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1 de mayo del 2008

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Cultura

Murciélagos en las calles


Rodolfo Martínez
La Insignia. España, mayo del 2008.

 

Hace ya unos años, la revista El Wendigo estaba a punto de sacar su número 50 y, para celebrarlo, decidió incluir un listado de lo que ellos consideraban los cien mejores tebeos de la historia. Un día me encontré con su director, Faustino R. Arbesú, y me mostró lo que estaba preparando. Mientras ojeaba el listado me encontré con el Batman: Año Uno de Frank Miller y David Mazzuchelli y vi que era descrito como "uno de los mejores cómics 'rojos' que hemos leído". Extrañado, le pregunté a Faustino el porqué del color y me contestó que, tal y como lo veía, la novela negra debería haberse llamado "novela roja", no solo por la sangre sino por la filiación política de muchos de sus primeros autores.

Más allá de esa anécdota me sorprendió encontrarme con un tebeo de superhéroes (y además de uno de los superhéroes más emblemáticos) encuadrado en el género negro, pero las opiniones de Faustino, si bien a menudo discutibles, siempre resultaban como mínimo interesantes. Así que no me quedó más remedio que volver a casa y releer el cómic.

Y en efecto, descubrí que Miller se las había apañado para colarnos una serie negra pura y dura en las páginas de Batman, y encima una serie negra excelente, que tenía poco que envidiar a las novelas clásicas del género. Años después, ahondaría en esa tendencia con su Hard Boiled, que a mí siempre me pareció poco más que una especie de Dónde está Wally llena de ensaladas de tiros dibujada por Geoff Darrow, (responsable de buena parte de los diseños del Matrix de los Wachowsky, por cierto); y, ya en solitario, con su Sin City, que de una primera serie excelente, fue derivando poco en poco a tebeos cada vez más repetitivos y carentes de interés.

En Batman Año Uno, ayudado por el trazo sobrio de un Mazzuchelli que estaba dibujando su obra maestra, consiguió uno de los mejores tebeos de los ochenta, lo que es decir mucho, si tenemos en cuenta que la penúltima década del pasado siglo se vio poblada por una extraña explosión de creatividad que pareció a punto de cambiar para siempre el cómic americano.

En realidad, su Batman es en cierto modo heredero (y no deja de ser curioso) de un trabajo anterior realizado para la editorial rival de DC, la Marvel Comics. Porque en muchos aspectos esta obra es hija de la saga de Daredevil (personaje con más de un punto en común con el Hombre Murciélago) conocida como Born Again, donde Miller, también ayudado por Mazzuchelli, redefinía la personalidad y las motivaciones del superhéroe ciego por el siempre eficaz método de destrozar los cimientos en los que se apoyaba su mundo personal. A lo largo de esta serie pudimos ver cómo el estilo de David Mazzuchelli iba evolucionando de un número para otro, desapareciendo de la imagen trazos innecesarios hasta desembocar en un dibujo casi minimalista pero tremendamente eficaz, tanto desde el punto de vista visual como narrativo.

En Batman Año Uno Mazzuchelli lleva al extremo su evolución, ayudado con eficacia por el colorista Richmond Lewis, quien, trabajando principalmente con grises y ocres, convierte a Gotham City en la suma de todos los ambientes urbanos que alguna vez han aparecido en el género negro.

Mazzuchelli define a la perfección a todos los personajes, desde los principales a los más secundarios, con una economía de medios asombrosa y una eficacia deslumbrante. Quizá más de un dibujante de esos que tienen por costumbre recargar de dibujos sus páginas, como si tuviera miedo a los espacios vacíos, debería aprender de la lección que el dibujante nos da en las páginas de este Batman.

Por otro lado, su dibujo es el contrapunto perfecto a la narrativa de Miller, en la que alternan varios puntos de vista (fundamentalmente el de Bruce Wayne y el del comisario Gordon) y donde predomina la narración en primera persona, como toda buena serie negra que se precie. Si Mazzuchelli define a la perfección a los personajes con su dibujo sobrio y escueto, Miller lo hace también con su detallada descripción de los pensamientos de los principales protagonistas, usando con eficacia los textos de apoyo como complemento y a veces contrapunto de la imagen.

Poco después de esto, Mazzuchelli abandonaría el tebeo de superhéroes para embarcarse en proyectos más personales que han tenido escaso éxito de público, pese a su innegable interés. Miller, por su parte, seguiría con su carrera ascendente, al menos en cuanto a las ventas, si bien no siempre en lo que se refiere a los resultados.

Eso no importa. Durante el tiempo que trabajaron juntos crearon algunas de las mejores historias de superhéroes de la historia y se las apañaron para rematar su colaboración en lo que sin duda es una obra maestra del género negro.


(*) Publicado originalmente en Bibliópolis.

 

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