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25 de julio del 2008

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España, 1936-1939

El Ebro

Todos los que tenían que pasar


Juan Modesto
De Soy del V Regimiento.

 

En las primeras luces del día 25 pude comunicar al ministro de Defensa y al Estado Mayor Central, confirmando el triunfo de la maniobra: "Han pasado todos los que tenían que pasar. Los que fueron detenidos, lo han hecho por la zona inmediata. Se ha ocupado, combatiendo, Miravet y El Castillo. Las vanguardias están en sus primeros objetivos. Las pasarelas, todas tentidas. Los puentes de vanguardia, tendidos dos y tendiéndose otros dos. Ha comenzado el paso del grueso de las fuerzas. Se ha reiterado la orden de que no se detengan ante las resistencias de la orilla y que sigan a sus objetivos lejanos. El enemigo ofrece una resistencia extraordinaria en la demostración del flanco izquierdo. En la derecha está cortada la carretera de Mequinenza a Fayóin y se ha tomado artillería. No hay bajas acusadas."

Al finalizar la jornada del 25, las fuerzas del Ejército del Ebro habían derrotado a la 50 División enemiga, parte de la 150 y una Brigada de la 13 División, conquistando el territorio al este del km. 161 del ferrocarril Tarragona-Caspe, la divisoria de la Sierra de la Fatarella, Corbera, Sierra de Pandols y vertientes norte del Canaletas, cubriendo todos los objetivos de la primera fase y parte de los de la segunda. Las guarniciones enemigas de Mora del Ebro, García y Benifallet tenían cortados todos los caminos de repliegue y aquella zona caía por envolvimiento. La aviación enemiga empezó a desplegar una gran actividad contra los medios de paso. Se acusaban ya los primeros síntomas de la irregularidad en el Ebro. En Gandesa, varias unidades enemigas ofrecían una gran resistencia. La demostración del flanco derecho había tenido un éxito completo. La del flanco izquierdo había cesado. Se habían hecho más de 2.000 prisioneros y capturado varias piezas de artillería y otros trofeos.

A mi puesto de mando habían venido muy de mañana el general Rojo; el coronel Cordón, subsecretario del Ejército de Tierra; el coronel Patricio Azcárate, jefe de ingenieros del Ejército Republicano; Gallo (Luigi Longo), comisario inspector de las Brigadas Internacionales, y Pietro Nenni. Gallo y Nenni se fueron a visitar a las unidades empeñadas en el combate, después de conversar un rato conmigo. Los demás marcharon a sus funciones respectivas. Más tarde volvieron Rojo y Azcárate. Se había producido ya la primera crecida y sus resultados eran dañinos. Oí, no recuerdo a quién, la palabra catástrofe, que le obligué a retirar. Con Botella Asensi, jefe de ingenieros del Ejército, y Sánchez Rodríguez, mi jefe de Estado Mayor, llegamos a conclusiones prácticas: retirar cabestrantes de las minas y otros medios para la fabricación de compuertas. En aquellos momentos, los medios discontinuos eran los mejores. La maniobra del Ebro sorprendió al enemigo estratégica y tácticamente. Lo primero, sin duda, por la confianza que tenía en el obstáculo que representaba la barrera del río y por el conocimiento de nuestra pobreza técnica. Lo segundo quedó demostrado en el desconcierto de que dio pruebas el mando enemigo, desde los jefes de las unidades sorprendidas hasta el Cuartel General de Franco. La reacción de éste fue paralizar totalmente su ofensiva de Levante. Le habíamos quitado la iniciativa de las manos.

Pero aún no medía toda la magnitud de la acción emprendida por nosotros. No conocía el alto nivel político y moral de los combatientes que habían pasado al ataque. Por eso creyó que alcanzaría el objetivo de aniquilar a nuestras fuerzas en la orilla derecha y restablecería la situación anterior con el envío de las primeras seis/ocho divisiones, apoyadas, eso sí, por toda la aviación (...). (...) Hasta el día 2 de agosto no vino la aviación republicana a la zona catalana. Sólo siete aparatos Delfines se pusieron a nuestro servicio y actuaron con su heroísmo característico en las misiones que les eran propias.

Los enemigos entonces de la aviación nazi-fascista eran: en el frente, los equipos antiaviacionistas (en el periodo de preparación de la operación del Ebro se adiestraron en todos los batallones tiradores especiales para esa misión, y hay que decir que la cumplieron bien) y, en los pasos del río, la DECA, que mandaba el comandante Paz, con el fuego de sus baterías, y las tropas de ingenieros con el aseguramiento de las comunicaciones entre las dos orillas.

La iniciativa y el ingenio, unidos al rigor técnico, que iba desde la maniobra de montar y desmontar puentes hasta encontrar formas diversas para prevenir los daños que los brulotes lanzados en las avenidas de agua provocadas por el enemigo podían originar, son dignos de estudio y también una escuela de heroísmo.

 

Transcripción para La Insignia: C.B.

 

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