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4 de septiembre del 2007

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Iberoamérica
Colombia: Alcaldía de Bogotá

Los puntos fuertes de Samuel Moreno


Armando Benedetti Jimeno. Colombia, septiembre del 2007.

 

Samuel Moreno parecía un mal candidato, hasta el punto de que los partidarios de Peñalosa estaban tentados a entrometerse en la consulta popular del Polo Democrático para elegirlo y evitarse así una confrontación con María Emma, a quien consideraban una contrincante más temible.

En algunos sectores del Polo ocurrían cosas peores. No creían que Samuel ni María Emma podrían enfrentarse decorosamente con un candidato de las fortalezas de Peñalosa. Insistieron por eso en que Carlos Gaviria abandonara sus ascos sobre el poder y aceptara la candidatura. Antonio Navarro y Petro resolvieron a última hora por María Emma esa incertidumbre de mal presagio que padecían.

No sucedió así, según se sabe, entre otras cosas por una reveladora encuesta publicada por El Tiempo, según la cual Peñalosa y Samuel obtienen un empate técnico, que es como llaman los expertos a una ventaja que no supera el margen de error de la muestra y que, por lo tanto, no lo es. El resultado no es tan sorprendente, por la simple razón de que Samuel no tenía tantas debilidades ni Peñalosa tantas fortalezas. Mirando con más cuidado la cosa, es evidente que Peñalosa tiene históricas dificultades para ganar. Otro asunto es que el ruido mediático alrededor de los bolardos y transmilenios y sus indudables aciertos de gestión logren que lo olvidemos.

De hecho, Peñalosa perdió dos veces las elecciones a la alcaldía y sólo la ganó cuando se enfrentó a Moreno de Caro, quien lo aventajaba casi hasta el final en las encuestas, lo que obligó a Peñalosa a requerir y obtener abundantes respiraciones asistidas de la prensa. Más recientemente, el partido de Peñalosa no logró el mínimo legal exigido para merecer escrutinios y obtuvo además una votación nacional pírrica y una en Bogotá que, de lejos, no le habría alcanzado para competir por la alcaldía, ni antes ni ahora.

Peñalosa es, además, un candidato sin margen de maniobra, en otras palabras, un candidato sin para dónde crecer. Si las elecciones fueran mañana, sólo un 6 por ciento de los electores que confiesan no conocerlo podrían adquirir una tardía imagen suya, favorable o desfavorable. El resto, es decir, el 94 por ciento, ya tiene una impresión que, aunque por supuesto puede variar, luce más verosímil suponer que sea Samuel Moreno, a quien no conoce el 30 por ciento de los electores, quien pueda crecer con mayor holgura.

Si a lo anterior agregamos que en términos históricos la imagen desfavorable de Peñalosa bordea o supera el 40 por ciento, no cabe duda de que el empate técnico que sugiere la encuesta luce muy realista. Otra encuesta, contratada por el partido de la U, muy amplia, muy técnica y muy rigurosa (dispone de 5 filtros o exigencias para tener en cuenta las respuestas del encuestado, por ejemplo, no proseguirla cuando no tiene 18 años o no votó la última vez o cosas así) otorga una ventaja significativa a favor de Moreno Rojas. Cito este último dato de una fuente que merece toda credibilidad, no obstante el secretismo y el misterio con el que ese partido ha manejado los resultados de su propia encuesta.

Los rescoldos todavía humeantes de la Anapo, los náufragos del rojismo, Fecode, la izquierda más ortodoxa, el Moir, amplios sectores liberales que incluyen a todo el samperismo y a Piedad Córdoba, sectores conservadores todavía nostálgicos del general Rojas y, por supuesto, el Polo todo, no obstante naturales disensos y remilgos internos (eso incluye a un Garzón a quien ya no puede caberle duda de que la derrota de Moreno sería también la suya) constituyen el grueso de los activos de esa candidatura. El resto del milagro tendrá que venir del espacio que el discurso y la praxis de un Bogotá-social ha ganado durante una alcaldía como la de Lucho, quien, pese a sus inconsistencias, demostró que la izquierda podía hacer algo más que perder. O perder y echar bala. Puede que, pese a todo, especialmente pese a los esfuerzos de Peñalosa, la política, la política con mayúsculas, no haya muerto en Bogotá.


Publicado originalmente en El Tiempo, de Colombia.

 

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