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23 de septiembre del 2007

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Iberoamérica

Fujimori extraditado


Rocío Silva Santisteban
La Insignia. Perú, septiembre del 2007.

Fotografías de Giancarlo Tejeda.

 

La noticia se repitió en boletines informativos desde primera hora de la mañana del viernes 21 de septiembre. Personalmente la recibí en un desayuno de trabajo organizado por la ONG Calandria para relanzar la Veeduría Ciudadana. Allí, la colega y periodista Zenaida Solís me comentó que ya habían aprobado la extradición por siete delitos, y la comunicóloga Rosa María Alfaro agregó que se trataba de delitos contra los derechos humanos, que implican penas privativas de la libertad por 25 o 30 años.

Todos los presentes estaban contentos con una noticia que, de hecho, es la más importante del año. Algunos nos temíamos que la Corte Suprema de Chile aceptara sólo cargos menores, lo cual habría sido muy negativo para la justicia internacional y habría fomentado la impunidad. Felizmente los jueces han aprobado tres casos por unanimidad -entre ellos La Cantuta y Barrios Altos- y los otros cuatro casos por mayoría, demostrando una vez más que los dictadores no tendrán lugar donde esconderse sobre la faz de la tierra.

En los medios de comunicación el revuelo ha sido inmediato. Keiko Fujimori salió a dar una conferencia de prensa en la que exigió un juicio justo, y pidió que su padre sea citado por comparecencia y no con detención. Lo cual es imposible debido, precisamente, a los antecedentes de Fujimori: en todo momento ha buscado librarse como sea de su responsabilidad. Por eso mismo renunció a la presidencia de la República por fax, en un acto de cobardía que debemos recordar.

Alberto Fujimori, a su vez, realizó en Radio Programas del Perú la declaración más cínica de toda esta historia, nada discreta en cuento a frases cínicas (incluidas las de Montesinos): "será la oportunidad de reencontrarme con mi pueblo". El peruano de a pie no puede más que esbozar una sonrisa de medio lado ante este ejercicio de falta de criterio de realidad o de cinismo absoluto. Precisamente ése es el gran peligro que representa Fujimori; es una máquina de mentir que adecua la realidad a sus propias posibilidades, en un ejercicio nauseabundo de realpolitik.

"Habría que preguntarle cuál es su pueblo: ¿el pueblo japonés con el cual se quería reencontrar al postular para ser senador y por el cual dijo que estaba dispuesto a dar la vida, o el pueblo peruano del cual huyó de manera vergonzosa al renunciar a la presidencia por fax?", dijo a Andina el ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Salomón Lerner, situándolo como se debe. Esto es, como un falsario y un "ser de endeble moral".


 

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