27 de noviembre del 2007
Golpeó a la puerta de su casa. Cada cual en la familia estaba ocupado en lo suyo y, pensando que otro atendería, nadie acudió. Furioso, el niño la derribó de dos patadas. Cada cual dejó entonces de estar ocupado en lo suyo y, pasado el susto, se aprestaba a darle la gran paliza cuando el niño, encantado con el juego de las patadas, la emprendió con los tobillos de cada cual. El desbande fue apoteósico y el niño quedó dueño de la situación. Se miró entonces en el espejo de la sala y, llevando las manos a la cintura con gesto de matón, dijo a su propia imagen: no, no quiero tener hijos.
De una patada rompió el espejo.
Y no voy a tener hijos.