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23 de diciembre del 2008

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España, 1936-1939

Ruptura


Manuel Tagüeña Lacorte
De Testimonio de dos guerras.

 

El Ejército Republicano había perdido en esta batalla [Ebro] unos 60.000 hombres, la mayor parte bajas definitivas, ya que no se podía contar con la reincorporación rápida más que de un pequeño porcentaje de heridos leves.

Estás pérdidas fueron muy duras, ya que representaban un 70% de las unidades de primera línea, quedando los batallones reducidos a unos 200 combatientes; pero con veteranos de mucha mayor experiencia de la que poseían los que en mayo reorganizaron los cuerpos V y XX. Recuperar la plena eficacia de nuestras unidades era sólo un problema de tiempo, hombres y armamentos, ya que la moral de nuestros soldados no había sido doblegada. Combatimos durante casi cuatro meses en condiciones objetivas muy desfavorables y, a pesar de todo lo sufrido, no habíamos llegado todavía al límite de la capacidad de resistencia.

(...) En esos momentos difíciles no teníamos otra salida que seguir resistiendo, ya que todavía había alguna posibilidad, aunque fuera muy remota, de que la situación evolucionara a nuestro favor fuera de España y así se levantara el ánimo de los que dentro del país desfallecían al no ver otra perspectiva que la derrota. Si capitulábamos, seriamos barridos sin piedad por el vencedor y ya nadie nos podría ayudar; pero si nos sosteníamos unos meses, el inestable equilibrio entre potencias podía inclinarse a nuestro lado. Alemania e Italia necesitaban, para desarrollar sus planes, que terminase nuestra guerra con la victoria de su aliado; y automáticamente, esto nos convertía a los republicanos en las avanzadillas de la segunda guerra mundial todavía no declarada, pero ya inevitable.

El día 23 de diciembre comenzó la ofensiva enemiga en la cabeza de puente de Serós. Habían cesado las lluvias y era un día claro y frío de invierno. Después de tres horas de preparación artillera, la división italiana Littorio atacó a la 56 División (mixta de carabineros y marinos) de nuestro XII Cuerpo del Ejército (...) A las seis de la tarde, los informes que teniamos del XII Cuerpo reconocían sólo una penetración enemiga poco profunda en una brecha pequeña de dos kilómetros de ancho, pero empezábamos a temer algo mucho más grave.

(...) El día 24 de diciembre recibimos orden de contraatacar al amanecer del 25, simultáneamente con el V Cuerpo. Como nosostros ya estábamos en contacto con el enemigo, ocupábamos las bases de partida; pero el V estaba mucho más lejos, en Vimbordí y Montblanch, a unos 30 kilómetros (...) Siguieron ocho días de encarnizados combates, en los cuales nuestros cuerpos V y XV empeñaron todas sus unidades y, en terreno descubierto sin fortificar, soportaron repetidos ataques del enemigo. Sus preparaciones artilleras y de aviación arrasaban todas nuestras posiciones de infantería, emplazamientos de artillería y comunicaciones.

(...) Nuestra aviación había sido expulsada del campo de batalla y los aviones italianos y alemanes eran dueños absolutos del cielo durante todo el día, atacando todos los objetivos, grandes y pequeños, que se ofrecían a la vista. A veces nos mantenían horas enteras aplastados en el fondo de las poco profundas zanjas, que teníamos como única protección en los puestos de mando improvisados, mientras los bombarderos pasaban una y otra vez, lanzando primero bombas y luego ametrallando (...) Nuestra escasa artillería antiaérea, desperdigada en un amplio frente, no alcanzaba a proteger más que las vías principales de acceso desde nuestra retaguardia. Tratar de visitar las unidades durante el día era una aventura peligrosa. Nuestros aprovisionamientos estaban completamente desorganizados. Los soldados rara vez podían recibir comida caliente y, para colmo, no disponíamos de ropa de abrigo (...)

Los últimos días de 1938 fueron testigos de nuestra resistencia, en un intento desesperado de contener la enorme masa de divisiones enemigas. No eran ya combates como los del Ebro, en que el frente de ataque reducido estaba siempre flanqueado por posiciones naturales que yugulaban la ofensiva contraria, sino una lucha en campo abierto con posibilidades de maniobra y con fuerza suficiente para tantear los puntos débiles de nuestra defensa y trasladar allí el golpe. El mando republicano desplegó una actividad febril, reorganizando las unidades dispersas y trasladándolas de nuevo al frente; pero sus esfuerzos tenían que resultar impotentes ante la enorme superioridad del enemigo.

(...) Los acontecimientos se fueron precipitando ineludiblemente. El 9 de enero, el XII Cuerpo, en el flanco derecho del Ejército del Ebro, se retiró sobre el canal de Urgel en Anglesola, delante de Tárrega, escapando del cerco que le tenían el Cuerpo de Aragón y los italianos. Los navarros habían ocupado Vimbodí y Espluga de Francolí, en el sector del V, y atacaron con grandes fuerzas Montblanch, que tomaron el 11 de enero. También había caído Poblet, donde tanto tiempo había estado el Cuartel General del Ejército del Ebro (...)

La superioridad del enemigo se iba haciendo relativamente más grande al irse acortando el frente por nuestro repliegue. El 12 de enero, el Gobierno republicano llamó a filas a los últimos remplazos posibles de 1919, 1920 y 1921, hombres de 40-42 años. Otro decreto del 14 autorizaba a utilizar en beneficio de la defensa nacional a todos los ciudadanos de ambos sexos de 17 a 55 años. Además, se militarizaban todas las industrias y empresas necesarias para la guerra. Pero esa movilización general llegaba demasiado tarde para poder ponérse en práctica.

 

Transcripción para La Insignia: C.B.