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19 de abril del 2008

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Cultura

The Boondock Saints

Una de justicieros


Antonio Rivas
La Insignia. España, abril del 2008.

 

En un pasado fin de semana cualquiera estaba disfrutando de un pase privado de la excelente película State of Grace, cuya trama gira en torno a la mafia irlandesa en Nueva York, y me reencontré con unas líneas de diálogo que siempre me han resultado divertidas por lo irónicamente certeras (vale, de acuerdo, es un topicazo; pero quien no lo haya pensado alguna vez que tire la primera piedra). En un momento dado, John Turturro dice "Yo creía que los irlandeses erais duros", a lo que Sean Penn replica: "No somos duros. Estamos locos".

Esto me trajo a la memoria otra película con la que, cada vez que la veo, acabo pensando exactamente lo mismo. En varios sentidos. Y es que hay que estar como un rebaño de cabras para actuar de la forma en que lo hacen los protagonistas de Los elegidos (The Boondock Saints, 1999). Pero también podría decir que algo no funciona muy bien, desde las distribuidoras al público, cuando semejante cúmulo de acción, humor, ironía, mala leche, guión inteligente, diálogos sin desperdicio, personajes que de tan increíbles se vuelven totalmente reales, autoparodia del género y puro entretenimiento, no se ve en los cines (o por lo menos no me consta), se estrena directamente en vídeo y DVD, y pasa desapercibida en general.

La historia tiene la elegancia de lo sencillo. Los hermanos Conner y Murphy MacManus, católicos devotos y residentes en Boston, se ven envueltos en una riña con unos miembros de la mafia rusa que intenta hacerse un hueco en los "negocios" locales. Los rusos salen escaldados de la experiencia y al día siguiente se presentan en casa de los MacManus con intención de vengarse pero, decididamente, el Señor no está con ellos y acaban como fiambres en un callejón. Se trata estrictamente de un caso de defensa propia y ambos hermanos se entregan a la policía, quedando posteriormente en libertad sin cargos (la simpatía del público y la identidad de los difuntos tiene bastante que ver en ello).

Pero a raíz de la experiencia e inspirados en parte por un sermón del sacerdote de su parroquia ("Hay otro tipo de maldad que hemos de temer, la indiferencia de los hombres buenos [ante los males que se cometen en su presencia]"), ambos hermanos descubren su nueva vocación: en tanto les llega el momento de ir al cielo, bien pueden enviar al infierno a unos cuantos criminales. Su leit motiv: "hombre malvado, hombre muerto". Están en una misión de Dios a la que, por cierto, se dedican con un entusiasmo solo comparable a su ingenuidad. Dada su falta de experiencia en esas lides, su formación básica proviene de las películas (es memorable el diálogo en el que Conner, cuando van a aprovisionarse de material, quiere llevarse una cuerda y ante las protestas de Murphy argumenta: "Charlie Bronson siempre tiene una cuerda. En las películas siempre tienen cuerdas, y siempre acaban haciendo falta"). Algo de lo que también se percata el agente del FBI Paul Smecker (un sorprendente Willem Dafoe) que anda tras su pista, y que llegará a exclamar en el escenario de una de las "sesiones de justicia" de los MacManus que "¡Esta mierda estilo James Bond nunca ocurre en la vida real! ¡Los profesionales no hacen eso!".

El agente Smecker es, por cierto, el único aparentemente capaz de encontrar y detener a Conner y Murphy, pero según sigue la pista y cuanto más cerca de ellos está, se ve en un dilema. Por un lado no puede admitir que nadie se tome la justicia por su mano, constituyéndose en juez, jurado y verdugo de criminales. Pero por otra parte, en su fuero interno, descubre que los MacManus están haciendo lo que a él realmente le gustaría hacer. En un momento dado, no obstante, tendrá que elegir entre la ley y lo que considera justo, cuando uno de los jefes mafiosos locales (y próximo objetivo de los MacManus) contrata a un asesino profesional para zanjar de una vez por todas el problema.

Esta es una historia que funciona a muchos niveles. Como obra de intriga está bien resuelta, y muestra que aún se pueden encontrar puntos de vista originales para enfocar el género. Como película de acción, el ritmo es perfecto y la coreografía de las escenas, impecable. El aspecto humorístico (en este caso con el punto de mira puesto en todas las historias de justicieros que jamás se han filmado, a las que parodia y homenajea al mismo tiempo) roza en ocasiones lo grotesco, pero mantiene un nivel inteligente y es sólo una parte integrante de la película al servicio de la trama, no un fin en sí mismo (lo mismo puede decirse en lo relativo a la subtrama de "peli de tiros"). El conjunto demuestra que detrás hay un guión y una dirección de la mano de alguien que sabe lo que hace y que conoce y respeta el género en el que está trabajando.

Y la atención a los detalles... No es necesario ser un fan fatal del cine de acción (y afines) de los 80 y 90 para disfrutarla, pero indudablemente será un valor añadido y la película se disfrutará tanto más cuantas más referencias posea el espectador en su bagaje cinematográfico. Y no faltan los detalles impagables, como encontrarse a Ron Jeremy en el papel de mafioso adicto a las cabinas de los sex shops. O al mismo Willem Dafoe travestido de pelirroja explosiva... y descubrir que da el pego; de verdad. O el cierre de los créditos con "entrevistas reales" a gente de la calle y sus opiniones acerca de la tarea justiciera de los MacManus.

Y, si, están locos.

And shepherds we shall be, for thee my Lord for thee, Power hath descended forth from thy hand, that our feet may swiftly carry out thy command, we shall flow a river forth to thee, and teeming with souls shall it ever be. In nomine patrie, et fili [they cock their guns] et spiritu sancti. [bang!]



Publicado originalmente en Bibliópolis

 

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