Portada Directorio Buscador Álbum Redacción Correo
La insignia
9 de diciembre del 2001


¿Quién es Clarice Lispector?


Guadalupe Ángeles
La Jornada Semanal, suplemento de La Jornada. México, diciembre del 2001.


En este ensayo nutrido por las ideas y las definiciones que en su momento hicieran, entre otros estudiosos, Hélène Cixous y Marly de Oliveira, Guadalupe Ángeles nos recuerda que Clarice Lispector fue, entre muchas cosas más, la autora de "libros como gritos que gritan por los que callamos y en nuestro silencio somos cómplices". Para responder a la pregunta con la que titula su ensayo, Ángeles acude a la mejor fuente de respuestas que puede imaginarse: la obra de Clarice, comenzando por La hora de la estrella, pasando por Agua viva, Silencio, Felicidad clandestina, deteniéndose especialmente en La pasión según G.H. Queda la sensación de estar ante una autora inabarcable, a la que debemos volver una y otra vez para intentar una comprensión más completa de esta "persona sensible, angustiada con el hecho de no saber por qué vive, que creó una obra acerca de ese no saber…"


Titular un artículo con una pregunta es un arma de dos filos; por una parte se pretende despertar la curiosidad del lector, y si se logra, habrá que satisfacerla. La otra cara del cuchillo es tener que contestar esta pregunta a uno mismo, pues quien escribe la hace porque quizá aún no la ha contestado a satisfacción. Caminemos, pues, por la piel de esta hoja de navaja filosa: Clarice Lispector es una escritora deslumbrante; lo digo desde los ojos asombrados de la joven que era cuando por primera vez me enfrenté a uno de sus textos, quizá el más conocido en nuestro país: La pasión según G.H. Confieso que fui atraída por este título al encontrarlo en una librería de viejo porque mis siglas son G.A.H., y creí que encontraría entre las páginas de ese libro algo que pudiera ayudarme a definir para hacer mío el concepto de pasión, ya que, como dije, era muy joven y estaba aún a la espera de las grandes pasiones en mi vida. No sabía entonces que el libro que debí haber leído era precisamente Aprendizaje o el libro de los placeres, ya que en él Clarice Lispector plantea un nuevo conocimiento, un sondeo profundo en los corazones de dos personajes que intentan amarse más allá de sí mismos, pero dentro de la semilla profunda de su amor; avalan estas palabras las frases de Lori, la protagonista de esta novela:

Alivia mi alma, haz que sienta que Tu mano está cogida de la mía, haz que sienta que la muerte no existe porque ya estamos en verdad en la eternidad, haz que sienta que amar no es morir, que la entrega de sí mismo no significa la muerte, haz que sienta una alegría modesta y diaria, haz que no te indague demasiado, porque la respuesta sería tan misteriosa como la pregunta [...] bendíceme para que viva con alegría el pan que como, el sueño que duermo, haz que tenga caridad hacia mí misma pues si no, no podré sentir que Dios me amó, haz que pierda el pudor de desear que en la hora de mi muerte haya una mano humana para apretar la mía...

Escuchemos ahora la voz de Ulises, el protagonista masculino:

Yo podría tenerte con mi cuerpo y con mi alma. Esperaré aunque sea años a que tú también tengas cuerpo-alma para amar [...] Mira a todos a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos [...] No tenemos ninguna alegría que no haya sido catalogada [...] Hemos tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra salvación para no avergonzarnos de ser inocentes [...] Hemos disfrazado con el pequeño miedo al gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que realmente importa [...] Hemos sonreído en público de lo que no sonreiríamos cuando nos quedásemos solos [...] Nos hemos temido el uno al otro, por encima de todo [...] Pero yo escapé de eso, Lori, escapé con la ferocidad con que se escapa de la peste, Lori, y esperaré hasta que tú estés más preparada.

Esto es Clarice Lispector, una nueva manera de ver el mundo. Es, sobre todo, el no temer a las palabras, a esas palabras que expresan la ira y los más escondidos secretos que habitan dentro de sus personajes que son siempre seres nada irreales; al contrario, Clarice acostumbra dibujar con trazos claros y contundentes a quienes caminan por las calles y en un gesto nos descubren su vida sin saberlo. Léase si no La hora de la estrella (disponible en las librerías del país, publicada por Editorial Siruela), crónica de los trabajos de un escritor que pretende lanzar su grito de violencia a la vida tras contemplar la desesperación en la mirada de una joven humilde vista al pasar; eso es Clarice, el no miedo. Quiero dejarlo claro: el no miedo. Lo sé, pues ella dice en esta novela, al referirse a su personaje: "Podría resolverlo por el camino más fácil, matar a la niña-infante, pero quiero lo peor: la vida." Claro que Clarice se ha disfrazado de este escritor que, con gran esfuerzo y a veces en contra de sí mismo, escribe el libro que tenemos en las manos y no sabe bien cómo hacerlo. A la manera de Josefina Vicens en El libro vacío, escribe un libro desde la incapacidad de escribirlo, se plantea a través de esa duda inaplazable que guarda en su centro la validez de su propia existencia; maneja, pues, materiales peligrosos este autor que no tiene nombre pero es de sexo masculino, y debe serlo para no echarse a llorar al intentar escribir esta historia simple pero profunda, que consta de pequeños hechos que manifiestan la miseria de vivir sin saber que se vive, o la miseria de vivir simplemente y decirlo dando voz a la joven Macabea, quien no sabe casi nada de sí misma sino prácticamente hasta el final, cuando ya no es posible (aunque quizá nunca fue posible) vivir otra vida.

Clarice se dio a la tarea de echar al mundo libros como éste, reflexivos, atentos a poner sal en la herida, libros como gritos que gritan por los que callamos y en nuestro silencio somos cómplices; ya se sabe, nadie es culpable de la miseria y lo somos todos; reconocer lo poco humano que el mundo le ha permitido ser a Macabea, describir cómo es que ella apenas roza lo humano, pero es profundamente libre en su ignorancia de sí misma, eso es lo que determina que Clarice sea el no miedo. ¿No lo es si escribe muy cerca de la muerte Un soplo de vida?, libro recientemente publicado también por Siruela. Se trata de una obra póstuma ordenada por Olga Borelli después de la muerte de Clarice, fue la obra que dejó en su escritorio y que le sobrevive, con esa vida intensa que supo imprimir en todos sus libros. Éste, creado a la orilla de la vida, es su testamento explícito, es la confirmación de que sólo un autor valiente es capaz de aceptar y analizar (con la morosidad propia de quien estudia un caso único) su incapacidad para recibir la muerte. Pero hay más, mucho más de Clarice: está ese personaje que frente a un rinoceronte en el zoológico sabe que es la figura ideal para encarnar el odio que la habita, pues, cansada de dar amor, ha decidido odiar, y cómo mejor sino a través de ese ser imposible en el mundo suave de una mujer que ama. Ella ve al rinoceronte y sabe que puede matar, que es capaz de odiar como cualquiera; eso la redime, eso va más allá de las lágrimas.

Y están las frases, las benditas frases que transmite el no miedo (en La hora de la estrella):

Quién no se ha preguntado: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona? [...] qué hacer sino meditar para caer en aquel vacío pleno que sólo se alcanza con la meditación. Meditar no tiene que dar resultados: la meditación puede verse como fin de sí misma. Medito sin palabras y sobre la nada. Lo que me confunde la vida es escribir [...] el vacío tiene el valor de lo pleno y se asemeja a ello. Un medio de obtener es no buscar, un medio de tener es no pedir y sólo creer que el silencio que forjo en mí es respuesta a mi..., a mi misterio [...] Quiero aceptar mi libertad sin pensar en lo que muchos creen: que existir es cosa de locos, un caso de demencia. Porque lo parece. Existir no es lógico [...] Los hechos son sonoros, pero entre los hechos hay un susurro. Y ese susurro es lo que me impresiona [...] Que la vida es así: se pulsa un botón y la vida se enciende. Sólo que ella no sabía cuál era el botón que había que pulsar [...]

Del cuento "Una amistad sincera": "Sólo mucho después comprendería que estar también es dar." Y este fragmento diáfano, titulado "Silencio":

Se puede pensar rápidamente en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron, pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aun el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga. Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta -cómo ardemos por ser llamados a responder-, pronto se descubre que de ti nada exige, quizá tan sólo tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, cómo esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento. Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su indignidad. Él es el silencio.

Dejé atrás la anécdota de La pasión según G.H. porque es también simple pero abismal en su contenido: una mujer, tras una reflexión que cubre casi todas las páginas del libro, se encuentra de frente a un insecto, una cucaracha; parte su cuerpo por la mitad al dejarla presa entre la puerta de un armario, ve manar la sustancia blancuzca de dentro de su cuerpo y sabe que eso es la esencia de la vida, la vida animal que hasta entonces se había negado a admitir que ella era; debe entonces probarla... y si sólo he mencionado esto de la novela es porque la inquietud física (ese arquearse involuntario) que produce el hecho, reproduce exactamente la experiencia de leer a Clarice Lispector. Y he aquí lo registrado en la novela en ese momento culminante:

Santa María, madre de Dios, ofrezco mi vida a cambio de que no sea verdad aquel momento de ayer. La cucaracha con la materia blanca me miraba. No sé si me veía. No sé lo que ve una cucaracha. Pero ella y yo nos mirábamos y tampoco sé lo que una mujer ve. Pero si sus ojos no me veían su existencia me existía -en el mundo primario donde yo había entrado, los seres existen a los otros como forma de verse. Y en ese mundo que yo estaba conociendo, hay varias formas que significan ver: uno mira al otro sin verlo, uno posee al otro, uno come al otro, uno está solo en un rincón y el otro está allí también: todo eso también significa ver. La cucaracha no me miraba con los ojos sino con el cuerpo... Lo que yo veía era la vida mirándome. Cómo llamar de otro modo a aquello horrible y crudo, materia prima y plasma seco, que estaba allí, mientras yo retrocedía hacia dentro de mí en náusea seca, yo cayendo siglos y siglos en el lodo -era lodo y ni siquiera lodo ya seco sino aún húmedo y aún vivo, era un lodo donde se movían con lentitud insoportable las raíces de mi identidad.

Debo anotar aquí una frase que Lispector pronunció en una entrevista a propósito de este libro: "Sí, escapó del control cuando yo, por ejemplo, supe que la mujer G.H. iba a tener que comerse el interior de la cucaracha. Me estremecí de miedo." La escritora francesa Helène Cixous, seducida por la obra de Clarice Lispector, ha escrito en La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura, a propósito de la obra de esta mujer extraordinaria, las frases que a continuación reproduzco, en las que se descubre que supo leerla como una mujer que lee líneas de mujer, sin que esto sea interpretado como algo anómalo; al contrario, es sólo la personalidad de una mujer suave y reflexiva, heroica a la hora de vivir la vida de todos los días, y clara y contundente a la hora de escribir: "Las cosas hermosas sólo llegan por sorpresa. Para proporcionarnos placer." "Que imponga su necesidad como valor sin dejarse intimidar por el chantaje cultural... Un lugar de lucidez donde nadie confunda un simulacro de existencia con la vida... la vida está aquí, exactamente, y no me equivoco. Después, la muerte." Y esas palabras que definen su mundo exquisito y terrible, terrible pues mira de frente siempre a la muerte, expresan la propia voz profunda de Clarice, quien en Silencio dijo: "Es hacia mí adonde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe."

Marly de Oliveira dice, al referirse a Clarice: "Así pues, una persona sensible, angustiada con el hecho de no saber por qué vive, que creó una obra acerca de ese no saber..."

¿Qué nos dice de ella su epitafio? (tomado de La pasión según G.H.): "Dar la mano a alguien siempre fue lo que he esperado de la alegría."

¿Cuáles son sus libros? Las novelas Cerca del corazón salvaje, La manzana en la oscuridad, La pasión según G.H., Aprendizaje o el libro de los placeres, Agua viva, A vida íntima de Laura, y los libros de cuentos La legión extranjera, Silencio, Lazos de familia, Felicidad clandestina, A vía crucis do corpo, A Mulher que Matou os Peixes. Falta enumerar muchos; la cuestión es que varios de éstos y de los no nombrados no han sido traducidos al español.

¿Quién es Clarice Lispector? Ella contesta: "Nací en Ucrania, pero ya en fuga. Mis padres pararon en una aldea que ni aparece en el mapa, llamada Tchetchelnik, para que yo naciera, y se vinieron al Brasil, adonde llegué con dos meses. De manera que llamarme extranjera es una tontería. Soy más brasileña que rusa, evidentemente... Cuando tenía catorce o quince años, escribí un cuento y lo llevé a una revista que se llamaba Vamos a leer, me quedé allí, de pie. Yo era lo que sigo siendo, una tímida atrevida. Soy tímida, pero me lanzo. Le di el cuento para que lo leyera y dije: 'Es para que usted vea si lo publica.' Lo leyó, me miró y dijo: '¿Has copiado esto de alguien? ¿Lo has traducido de alguien?' Respondí que no y lo publicó... (tomado de Declaraciones autobiográficas y literarias). También alguna vez dijo: "Nací para amar a los demás, nací para escribir y para criar a mis hijos. Amar a los demás es tan vasto que incluye incluso perdón para mí misma, con lo que sobra. Amar a los demás es la única salvación individual que conozco: nadie estará perdido si da amor y a veces recibe amor a cambio."

Estudió Derecho y se casó en 1943 con Maury Valente, diplomático con quien estuvo fuera de Brasil, entre 1944 y 1960, en Nápoles, Berna y Estados Unidos; tuvo dos hijos, se separó en 1959; tradujo al portugués a Oscar Wilde, Edgar Allan Poe, Jack London, Bella Chagall, Agatha Christie, John Farris, Anne Rice; fueron traducciones hechas para sobrevivir. También escribió en varios periódicos, pues toda su vida mantuvo su contacto con la prensa iniciado en 1941. Le costó trabajo publicar sus libros en su propio país, pues escribía (decían) cosas extrañas. Murió de cáncer en 1977 a los cincuenta y dos años.

Clarice Lispector ha sido reconocida como una escritora extraordinaria en su país y fuera de él. Su escritura, como ya se ha observado por los ejemplos dados, es plena y diáfana, es claridad y desasosiego y, más allá de lo que puedan decir las palabras, su escritura respira, vive su propia vida intensa.

Para dar una respuesta a la pregunta del principio quizá sería válido decir: Clarice es el no miedo, es decir, la pasión, la vida desnuda.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad
Ciencia y tecnología | Directorio | Redacción