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26 de septiembre del 2007

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Cultura

Oaxaca


Margarita García (*)
Publicado en La Insignia por cortesía de Sudaquia. Argentina, septiembre del 2007.

 

En Oaxaca la gente dice todo el tiempo que sí. Por si acaso sí, antes que nada sí, ni idea pero sí. Seguro que no es exclusividad local, pero como acá he tenido que preguntar más cosas –porque nunca había estado antes–, parece más evidente. Pero señor, yo tenía una reserva, ¿como puede ser que no figure? Sí, dice el hombre del hotel. ¿Sí qué? Sí, señorita. Pero yo no pedí ese auto, ¿cómo que me cuesta el doble? Sí. ¿Entonces ustedes me engañaron? Sí, exacto. El tipo de Hertz sonríe. ¿La estación de buses está lejos o cerca? Sí, dice el taxista. ¿Esto es picoso o suave? Sí, el mesero. ¿Para ir a Monte Albán es por acá? Sí. Y todavía lo estoy buscando.

Pero no importa, Oaxaca es preciosa. Deliciosa. Entrañable. Me tendería una carpa en la iglesia de Santo Domingo –de un barroco sacro alucinante– y asistiría en sus deberes a la monja que prepara ese pastel de elote exquisito que se vende en la puerta. Sólo le cobraría una pequeña ración diaria, y entonces sería obesa y puritana pero feliz. ¿Y saben también qué haría? Sentarme todas las tardes, como estas tardes, en el balcón de una fonda en el Zócalo, mientras me atraganto con mis últimas obsesiones gastronómicas: chapulines, huitlacoche y mole negro, pasando todo con cerveza michelada y gajitos de naranja con sal de chile y gusanito de maguey. Un mezcalito reposado a media tarde, por qué no. Y quizá me haría fan de la banda local que desfila por la plaza agitando su bandera (porque septiembre es el mes de la patria y el chile en nogada) o del que señor toca la marimba o del trío salteño que canta canciones que suenan a Boliva. Así visto, el zócalo es Sudaquia en pleno, con su respectivo gringo maravillado diciendo whisky y clic.

Y hablando de gringos, una de estas tardes en una de estas fondas un mesero se acercó a nuestra mesa y mirando a Teo, el único güero en este paseo, preguntó si éramos argentinos. Que sí, dijimos, porque a mí me gusta presumir, y entonces nos preguntó si argentinos de Argentina. Nos miramos, le dijimos que sí y nos contó que hace tiempo atendía en el restorán a una pareja que al principio pensó que eran españoles: porque hablaban de esas cosas que hablan los españoles (¿?), dijo, pero que después les preguntó y supo que eran del Uruguay. Argentinos del Uruguay, aclaró, para explicarnos todo: hay gente que la tiene muy clara, dijo Teo, y me hizo jurar que no diría nada. Y yo, a la oaxaqueña, le dije que sí.


(*) Margarita García (Colombia) es periodista y dirige la bitácora Sudaquia.
Participación: Foro de Sudaquia

 

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