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1 de abril del 2008

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Iberoamérica
España

Sobre las balanzas fiscales


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, abril del 2008.

 

Dirigentes políticos e institucionales de algunas comunidades autónomas -gobernadas unas por Mario y otras por Sila- han puesto el grito en el cielo cuando corrió la noticia de que las balanzas fiscales iban a ser publicadas.

Naturalmente la reacción de dichos dirigentes es alarmante. Y, desde luego, todo son cábalas. ¿Tienen algo que esconder? Pienso que nada que se sepa con mayor o menor aproximación. Creo que nada que no se intuya. Pero una cosa es que se sepa o se intuya y otra (bien distinta) que aparezcan las balanzas con sus correspondientes letras y números de molde. Sin ningún género de dudas la reacción es, por oscurantista, antidemocrática. O, dicho con mayor moderación: de dudoso comportamiento democrático. No es, fundamentalmente, una reacción contra quienes piden transparencia. Es una manera de ser iliberal. Aclaremos: en el sentido que las afamadas Cortes de Cádiz daban al concepto "liberal".

Ahora bien, ¿han caído en la cuenta de que esa reacción -ese vetusto comportamiento- es una poderosa interferencia a la solidaridad interterritorial? Digámoslo enfáticamente: la solidaridad se hace desde la transparencia. Es decir, todo lo contrario de la caridad: "que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda", tal como Mateo atribuyó al Galileo en el Sermón del Monte. Solidaridad y caridad son, pues, dos conceptos diversos y tienen sus códigos con arreglo a la diversidad que les connota. La solidaridad, basada en la transparencia, debe tener normas y, parcialmente, es condicionada; la caridad es algo bien distinto: es carente de normas y, a la vez, es incondicional. La solidaridad -al menos en los casos a los que nos referimos- requiere que exista una rendición de cuentas que ilumine en qué he invertido la práctica solidaria, lo que no ocurre con la caridad. Más todavía, la solidaridad tiene unos límites temporales: tiene vigencia hasta que el solidarizado ha cambiado para bien la situación que exigía dicha práctica.

Que cada cual eche cuentas y piense como estime conveniente acerca de los motivos de la urticaria que les ha salido a los opositores de la publicidad de las balanzas fiscales. Pero lo que verdaderamente ocurrirá, de mantener esas posiciones cimarronas, es que se ampliará la nunca resuelta desconfianza a la fiscalidad.

Por último, ¿le conviene al "centro" que haya periferias adversas a la transparencia de las balanzas? Ni hablar del peluquín. Aunque el "centro" -se encuentre donde se encuentre- es con frecuencia tan estrábico como los acais de Marujita Diaz. Por un lado le interesa la obscuridad fiscal (en pleno compadrazgo con las periferias) para gobernar a golpe de talonario; y, por otra parte, le fastidia el carácter pedigüeño de los, metafóricamente, modernos súbditos de la gleba.

 

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