Colabora Portada Directorio Buscador Redacción Correo
La insignia
3 de enero del 2004


2004: Fe consciente y esperanza cruda


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, enero del 2004.


El año 2004 se perfila desafiante para la cordura humana. Las religiosidades fundamentalistas seguirán sumiendo al mundo en un paroxismo autodestructivo tanto más fuerte cuanto mayor sea el poderío económico de las iglesias que predican "pensamientos únicos" para "pueblos escogidos" o que llaman a sus feligresías a las "guerras santas" y a las "cruzadas" contra toda suerte de "infieles". Viene por ello al caso recordar aquel aforismo de Gurdjieff que dice: "La fe consciente es libertad. La fe emotiva es esclavitud. La fe mecánica es tontería".

Si entendemos por fe consciente una actitud de certeza y esperanza basada en la propia experiencia de la trascendencia, podemos relacionar este tipo de fe con la libertad individual. En sí misma, la conciencia -en tanto conocimiento concreto de lo que es, en oposición a lo que nuestros apegos querrían que fuera- es el espacio de la libertad porque no se encuentra atada a ilusión ni mentira alguna. Si entendemos por fe emotiva la que es potenciada sólo por las emociones, desprovista del beneficio de la conciencia de lo real, sin duda se vincula con la esclavitud sentimental, que nos hace oscilar de un lado a otro según sean los estímulos externos que activan nuestras más disímiles pasiones. Por su parte, la fe mecánica, aquella que nos hacer persignarnos automáticamente ante cualquier situación que nos provoca miedo, o decir "primero Dios" antes de cada enunciado optimista, no sobrepasa la tontería de quien rige su vida mediante amuletos sin más poder que el que su mente ejerce sobre su reincidente temor a todo y a nada. Quizá la fe más peligrosa de las tres que menciona Gurdjieff sea la emotiva, pues, por repetición, su emotividad se vuelve mecánica, y es entonces cuando surgen los "ejércitos sagrados" que libran "guerras santas" destruyéndolo todo en el nombre de Dios.

Quizás convenga empezar por no oponer a estas formas enajenadas de fe cualesquiera otras formas de esperanza ilusoria que sólo engañan de momento la mala o la buena conciencia (es decir, la conciencia culposa y la inculpadora, respectivamente), las cuales se emparentan con la fe emotiva y la mecánica de muchas maneras. Resulta útil, a este respecto, recordar otro oportunoo aforismo de Gurdjieff que dice: "La esperanza cruda es fortaleza. La esperanza dudosa es cobardía. La esperanza temerosa es endeblez". La esperanza cruda, como su nombre sugiere, se valida a sí misma y extrae de sí su fortaleza: es, en sí misma, fortaleza, quizá porque se basa en la fe consciente. La duda, infiltrada en la esperanza, expresa un temor cobarde en torno al que gira toda la conducta, que se paraliza ante los riesgos aniquilando la esperanza de raíz. El temor ocasional que suele teñir los brotes de esperanza la anulan como fortaleza, pues la endeblez que resulta de la intermitencia entre esperanza y temor hacen de la conducta humana un rosario de actos vacilantes e inocuos del todo prescindibles.

Quizás convenga tener presentes -como una hermosa aura vibrante- la fe consciente y la esperanza cruda para ajustar nuestros pensamientos y actos a ellas o, mejor, para mezclar con ellas el contenido de nuestros pensamientos y actos. Esta época de fanatismos religiosos, políticos, económicos y étnicos, en la que derechas e izquierdas recaen en el autoritarismo que antes las ha llevado a sus bancarrotas morales, y en la que el culturalismo se enarbola como eje explicatorio de las dinámicas sociales escamoteando los criterios económicos para evitar poner los dedos en las llagas, obliga a la humanidad consciente a echar mano de la cordura que le queda para salvar de la barbarie la capacidad crítica, y no olvidar que la razón occidental lleva cícilicamente a las guerras mundiales como mecanismo "civilizatorio" de reacomodo de mercados y reordenamientos geopolíticos.

Sé que quizá esto sea mucho pedirle a una humanidad ya demasiado "educada" en los axiomas conductistas del mercadeo y la publicidad, y sobre todo a una juventud mutilada por estas instancias precisamente en su capacidad de ejercitar la conciencia, la crítica y el discernimiento. No nos queda por ello más que apoyarnos en la acción social efectiva contra el fundamentalismo mercadológico para cimentar nuestra fe consciente y nuestra esperanza cruda en un mejor futuro para la humanidad.


(*) También publicado en Siglo Veintiuno (Guatemala).



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto