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25 de abril del 2008

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Iberoamérica
España: Madrid

Frente al cambio climático, menos CO2


Javier López
La Insignia. España, abril del 2008.

 

El planeta está enfermo. Sin lugar a dudas, el cambio climático está provocado por la actividad humana, que desde hace tiempo ha venido desarrollando malas prácticas derivadas de modelos económicos erróneos e ineficientes y gestión irracional de los recursos naturales. Algunas de las consecuencias más graves de este fenómeno son las sequías cada vez más intensas, el aumento del nivel del mar, la desertización, inundaciones, desequilibrios provocados directamente por el aumento de las temperaturas, desequilibrios meteorológicos, entre otros.

Curiosamente, suelen ser las zonas socialmente más desfavorecidas las que primero y de manera más intensa padecen los efectos de la problemática ambiental a pesar de no ser las que más contribuyen cuantitativamente a los grandes problemas ambientales.

Si las consecuencias son globales, las causas del deterioro ambiental son básicamente locales, o al menos es en este ámbito donde se ejecutan las políticas. Es en el ámbito local donde es más urgente y necesario un cambio de políticas que nos conduzcan al desarrollo sostenible y que sirvan de ejemplo para otros ámbitos.

Vivimos en una región, la madrileña, con características específicas derivadas de su situación geopolítica. Alta densidad de población, centro geográfico peninsular, región con la capitalidad del Estado y, por ello, motor económico y político de un país que experimenta un gran desarrollo económico mediante un modelo de desarrollo que en la región madrileña se traduce en un crecimiento intensivo y brusco del urbanismo y de las infraestructuras. Este desarrollo trae aparejado un notable impacto ecológico y un consumo creciente de recursos, agua y energía, al tiempo que genera una producción creciente de residuos y emisiones contaminantes.

La región madrileña es un espectacular sumidero de agua, energía y recursos. La huella ecológica de la Comunidad de Madrid ha alcanzado ya el tamaño de unas 40 veces su territorio. Es decir, para satisfacer el actual nivel de consumo de recursos que ahora tiene la población madrileña y para poder asimilar los desechos y la contaminación que la actividad humana produce en la región, haría falta una cantidad de territorio 40 veces el de la Comunidad de Madrid. La región madrileña es en definitiva un sistema económica y ambientalmente cada vez más ineficiente, más insostenible.

La Comunidad de Madrid carece de una estrategia territorial integrada que permita valorar, coordinar y planificar de manera simultánea el desarrollo de las distintas políticas sectoriales y su incidencia ambiental, reduciendo así costes económicos y sociales posteriores. Como consecuencia, el desarrollo urbanístico ha sido desmesurado y además extensivo, lo que ha puesto en jaque a muchos espacios naturales, ha multiplicado el consumo de agua y energía, y ha provocado mayores necesidades de movilidad interurbana, lo que además de contaminación genera mayores riesgos de siniestralidad laboral en accidentes de tráfico. La máxima expresión de este modelo urbanístico la vemos en la caracterización del futuro Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, de manera que éste se ha visto adaptado a las previsiones de crecimiento urbanístico de algunos municipios y no al revés.

La Comunidad de Madrid se ha convertido en una de las regiones metropolitanas con mayor número de kilómetros de autovías por habitante del planeta, lo que a su vez propicia el importante y creciente peso que esto tiene en la nefasta calidad del aire que padecemos y en el creciente consumo energético. El Plan de Carreteras de la CCAA. (2007-2011), que plantea la construcción de 76,5 kilómetros de nuevas carreteras, de las cuales 47,5 son autovías, consagra una política que prioritariamente atiende al fomento del vehículo particular. De entre los posibles impactos de incidencia ecológica grave cabe destacar el cierre de la M-50 a través del Monte de El Pardo.

Es notorio el casi nulo fomento de planes de movilidad alternativa a empresas y polígonos industriales, a pesar de su marcada intencionalidad que refleja la referida Estrategia regional de Cambio Climático 2006-2012.

La calidad del aire en la región de Madrid es especialmente preocupante. Los datos que pueden extraerse de la propia red de control de la calidad del aire de la Comunidad de Madrid reflejan la vulneración sistemática de los límites legales para la protección de la salud, especialmente en cuanto dióxido de nitrógeno y a partículas en suspensión. A ello cabe añadir los episodios anuales en época veraniega de aumentos significativos de ozono troposférico. Frente a ello la administración regional rehúsa adoptar las medidas pertinentes en situaciones de emergencia y alerta atmosférica. En concreto el área metropolitana de Madrid, suele estar en el ranking de las áreas metropolitanas europeas en cuanto a la mala calidad del aire y en cuanto a niveles de contaminación acústica. El tráfico rodado es el principal responsable de estos niveles de contaminación y del deterioro de la calidad del aire.

La Estrategia de Calidad del Aire y Cambio Climático de la Comunidad de Madrid establece para el periodo 2006-2012 un amplio catálogo de medidas de lo que debe hacerse, pero en la inmensa mayoría de las medidas ni de cómo debe hacerse, ni en qué momento o con qué recursos financieros y económicos, ausencias que pueden comprobarse en los últimos ejercicios presupuestarios regionales. Y todo ello sin modificar un ápice el modelo de política de transporte y movilidad que se ha venido manteniendo. Situación que se corresponde con el descenso de las partidas destinadas al fomento de las energías renovables, donde se pasa de los 9,3 millones de euros de 2007 a los 8,8 para 2008. Sin duda que se necesita, además de otra Estrategia de Cambio Climático, un nuevo plan energético regional más ambicioso en cuanto a compromisos, fomento de renovables y dotaciones presupuestarias.

Por otra parte, asistimos a los intentos de desarrollar en el sur y este de la región, diversos proyectos de grandes centrales térmicas de combustión de ciclo combinado. Estos traerán consigo una nueva carga contaminante sobre estas zonas ya de por sí bastante castigadas, además de nuevas emisiones de CO2 en nuestra región.

Así las cosas, nos encontramos con una región con una casi total dependencia energética, con ritmos crecientes de consumo por encima del crecimiento económico, con escasa apuesta por las renovables y por la lucha contra el calentamiento global. Con emisiones de gases de efecto invernadero que, según la propia administración referidas a 2002, aumentaron más que la media nacional, y cabe suponer que esto se haya agudizado habida cuenta que en nuestra región es el transporte por carretera, además de Barajas, lo que más contribuye a las emisiones de efecto invernadero.

La apuesta por las energías renovables tiene además un valor social y económico añadido por su gran potencial de creación de empleo. Un estudio de CCOO ha puesto de manifiesto que en el conjunto de todo el Estado, el desarrollo de las energías renovables preciso para cumplir con los compromisos comunitarios, llevaría aparejada una creación de 188.000 empleos entre puestos directos e indirectos.

La escasez de agua es otro de los grandes problemas ambientales de nuestro tiempo, que cada vez va más asociado al fenómeno del cambio climático. La piedra angular de la gestión del agua es garantizar el abastecimiento. Los responsables regionales ya han solicitado la construcción de nuevos embalses y trasvases. Pero muchas cosas pueden y deben hacerse para asegurar el abastecimiento del agua en Madrid, antes que la construcción de infraestructuras hidráulicas que normalmente llevan aparejado un severo impacto ambiental. Han de desarrollarse a gran escala políticas para el ahorro y uso racional del agua, para lo cual es prioritario la limitación de determinados desarrollos urbanísticos o establecer restricciones para el uso del agua en actividades no esenciales como campos de golf, riego de jardines, piscinas privadas, entre otros.

Finalmente, adolecemos para el agua de instituciones o entidades públicas tipo agencia o similar y del tipo de las existentes en la mayoría de las comunidades autónomas, que al tiempo lleven aparejado un órgano consultivo y de participación social que al menos pudiera intentar desarrollar lo que en su día prometió nuestra presidenta regional, un pacto social por el agua en Madrid.


Javier López es secretario general de CCOO de Madrid.

 

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