teresa Porzecanski la tevé pasa así a ocupar un lugar de mediador entre conflictos y silencios familiares, transformándose en el nudo de los ritos que tienen que ver con la unidad y el tiempo de la célula familiar. "La familia tipo de los cincuenta reunida en torno a la radio -agrega- está quizás en los noventa dispersa y cada uno de sus miembros cena a distintas horas, en silencio frente a su programa de televisión."

Con la llegada del tape se produce, para Aguilar, una aceleración de la temporalidad que hace que todo se convierta en entretenido e impactante, que los conflictos anulen casi por completo el proceso y la emoción brote a borbollones por sus canales. La televisión modificó la sensación espacial, porque trasmite la sensación de estar "presenciado el acontecimiento", al introducir en el hogar imágenes "exteriores". Con esto la información, además de la ficción, pasó a ser espectacular. La tevé refuerza los muros del hogar al promover el sedentarismo y la pasividad para obtener información, pero al mismo tiempo los derrumba porque genera un nuevo espacio en el que se mezclan imágenes ajenas de la esfera social y política. La televisión rompe con el consenso y la estabilidad del hogar, señala Aguilar, al introducir progresivamente lo que se considera "inapropiado" (cuerpos, lenguajes, comportamientos) en su seno.

En la Argentina la televisión avanzó además territorialmente, pasando a ser un factor fundamental de unidad que reafirmaba el poder porteño sobre el resto del país al recibir todos el mismo mensaje y las mismas imágenes.

Más fuerte aun fue el papel que tuvo la tevé en Brasil, ya que fortaleció su frágil sentimiento de identidad nacional al llegar con sus canales a regiones donde hasta ese momento ni siquiera el Estado había logrado estar presente. Su mensaje pudo además superar las barreras sociales y ofrecer una imagen nacional que permite el sueño de una integración plena.

Las telenovelas con su formato de melodrama ocupan un lugar importante en los tres países: promoviendo la construcción de los vínculos familiares en clave melodramática, fijando el ritual de verlas todos los días, propiciando la conversación sobre sus personajes y actitudes, o provocando que finalmente se bautice a los recién nacidos con el nombre de algún galán o estrella de turno. La telenovela brasileña, que usa desde principios de los setenta escenarios y conflictos contemporáneos de la clase media urbana, ofrece una imagen de unidad ante una realidad segmentada y heterogénea. La representación que formula de la realidad, si bien muestra una sociedad más blanca y rica de lo que realmente es, permitiría, para Esther Hamburger, la catarsis ante una representación que, pese a sus distorsiones, aparece como real y legítima y que además otorga la ilusión a los más excluidos de participar en la vida de los más beneficiados por el sistema.


La vivienda moderna

Tanto en Brasil como en Argentina y Uruguay existió durante el fin del siglo xix y comienzos del xx una preocupación común por ordenar los espacios urbanos de acuerdo a criterios "higiénicos" e incitar, a través de las formas de vivienda, prácticas de vida más "civilizadas" y "modernas". Pero a su vez los caminos por los que se procesó el tema en cada país fueron bien distintos.

En Brasil existió desde el principio un temor a lo que se llamó el "tumulto" y el "desorden": la coexistencia de diferentes sectores sociales -algunos de ellos pobres y considerados peligrosos- en un mismo espacio. La necesidad de "civilizar" se tradujo aquí mediante la planificación de grandes avenidas que sentaran las bases de una segregación social a través de la exclusión espacial. Las políticas municipales en ciudades como Rio de Janeiro, San Pablo, Recife, Porto Alegre intentaron segmentar a la sociedad mediante la creación de barrios distintos, en los que se nucleaba población con similares comportamientos y niveles socioeconómicos. Nacen así ya a principios del siglo xx las grandes periferias sin infraestructura, generando un choque entre la realidad y las ilusiones de las elites de imponer alguna suerte de control. Las respuestas articuladas para ofrecer viviendas "higiénicas" a los pobres fueron completamente insuficientes; los rancheríos siguieron creciendo y con ellos "el riesgo de la peste y la violencia". Se logró, sí, un atisbo de segmentación en la ciudad gracias a las configuraciones de nucleamientos urbanos distantes. En la parte sur de Rio de Janeiro se refugió la clase media y alta, mientras que los pobres ocuparon toda el área norte. Pero las distancias tenían a su vez incontables cercanías: muchas favelas crecieron en los cerros, justo donde terminaba el barrio acomodado. Además la cercanía, como señala el historiador Paulo Garcez, fue requerida por las propias exigencias urbanas: los sistemas de transporte no permiten a los que trabajan en las casas y comercios de la ciudad desplazarse a zonas muy alejadas. Pero la privatización llegó incluso a involucrar áreas originariamente públicas, como las grandes avenidas y playas cariocas, a las que sutilmente, debido a la distancia, no se permitía el acceso de los más pobres. La ciudad de San Pablo fue, para Garcez, donde se realizó la reorganización urbanística más "exitosa". Ya a principios de siglo se crearon los primeros barrios jardín, que por la disposición de sus calles, su lejanía y la prohibición de instalar negocios desestimulaban el tránsito de extraños por sus calles. Eran, de hecho, barrios privados con una gran homogeneidad social, fruto de la selección de los compradores de lotes. Jardim América nace en 1911 y fue el primero de una larga serie de barrios exclusivos que forman aún hoy el paisaje urbano paulista.

La aparición de los apartamentos implicó grandes cambios. Al principio se les llamó "palacetes" para atenuar cualquier identificación con el hacinamiento en que vivían los pobres. Su impacto también fue fuerte en Buenos Aires, como señala la historiadora Anahí Ballent, ya que pasaron a ser "símbolo de lo que se consideraba el hábitat doméstico metropolitano". El apartamento cumplía con las exigencias de la privacidad, el confort, la "facilidad de su uso y limpieza" y permitía gozar visualmente de la ciudad desde lo alto. La vieja casa petit-hotel cede paso a partir de 1930 a estas construcciones vistas como menos costosas y de todas formas eficientes en el marco urbano. La sala fue sustituida por el living-room, ya que los eventos sociales se desplazaron a espacios más públicos, y los sectores privados y de servicios se simplificaban así como la distinción de espacios circulatorios para empleados y propietarios. Aparecieron los monoambientes con terrazas, salón, bar, y otra gran cantidad de servicios. La racionalización del espacio se lleva a su extremo, la cocina y el baño se empequeñecen y aparece la noción de que la unidad habitacional responde a un determinado momento de la conformación familiar, pasado el cual se puede buscar un alojamiento más adecuado o pasar a soportar el mismo en condiciones de hacinamiento.

La "casa colectiva", sin servicios demasiado caros, fue pensada también como una alternativa perfecta para las cooperativas obreras. A partir de 1946, mediante la reactivación del Banco Hipotecario Nacional, el peronismo implementó la construcción de viviendas a escala masiva. El "chalet californiano" llegó así a ser considerado casi como "arquitectura peronista", y este tipo de "vivienda moderna", según Ballent, otorgó cierta homogeneización a toda la sociedad permitiendo atenuar las diferencias sociales.

El otro gran salto fue la aprobación de la ley de propiedad horizontal, que permitió construir a muchos en un único lote, produciendo un boom durante los años sesenta y setenta gracias al apoyo y crédito estatales. Más tarde aparecerían los reciclajes y los muy exclusivos countries, que se fueron transformando en verdaderos barrios privados que satisfacen la demanda de seguridad. También surgieron los farms clubs, propuesta naturista-ecológica-new age, que fracciona chacras y propone volver a la naturaleza, y también las villas miseria que rompen la homogeneización de vivienda creada a partir de los años treinta.

Montevideo sufrió similares intentos de reorganización urbanística, amparándose en razones de "higiene". Así lo señala el trabajo de la historiadora Yvette Trochón, que aborda el auge y decadencia del Bajo montevideano, área de prostíbulos y cabarets que permitía evitar los desbordes de la "inmundicia social" y establecer un férreo control policial y médico sobre las prostitutas. Este dispositivo de "defensa de las vírgenes" finalmente cedió ante los continuos embates puritanos a fines de los treinta, momento en que comienzan a ser desalojados los prostíbulos del Bajo, reubicándose muchos de ellos en las periferias de la ciudad.


Dictadura y militancia

Sobre este tema pueden detectarse con claridad tres acercamientos diferentes en los trabajos analizados. La relación particular que establece cada uno de ellos entre forma y contenido parte sin lugar a dudas de un diálogo intenso con la sociedad, haciendo muy visible cómo la actividad académica está atada a la sociedad que la alberga. Parecería que las lecturas respectivas responden directamente a cómo cada sociedad procesó hasta el momento la experiencia del terrorismo de Estado y sus secuelas.

Marcelo Viñar y Daniel Gil hacen hincapié en el repliegue que la mayoría de los uruguayos habría realizado en su esfera de lo íntimo.

La intrusión a través del allanamiento de la morada o del cuerpo mediante la tortura generó la internalización del poder tiránico como "omnipresente y omnipotente: aunque no me pase nada, el terror, como Dios, siempre está presente". Consideran, asimismo, que se trivializa la temática cuando se señala que hubo afectados e indemnes: la otra mitad de la población fue hondamente afectada, aunque no "le pasó nada", por el efecto multiplicador de quienes vieron a seres cercanos con su destino desgarrado. Existió, afirman Viñar y Gil, un vasto sector de la población que, sin sufrir el dolor y el oprobio de la cárcel y la tortura, ante la impostura de juridicidad vigente se vio "en la mira" o en la inminencia de la prisión y el martirio. El acercamiento generaliza en extremo, probablemente debido a la falta de debates en la sociedad uruguaya sobre este período. Debates que hubiesen permitido abrir fisuras, marcar etapas y diferentes registros sobre lo que sucedió y cómo fue vivido, evitando esta percepción del período como un todo monolítico. La forma que utilizan los autores es respetuosa, firme pero pudorosa y encierra un discurso, más o menos implícito, de la necesidad de procesar una discusión que se debe la sociedad uruguaya toda ("no es el mismo olvido aquel que ha atravesado el dolor de la memoria, que el olvido que la ha salteado, creando una amnesia activa, intencional, productora de efectos perversos").

Esta forma y este contenido contrastan violentamente con el enfoque utilizado por Andrés di Tella para estudiar el caso argentino. Su trabajo aborda la vida privada en los campos de exterminio a través de los relatos de sobrevivientes, intentando caracterizar hasta en sus detalles más desgarradores lo que fue vivir bajo una vigilancia continua, fingiendo todo el tiempo para sobrevivir. El texto bucea incluso en los problemas de identidad que suscitó esa estrategia de supervivencia: "¿Estoy fingiendo un comportamiento -se preguntaba uno de los entrevistados-, o me estoy convirtiendo, en virtud de ese comportamiento en aquel que estoy fingiendo ser?". Esta duda atraviesa toda la investigación y asedia a más de uno de los testigos, especialmente a aquellos que fueron seleccionados para trabajar en la llamada "pecera" de la esma, oficina rodeada de vidrios donde se asignaba a los prisioneros, como parte de una estrategia de "recuperación", funciones de procesamiento de datos y producción de informes sobre distintos tópicos nacionales e internacionales. Este supuesto proceso de recuperación permitía a los presos conservar la vida aunque fuera por un día más, pero les generaba una tensión psíquica brutal porque en cada diálogo debían manifestar un cambio en su escala de valores, una adecuación al medio y sostener al mismo tiempo su negativa a delatar a otros compañeros. "El otro gran riesgo que teníamos los prisioneros seleccionados para el proceso de recuperación era la locura", recuerda Graciela Daleo.

El estudio rastrea también las justificaciones de los que colaboraron activamente delatando compañeros, como ocurrió con Máximo Nicoletti, líder clave de Montoneros que al caer preso se pasó de bando. "¿Culpas? Yo no tenía opciones. No tenía salida. Cuando yo caí en la esma, negocié mi vida, la de mi mujer y la de mis hijos. Pero esto fue un negocio y, como en todos los negocios, hay que dar algo a cambio. Y yo siempre supe que iba a ser así. Entonces, ofrecí entregar gente. Y entregué, pero a los que estaban por encima de mí, no los de abajo. Yo mandé al frente a los jefes, porque los hijos de puta eran ésos."

La forma de acercamiento al tema empleada por el autor es cruda y directa pero sin golpes bajos. La producción de relatos revela la existencia de una sociedad que ha procesado fuertes debates sobre el tema y que permite la explicitación de estas diferentes estrategias que, sin un contexto apropiado, podrían suscitar todo tipo de acusaciones o dudas. Hay por cierto una serie de capas de cebolla previas, tanto académicas como político-partidarias, que autorizan a Di Tella a realizar un acercamiento con estas características.

La investigación de María Tavares y Luiz Weis, asombrosamente, no utiliza ni una sola vez la palabra "trauma" en el momento de abordar, tanto a nivel individual como colectivo, el significado que tuvo la dictadura brasileña. Diferencia significativa con los otros trabajos, que podría generar debates teóricos acerca de la validez de la aplicación de la noción de trauma en contextos culturales distintos a aquellos en que fue conceptualizada.

Los investigadores destacan todo el tiempo que la oposición al régimen se produjo en algunos sectores de la clase media intelectual -señalando insistentemente la fuerte censura cultural que vivió el país durante estos años-, mientras la mayoría integrada a la "normalidad" cantaba "Eu te amo, meu Brasil, eu te amo". La violencia represiva en las favelas para muchos no implicó grandes cambios con respecto a lo que sucedió después del retorno a la democracia, ya que los escuadrones de la muerte y la tortura policial son aún fenómenos cotidianos para muchos de sus habitantes.

El trabajo rescata los distintos escenarios en los que se produjo la resistencia (periodismo, abogados, universidades, lucha armada), diferenciando los momentos más duros del régimen (69-74) de los más flexibles y los diferentes impactos que generó la represión en cada uno de estos ámbitos. Después de la salida democrática el tema parece haber sido desplazado por otros en la agenda de debates públicos.

Asimismo la investigación señala, a través de un abordaje de género, los rasgos patriarcales y homofóbicos de la izquierda brasileña.

También las diferentes construcciones de lo femenino que realizaron los politizados militantes del 68, y los de la década del 70, quienes propusieron una resistencia cultural sustentada en la equiparación de roles entre los géneros, el uso de drogas y las propuestas musicales y artísticas. Las características que encierran los militantes brasileños del 68 son similares a las que Esther Ruiz y Blanca Paris atribuyen a los militantes uruguayos de la década del 60. En ambos casos se trataba de grupos cerrados, muy politizados, donde lo privado era vivido como algo secundario ante la entrega a la lucha por el cambio, y donde existían ciertas innovaciones en la sexualidad, como las relaciones prematrimoniales, pero dentro de un formato convencional (fidelidad y monogamia).

Las diferentes lecturas responden sin duda a diferentes estados del debate público con respecto a lo que implicó la dictadura, e incluso a diferencias de matriz cultural entre los tres países comparados. Pero lo que también queda claro es que la sociedad uruguaya, entre las tres, es por lejos la que encierra todavía la mayor cantidad de desafíos por resolver respecto de su pasado reciente. Situación que podría interpretarse como una triste ironía, en versión negativa, de aquel mito fundante de la "excepcionalidad uruguaya".


* Historias de la vida privada en el Uruguay. Individuos y soledades. 1920-1990, de José Pedro Barrán, Gerardo Caetano y Teresa Porzecanski. Tomo III. Ediciones Taurus. Montevideo, 1998, 357 páginas.

Historia da vida privada no Brasil. Contrastes da intimidade contemporânea, de Fernando Novais y Lilia Mortiz. Volumen IV. Editorial Companhia Das Letras. San Pablo, 1998. 827 páginas.

Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina entre multitudes y soledades. De los años treinta a la actualidad, de Fernando Devoto y Marta Madero. Tomo III. Ediciones Taurus. Buenos Aires, 1999. 321 páginas.



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