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La insignia
24 de enero del 2004


Bitácoras: universo y ombligo


Marcos Taracido
Libro de Notas. España, enero del 2004.


Las bitácoras no han llegado para quedarse, sino para expandirse y metamorfosearse. Desde su nacimiento, el crecimiento ha sido tan espectacular que es imposible buscar una taxonomía o una definición, porque su mayor logro ha sido el de superarse a sí mismas constantemente encontrando nuevos usos, nuevas formas y nuevos modos. Este crecimiento se debe, no hay que olvidarlo, al sentimiento de comunidad, que arropa, protege y autopublicita a sus miembros, pero sobre todo -y esto es lo que a mí me interesa- a la capacidad que tienen de incorporar gente a la red, de dar voz a quién no la tendría de otro modo.

Una parte importante de la llamada blogosfera está constituída por circuitos de bitácoras que se retroalimentan y cuyo casi único tema es el metabitácorero -permítaseme el vocablo-: hablar de, sobre, para y por las bitácoras. En sí mismo este grupo es inoperante socialmente, en el sentido de que su desaparición pasaría desapercibida para el resto de la sociedad; sin embargo, incide directamente en esta pequeña revolución: sin ellos el desarrollo técnico de las herramientas que facilitan la publicación de contenidos no avanzaría.

Y es que, por encima de hitos históricos para la cultura como la invención y desarrollo de la imprenta, la internet está suponiendo un avance radical, profundo y totalmente desestructurador de las actuales redes de cultura y sistemas sociales, proponiendo y desenvolviendo avances como el del replanteamiento de los derechos de autor y la propiedad intelectual, la difusión y uso de herramientas de libre uso y de construcción solidaria y, sobre todo, agrandando la libertad de expresión hacia límites hasta ahora desconocidos; libertad de expresión política, sí, pero también en lo que atañe a las posibilidades económicas para poder ser escuchado y a los conocimientos técnicos. Y ahí es dónde las bitácoras están jugando un papel importantísimo, porque sus sistemas de publicación permiten un acceso inmediato y efectivo a la publicación de contenidos, y asistimos a diario al maravilloso despertar de múltiples voces que de otro modo jamás serían escuchadas.

¿Periodismo? ¿Información? ¿Diarios? ¿Confidenciales? Llegados a este punto ya no existen las bitácoras; incluso, muchas de las herramientas que nacieron para crearlas ahora se definen como herramientas de publicación en la red, eludiendo un término que se ha vuelto limitado. Ahora, cualquiera puede construir fácilmente su propia publicación &mdashpublicus, del pueblo, de todos-: un diario personal, el soporte de una novela, un periódico, una revista o una comunidad en red. Un puñado de locos por la internet idearon este nuevo modo de hacerse oír y el sentimiento de comunidad, la tribu, hizo el resto. Ahora queda que siga expandiéndose, fuera ya de ritos, lazos o murallas que la detengan.



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