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La insignia
13 de abril del 2001


Eça de Queiroz: Un cónsul con destino literario


Alicia Torres
Brecha. Uruguay, abril del 2001.


Otros lectores adjudicarán ese laudatorio rótulo a Camões, Pessoa, o el más cercano Saramago, responsable, en los últimos años, de devolver la mirada del mundo a la literatura de su país. Pero Eça de Queiroz, cien años después de su muerte, continúa convocando, e inquietando.

Al planificar los múltiples actos conmemorativos a realizarse en ocasión del centenario de su muerte, el Instituto Camões de Lisboa elaboró una serie de productos culturales destinados a circular por el mundo. Un video documental: Eça de Queiroz. Realidade e Ficçao; una exposición: Eça de Queiroz. Marcos biográficos e literários, 1845-1900, que ilustra, a través de la imagen, una carrera literaria en la que la representación visual desempeña un papel destacado; y una serie de coloquios en diferentes puntos de Portugal, La Habana, París, algunas ciudades de Brasil, Bristol, Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo. Como homenaje con alcance masivo, la red Globo realizó una serie basada, al parecer con alto nivel de rigor, en Los Maias.

BRECHA conversó con la doctora en literatura portuguesa por la Universidad de Porto, Isabel Pires de Lima, diputada por el Partido Socialista de su país y comisaria científica del evento realizado en Montevideo el pasado 2 de abril.*


-Nuestra intención, en el año 2000, fue revisitar a un escritor capaz de atravesar milenios partiendo de diferentes puntos de vista: puntos de vista de Eça sobre el mundo y puntos de vista del mundo sobre Eça. Por ello el nombre del coloquio que venimos realizando es: "Eça de Queiroz entre dos milenios: Puntos de vista". Este escritor murió hace un siglo en París, ciudad a la que lo había llevado su carrera diplomática, como antes a La Habana, Newcastle y Bristol. Desde estos lugares lanzaría su mirada crítica y sarcástica sobre el mundo de su tiempo, en crónicas y obras de ficción que disparaban por igual contra la política, la religión, la literatura, la mentalidad burguesa, la hipocresía social. Con todo, su campo favorito fue siempre Portugal, escenario de la mayoría de sus obras de ficción y lugar en que desembocan todas sus obsesiones. Eça es el gran maestro de la novela portuguesa moderna y seguramente el más popular de nuestros escritores del siglo xix. Pasó por el romanticismo social, el realismo, el naturalismo, hasta llegar a los umbrales de la modernidad, todo ello caldeado por la fantasía y por la agudeza de la ironía, la "Santa Ironía", como le gustaba decir, que le ayudó a no amargarse con el mundo y la vida, a pesar de todos los desencantos que cosecharon él y la iconoclasta y modernizadora generación del 70 que integró.

-¿Cuál fue el proyecto de la generación del 70?

-Un proyecto intervencionista, una plataforma de intervención cultural inspirada en el socialismo utópico y el positivismo. Para su líder, Antero de Quental, era la primera generación que en Portugal salía "decidida y conscientemente de la vieja senda de la tradición". Estos jóvenes creían que era posible cambiar el mundo a través de la literatura, por eso Eça comienza su propio proyecto como narrador realista, convencido de que su poder de observación, inspirado por un ideal superior de justicia y conciencia social, podía contribuir para arrancar a Portugal del atraso endémico en que se encontraba y para reformar costumbres y mentalidades.

-¿Dónde quedó su etapa romántica?

-Su formación inicial había sido romántica, muy ligada a los alemanes Novalis, Heine y Hoffman. Pero al mismo tiempo leía a realistas como Dickens, Balzac y, sobre todo, Flaubert, quien aportará la influencia estética más intensa a su obra. La prosa de Eça se aproxima más a la del autor de La educación sentimental que a la de Zola; basta con analizar el personaje de Luisa, de El primo Basilio, para ver que dialoga en forma permanente con Ema Bovary, sin tener su complejidad, claro, porque Eça nunca creó personajes tan densos -desde el punto de vista psicológico- como Flaubert. Pero su arte de narrar y su realismo un poco impresionista, acusan la influencia flaubertiana. Yo diría que Eça, a su manera, reinterpreta a Flaubert.

-Esa marca tan fuerte de la literatura francesa ¿se dio en todos los escritores portugueses del siglo xix?

-En todos. La literatura portuguesa vivió un romanticismo tardío. Cuando en Europa ya había triunfado y se había consolidado -por los treinta- recién comenzaba a manifestarse en Portugal, prolongándose hasta fines del siglo xix. Los románticos portugueses aprendían de Inglaterra y Alemania, pero a través de Francia. Es verdad que los dos más grandes, Garrett y Herculano, vivieron en situación de exilio político en Inglaterra y por eso absorbieron el romanticismo directamente de las literaturas inglesa y francesa. En el momento en que Eça comienza a publicar, el romanticismo histórico aún dominaba en Portugal, explorándose un romanticismo social con la impronta de Hugo, pero también abundaba una literatura sentimental, lacrimógena y egotista. Por ese motivo el realismo de Eça no es fotográfico, es más bien analítico, apuesta a una observación profunda de la realidad que no se resigna a la pura reproducción. En sus primeros escritos sobre el tema anota que la fotografía es un mero medio, no el objetivo del realismo que para él debe ser la disección de los comportamientos sociales, humanos, a partir del determinismo, del ambiente, de la educación.

-¿Cómo era la vida cultural en Portugal durante los años juveniles de Eça?

-En torno al romanticismo instalado había dos o tres popes: Castelo Branco, el gran nombre de la novela romántica portuguesa, y Castilho, que no era un gran poeta pero era un gran señor del romanticismo en Portugal en la época en que Eça comienza su carrera. Los dos grandes de la primera generación romántica que antes cité, ya no estaban activos. El pasaje de Eça por la universidad fue importante porque ésta era un foco de insurrección, el mundo estudiantil se abría a las corrientes europeas sobre todo porque el sistema ferroviario acababa de unir Portugal con París a través de España. La cultura europea comenzaba a llegar rápidamente, y eso creó un gran tumulto mental, una ebullición que alimenta y a la vez vuelve más ávido el interés de Eça por la cultura y el pensamiento europeos de la época.

-¿Su interés por la literatura despierta, entonces, durante sus años universitarios?

-Sí, el espíritu inconformista que atraviesa todas sus páginas hunde sus raíces en su época de estudiante y se concreta en primer lugar a través de la prensa. Aunque se recibió de abogado nunca le interesó ejercer, pero tuvo la oportunidad de trabajar, durante poco más de un año, en un periódico de provincia, de oposición al gobierno, haciendo todas las tareas (director, editor, reportero) y eso le dio mucha experiencia. Además, como cónsul de un pequeño país sin demasiada importancia en la vida diplomática de Europa, tenía mucho tiempo libre y lo utilizaba para leer y escribir sin pausa.

-¿Qué cree usted que debe suceder para que los ojos de los lectores se vuelvan hacia un autor que murió hace un siglo, o mejor, cuál es la vigencia de Eça de Queiroz?

-Creo que si Eça no fuera un escritor actual no lo estaríamos leyendo hoy con tanta atención. Su vigencia viene por el hecho de haber creado personajes intemporales, que son de hoy, de ayer, de mañana. Por otro lado, las cuestiones humanas que problematiza en sus ficciones son las mismas de todos los tiempos. Su actualidad proviene, también, de haber trabajado el lenguaje de una manera original, de haber utilizado la ironía de una manera única para su época en Portugal. Como dije, él hablaba de la "Santa Ironía", proponía que la risa (su humor está forjado de risa) se obtuviera mediante un sabio ejercicio de la ironía y no por el puro sarcasmo. Es actual, además, porque nos ha dado una visión original de su tiempo, porque sus novelas no son tanto un retrato de su época como una interpretación de su época, y es evidente que esa interpretación nos ayuda hoy a conocer el final del siglo xix, pero sus novelas no son retazos, son interpretaciones conscientes que ponen de manifiesto una visión particular del mundo.

-¿Cómo reaccionaron los lectores portugueses ante las innovaciones queirozianas?

-Eça fue siempre un escritor muy popular en Portugal. Sus primeras novelas, particularmente El crimen del padre Amaro y El primo Basilio, son de una violenta crítica social y muy osadas desde el punto de vista de las costumbres. El primo... cuenta una historia de adulterio y es transgresora en las escenas eróticas, lo que contribuyó para que se tornase un escritor popular y requerido. El realismo era visto como algo pecaminoso en esos tiempos, y su lectura estaba prohibida a las damas. Aun en mi generación, que vino bastante después, la mayoría de las mujeres -no es mi caso- no pudieron leer algunos libros de Eça durante su adolescencia. Eso, aparte de la ironía y la risa fácil que sus novelas provocan, ayudaron a consagrarlo como un escritor muy popular.

-Entonces ¿sus libros conocieron la censura?

-Mientras él vivió, Portugal pasaba por un momento de gran libertad de expresión del pensamiento. Los mayores problemas de censura -no completamente asumida, un poco camuflada- fueron durante la dictadura de Salazar, entre los años treinta y setenta del siglo pasado cuando, por ejemplo, algunos de sus libros no podían estudiarse en enseñanza secundaria. No debían leerse El crimen del padre Amaro, que habla del celibato eclesiástico, o Los Maias, que cuenta una relación incestuosa entre hermanos dentro de un friso del Portugal del siglo xix, describiendo su vida política y social.

-¿Eça tuvo una actuación política destacada?

-La política le interesó siempre muchísimo pero nunca desde el punto de vista de un relacionamiento con el poder político. En la juventud abrazó el socialismo utópico y participó en las Conferencias Democráticas do Casino, cuyo promotor fue Antero de Quental. El objetivo era poner a Portugal en hora con los movimientos modernos europeos a través del debate de nuevas ideas sociales, políticas y culturales. Las conferencias coincidieron con los sangrientos acontecimientos de la Comuna de París. Siguiendo a Flaubert, Proudhon y Taine, cuando le tocó disertar, Eça definió la escuela realista como "la negación del arte por el arte [...], la proscripción de lo convencional y lo cursi; el análisis que pretende la verdad absoluta". El debate de temas como el socialismo, la religión y la enseñanza alertó al gobierno, que prohibió las conferencias.

-¿Cuál es el tratamiento que da, en su literatura, a los personajes femeninos?

-Bastante inspirado en el socialismo de Proudhon, su concepción de la mujer está planteada en términos teóricos. Entendía que, en la sociedad burguesa, la mujer era educada para el amor y por tanto su destino era ser cortesana o madre de familia. Por eso pensaba que la educación de la mujer era fundamental para formar verdaderas ciudadanas, cuyo papel entendía sobre todo como educadora. Pero para educar a los hijos debía estudiar, estar preparada. Muchos críticos opinan que Eça tiene una visión muy poco valorativa de la mujer y hasta la maltrata, pero yo no creo que sea tan así. Creo que los seres humanos, hombres y mujeres, son muy maltratados en el universo queiroziano, pero cuando pensamos en un personaje con alguna densidad psicológica, encontramos una mujer, por ejemplo Juliana, la criada de El primo... Creo que a pesar de la fascinación que parece sentir Eça por la mujer, no fue capaz de crear personajes femeninos (tampoco masculinos) complejos. Pero esto se explica porque su opción fue la de construir personajes que fueran tipos humanos, tipos sociales. Por otra parte no debemos olvidar que tuvo una infancia traumática y que la relación con su madre fue muy compleja. En su universo nunca hay figuras "de madre". Hay padres, abuelos, alguna mujer que puede ser madre pero rara vez cumple funciones maternales.

-¿ Por qué dice que maltrata a sus personajes?

-Porque como su mirada es muy crítica, es muy duro con ellos y no se compadece de sus yerros y flaquezas. Uno de sus rasgos más peculiares es la manera cómo se introduce en la piel de sus personajes para hacer una caricatura feroz de sí mismo.

-Su carrera diplomática hizo que viviera gran parte de su vida fuera de Portugal, y un sector importante de su obra tiene una atmósfera cosmopolita que además se nutre de la literatura francesa. Esto ha llevado a algunos estudiosos a cuestionar su originalidad. -¿Cuál es su opinión?

- La evolución de la literatura queiroziana no permite responder esa cuestión en pocas líneas, pero diría que es claro que el cosmopolitismo está en la superficie y la influencia francesa no invade su personalidad más íntima. Eça es portugués hasta la médula y su visión del país fue y es imprescindible para conocer y comprender Portugal. El dice, en determinado momento, que nunca podrá ser un escritor realista, que cómo podría escribir sobre Portugal estando en Newcastle, en Bristol... pero siempre mantuvo un contacto estrecho con el país, viajaba seguido, su destino en La Habana, cuando tenía 25 años, fue corto -dos años- y después sus destinos siempre fueron en Europa, lo que facilitaba el viaje frecuente a Portugal (la frecuencia del siglo xix). Se escribía en forma permanente con sus compañeros y estaba muy atento a lo que sucedía en su país. No olvidemos que poco después de ser trasladado a París, en 1888, lanza la Revista de Portugal, con la clara intención de convertirla en "la conciencia escrita de una nación", para lo cual invitó a colaborar a los intelectuales más connotados del país. En forma paralela a la ficción se interesó por la vida política europea, escribió crónicas para periódicos portugueses, brasileños y de otros países europeos y latinoamericanos. La mitad de su obra está conformada por esas crónicas. Eça fue un escritor nómade, alguien que partió, "mais partió ficando", porque verdaderamente el tema último de toda su obra es Portugal.


* En el Paraninfo de la Universidad, contó con la participación de destacados especialistas eçianos. Además de Pires de Lima: Ana Guimaraes, Beatriz Berrini, Luiz Fagundes y A Campos Matos, a los que se sumaron tres conferencistas uruguayos: Claudia González Costanzo (coordinadora en Montevideo), Luis Bravo y Gustavo Martínez. Patrocinaron el coloquio el Instituto Camões, la Embajada de Portugal en Montevideo, la Universidad de la República, la Dirección General de Relaciones y Cooperación, la anep, la Dirección de Formación Docente y el Ipa.



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