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La insignia
20 de septiembre del 2006


Ecuador

En una democracia de mercado


Alberto Acosta
La Insignia. Ecuador, septiembre del 2006.


Las elecciones ya no son lo que eran. Las marchas y concentraciones en plazas y calles están siendo desplazadas por los medios de comunicación, particularmente por la TV, en donde se escenifica gran parte de las campañas electorales. Y con la difusión de nuevas tecnologías, como Internet, las campañas adquieren caracteres globales... no sólo los emigrantes pueden intervenir en tiempo real, sino que los poderes fácticos del mundo participan con fuerza creciente, inclusive con más poder que los ciudadanos comunes y corrientes del país. Estos "electores externos", con capacidad de incidir en la vida de cualquier nación, aglutinados en la entelequia de los mercados, resultan, en la práctica, más respetables e influyentes que los mismos electores nacionales.

El atrevimiento del candidato presidencial Rafael Correa en Nueva York, cuando esbozó lo que sería su política económica soberana, recibió inmediata respuesta de los mercados. Los bonos de de la deuda externa cayeron en un 2,3 por ciento y aumentó en 11 puntos el índice de "riesgo-país". El todavía ministro de Economía, Armando Rodas, no tardó en reaccionar angustiado pidiendo mesura a los candidatos. Para los "electores externos", con el infaltable eco de algunos medios de comunicación a su servicio, anticipar que se reestructurará la deuda resultó intolerable, tanto como lo fue la decisión de desarmar el FEIREP, aquel fondo -antitécnico y antiético- de ahorro de los ingresos petroleros, impulsada hace poco más de un año por el mismo Correa, entonces ministro de Economía.

Al mismo tiempo, desde Singapur, Raghuram Rajan, economista jefe del FMI, criticó a Ecuador por haber tomado medidas que perjudicaron a las compañías petroleras. La tímida reforma a la ley de hidrocarburos para que el Estado reciba al menos la mitad de las ganancias extraordinarias generadas por los altos precios del petróleo, así como la caducidad del contrato con la compañía Oxy en cumplimiento de la ley, provocaron la reprensión pública de este burócrata internacional. Para completar su accionar en una democracia de mercado, el FMI también mostró su preocupación por el riesgo de que algunos países de la región caigan en el "populismo", aquella muletilla de moda tan utilizada para atacar a quienes cuestionan las normativas impuestas por el FMI y su hermano gemelo, el Banco Mundial.

El reto está planteado. El país que sucumbe al mandato del "riesgo-país" y a las amenazas del FMI, archiva la búsqueda de alternativas, frena el aprovechamiento de sus capacidades e incluso condena al ostracismo la creatividad. Dar valor a un índice que apenas mide la predisposición de un gobierno para servir en el corto plazo la deuda externa y hacer caso de las recomendaciones de una de las organizaciones internacionales más desprestigiadas, sólo posterga el desarrollo. Por eso, frente al poder de estos "electores externos" y sus esbirros criollos, los ciudadanos comunes y corrientes tenemos que responder con altivez y lucidez.



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