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6 de febrero del 2008

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Iberoamérica
Argentina

Nuestra cultura política y los chivos expiatorios


Vicente Palermo (*)
Club de Cultura Socialista / La Insignia. Argentina, febrero del 2008.

 

Muchos mimaron a los asambleístas de Gualeguaychú sin medir el costo de sus actos. Hoy, nadie se hace responsable de haber llevado el tema ambiental a una encerrona. He sido y soy un crítico sin cortapisas de los asambleístas gualeguaychenses. Pero ahora observo con preocupación el peligro de que se los convierta en chivos expiatorios.

Cuando grupos sociales o políticos hacen de algún sector un chivo expiatorio, lo peor de todo no es la iniquidad que cometen contra sus blancos: lo peor es el daño que procediendo de este modo la sociedad se inflige a sí misma. Esta conocida experiencia sociocultural es un ejercicio de hipocresía y desresponsabilización, escape facilista al bulto, autoengaño, insolidaridad y abuso de desmemoria.

Durante meses, por no decir años, gobiernos y políticos de distintos niveles y ciertos medios de comunicación, así como profesionales de toda condición (sin excluir científicos que se prestaron al juego), mimaron a los asambleístas, avalaron sus diagnósticos apocalípticos, consagraron sus exigencias como causa nacional y aprobaron su metodología de cortes y bloqueos (y hasta los encomiaron como lecciones de civismo y participación democrática).

Ahora los vecinalistas (al menos aquellos que permanecen activos) están en una terrible encerrona de la que no saben cómo salir. Mientras, el nuevo Gobierno (y su nuevo canciller) ha recibido del Gobierno anterior (y de su anterior canciller) la pesada herencia del conflicto con Uruguay, que a todas luces adoraría disipar al menor costo posible.

El cambio de tesitura pública en relación a los asambleístas es llamativo. No faltan quienes califican de insólito el control que, en ejercicio de sus facultades neopiqueteras, ejercen sobre el franqueo del paso a y desde Fray Bentos. Arbitrario y absurdo como es jugar al Martín Pescador en una frontera internacional, nada tiene de insólito. Si los poderes públicos consintieron, asistieron logísticamente y se valieron de Arroyo Verde como elemento de presión, ¿qué tiene de inaudito que los agentes facultados de facto tiendan, en el ejercicio del poder de que disfrutan, al discrecionalismo?

Rasgarse ahora las vestiduras y dejarles el muerto a los vecinalistas como si fueran los únicos responsables no sería más que el broche de oro del oportunismo político y cultural con que se alimentó la sensación de omnipotencia que hasta no hace mucho tuvieron los asambleístas y se cultivó su narcisismo.

Nuestra cultura política tiene algunas virtudes, pero entre sus defectos se cuentan una excesiva autoestima, una volubilidad que nos permite apagar cada experiencia política que acompañamos con entusiasmo cuando los resultados dejan de ser agradables y la impavidez de la antigua amante que respondía indignada "caballero, usted y yo jamás hemos sido presentados" cuando era interpelada por alguno de sus viejos amores.

No reincidamos convirtiendo a los asambleístas en chivos expiatorios. Con menos escándalo y más responsabilidad, pensemos cómo librarlos de su encerrona y cómo pasar del conflicto a la cooperación por la sostenibilidad ambiental del desarrollo regional. Hay en juego un aprendizaje de responsabilidad cívica muy valioso para todos nosotros.


Vicente Palermo es politicólogo e investigador del CONICET.
Artículo publicado originalmente en el diario Clarín, de Buenos Aires

 

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