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La insignia
27 de junio del 2007


El faraón Waters


Marisol García
La Insignia. Chile, marzo del 2007.


Fue precisamente para personajes como Roger Waters que se inventaron conceptos como "dinosaurio del rock". El desprestigio hacia la corriente de electricidad grandilocuente que hacia los años 70 legitimaba la psicodelia y el rock progresivo fue otro de los inesperados logros de la irrupción del punk, y el modo más sano que encontró a partir de entonces el pop para darle cauce a la recomendación freudiana de matar al padre. Pocas leyendas se han hecho más famosas en la historia de la música popular que aquella que Johnny Rotten eligió estampar en una polera raída: I hate Pink Floyd.

Retirado Syd Barrett y despedido Rick Wright, Waters tomó el control de una banda cuya concepción de la música tuvo, por momentos, categoría imperial. Quien llega esta semana a Santiago para un concierto en el Estadio Nacional, además de un bajista de influencia inmedible es un arquetipo de lo que hasta hace treinta años gran parte de Occidente eligió entender debía ser un rockero. Si el nombre de Waters aparece casi siempre asociado a la palabra 'cerebro' en función de adjetivo es porque en su prestigio la carga racional ha sido siempre más importante que el talento espontáneo, el carisma embrujador o la precariedad ultraexpresiva que en otros momentos ha priorizado la corriente popular.

Durante su época de gloria junto a Pink Floyd, Waters fue un faraón empeñado en erigir discos con pretensiones piramidales; rebosantes de metáforas, timbres y conceptos amparados en reflexión social, y que hoy se escuchan como el legado de un megalómano tan atado a su propia psique como a unas circunstancias sociopolíticas que el tiempo demostró como casi ingenuamente parciales. En tal sentido, preferiría tener a Waters en Chile dictando una charla sobre aquel mundo perdido que recreando piezas musicales concebidas para el asombro más que el disfrute.


Fotografía: Johnny Rotten con el lema I Hate Pink Floyd
(Concierto de los Sex Pistols en el Nashville club. Abril de 1976).

Artículo publicado originalmente en La Nación Domingo.



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