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8 de septiembre del 2007

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Iberoamérica
Argentina

Nuevos protagonistas


Edgardo Mocca
Club de Cultura Socialista / La Insignia*. Argentina, septiembre del 2007.

 

Casi nadie se atreve a pronosticar un cambio en las expectativas de las elecciones de octubre, como producto de las novedades del domingo histórico que acaba de pasar. Ciertamente, los candidatos opositores no perdieron oportunidad de intentar capitalizar el clima electoral de Santa Fé -y, en menor medida, también de Córdoba- como oxígeno para sus campañas. Con el término vago de "victorias opositoras", se pretende sumar en el mismo casillero experiencias tan distantes como las del PRO porteño y el progresismo santafesino.

¿Quiere decir, entonces, que no ha cambiado nada en la política nacional? Por el contrario, hay un cambio importantísimo; pero su referencia temporal no es octubre de este año, sino el escenario político posterior, digamos hacia 2009. En un panorama político mucho más organizado en torno a liderazgos personales que a grandes partidos políticos. Conviene reparar en cómo se configura la escena para el próximo período. Si los pronósticos no fallan, Cristina Kirchner estará en el centro indiscutido de esa escena. A su alrededor se dispondrán Macri, que gobernará la ciudad capital del país al frente de una coalición de centroderecha, un peronista atípico como Scioli (la solidez de cuya pertenencia al espacio hoy oficialista es por lo menos dudosa) y un socialista como Binner, a cuyo alrededor se ordenará el espacio de la centroizquierda no alineada con Kirchner. Tres nuevos liderazgos nacionales que no se dejan agrupar en términos político-ideológicos, aunque aparezcan llamativamente unidos en ciertos modos de su discurso político: se presentan como líderes componedores, desdramatizadores de la política hasta el extremo de poner en cuestión la existencia de principios diferenciadores que la justifiquen.

Binner es la nueva referencia central del espacio de centroizquierda no kirchnerista. Ese dato tiene una extraordinaria importancia porque se trata de un desplazamiento desde el antikirchnerismo fundamentalista que predominó en dicho sector durante el período de Elisa Carrió, hasta una visión más matizada y pragmática. Claro que el aparato partidario socialista del que forma parte el gobernador santafesino electo presionará en la dirección de una clara orientación opositora. Pero es altamente probable que Binner se abstenga de todo compromiso con la elección de octubre y se dedique a diagramar los primeros meses de su gestión. Nótese el parecido con la situación de Macri, sistemáticamente presionado por los impacientes del ala derecha de la clase político-mediática para levantar su perfil electoral nacional y, sin embargo, consolidado en su sitio institucional mientras prepara su estrategia para los nuevos tiempos. Sin ánimo de simplificar la relación entre líderes y partidos, hay que pensar que a partir de hoy, y sobre todo desde el próximo 10 de diciembre, Binner será un dirigente de trascendencia y predicamento nacional muy superior al de su escudería partidaria.

Hay otros actores no tan centrales pero relevantes para la próxima etapa. Luis Juez no fue "destrozado" electoralmente según la profecía que le transmitiera De la Sota, hasta tal punto que la elección terminará de aclararse en el conteo definitivo de los votos. El PJ cordobés y el gobernador electo Schiaretti seguirán teniendo mucha influencia en el próximo período, particularmente en ese gran nudo gordiano que debe desatar la política argentina que es el peronismo. Sin embargo, Juez, al frente de un progresismo cordobés heterogéneo y aun sin referencias partidarias nacionales se sitúa como otro de los nuevos actores con proyección nacional. Probablemente formará parte del tejido político de l a centroizquierda, en cuyo centro estará Binner y en el cual aparecen con luz propia Fabiana Ríos, gobernadora electa de Tierra del Fuego, y Martín Sabatella, joven y exitoso intendente de Morón.

Como se ve, los nuevos ingredientes prefiguran una Argentina políticamente plural y considerablemente incierta. Desde sus primeros días, el probable gobierno de Cristina tendrá que dar cuenta de este tablero transformado. Ya no será un país con un partido, el justicialista, que aglutine todos los fragmentos dispersos de la gobernabilidad territorial y más allá el vacío. El territorio de sus aliados y sus adversarios no tendrá la nitidez y la previsibilidad que caracterizan a los sistemas de partidos políticos consolidados; tendrá que navegar en aguas agitadas. ¿Han sido derrotas kirchneristas los resultados del domingo pasado? Depende. Si se atiende a cierta doctrina "panperonista" que sustentan algunos de sus seguidores, es evidente que sí. Aquellos que creen que el centro organizador de la futura vida política argentina será el justicialismo -el viejo, el renovado o el que vendrá- deben tomar nota de que están en problemas: después del domingo su cotización ha bajado en la bolsa de valores políticos y ni los justicialistas cordobeses ni los santafesinos podrán aducir falta de apoyo oficial; lo tuvieron y acaso en mayor medida que lo que hubiera sido aconsejable para el gobierno. La devaluación de las acciones no supone una salida brusca ni catastrófica de la escena. Tengamos en cuenta que los caudillos provinciales peronistas y sus maquinarias no estarán necesariamente obligados a seguir orbitando alrededor de la figura presidencial: tal vez hacia 2009 ya haya madurado la alternativa del "retorno peronista" que, a pesar de la desesperación de algunos de sus promotores, no pasó este año de un desfile de oscuras figuras fuera de época.

El gobierno enuncia su fórmula futura de gobierno como de "concertación plural". Hasta aquí la ejecución no ha ido mucho más lejos que la frustrada "transversalidad" proclamada en sus inicios. Si se la concibe como un grupo de satélites girando alrededor del peronismo, la concertación tendría poco de nuevo. Claro que la pesadez en el reacomodamiento de las fuerzas políticas obedece a una dinámica que excede largamente el poder de la voluntad del oficialismo. Hasta aquí los interlocutores del proclamado pluralismo han aportado poco y, mientras tanto, los aparatos provinciales del justicialismo proveyeron del capital de apoyo necesario en la etapa de "salida del infierno". Ni esos aparatos ni la "identidad peronista" son reliquias del pasado de las que puede prescindirse sin costo alguno, como sugiere cierto simplismo analítico. La pluralidad los incluye. Pero acaso la novedad principal de este domingo consista en que algunos potenciales interlocutores de la concertación empiezan a contar con recursos de poder e influencia que los capacitan para un diálogo paritario y eficaz. En el futuro, el depósito de gobernabilidad no será exclusivamente peronista, lo que puede hacer que la constitución de nuevos actores políticos colectivos deje de ser una idea ingenua e inoperante para devenir en necesidad perentoria.


Publicado originalmente en Revista Debate, de Argentina.

 

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