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La insignia
12 de junio del 2007


La muerte del mensajero


Sergio Ramírez
La Insignia. España, junio del 2007.


Ocurrió en Reynosa (Tamaulipas), recién el año pasado. Cerca de las tres de la madrugada del domingo 26 de noviembre del año 2006, la estrella de la música norteña Valentín Elizalde, que tenía por nombre de guerra "El gallo de oro", fue asesinado de veinticinco balazos al salir del recinto de ferias donde acababa de cantar su repertorio. Había cerrado con el corrido "A mis enemigos", y eso decidió su muerte:

Para hablar a mis espaldas
para eso se pintan solos,
¿por qué no me hablan de frente?
¿Acaso temen al mono?
Ya saben con quién se meten,
vengan a rifar la suerte...

Le hicieron caso. Desde meses atrás, en un sitio de Internet montado por el cartel de Sinaloa, del "Chapo" Guzmán, el corrido servía de banda sonora a imágenes que denigraban al cartel del Golfo, de Osiel Cárdenas, extraditado luego a Estados Unidos. Entre los dos carteles se libra una guerra en la que disputan territorios, rutas de ingreso de la cocaína, redes de distribución, puertos y pistas de aterrizaje, control de procuradores, jueces y policías, y en la que entran la música de grupera y las estrellas que la cantan.

Los carteles apuntan los nombres de los famosos de la canción norteña, popular ahora en toda América Latina, y buscan reclutarlos porque venden miles de discos, están en todos los programas de la radio, llenan estadios y palenques. Es un asunto de prestigio para los capos tenerlos de su lado, y también un asunto de capricho. Pero también les son útiles a la hora de celebrar sus rumbosas fiestas, pues pueden tenerlos cantando hasta que da la luz del día, y útiles para enviar mensajes como el que le costó la vida a Valentín Elizalde.

Cuando terminó la función aquel domingo en Reynosa, territorio del cartel del Golfo, Valentín salió en compañía de su manager y de un primo que tocaba el clarinete en el conjunto, en busca del vehículo donde los esperaba el chofer, y entonces fueron emboscados desde dos camionetas por "los Zetas", el brazo armado del cartel del Golfo que tiene a la cabeza a Tony Tormenta, hermano de Osiel. Sólo el primo clarinetista sobrevivió. En venganza, el cartel de Sinaloa prometió asesinar a todos los integrantes del conjunto "Los tucanes de Tijuana", famosos también, y aparentemente fieles al cartel del Golfo.

Valentín fue enterrado en su pueblo natal de Jitonhueca, en el estado de Sonora, de donde había salido un día sin un peso, en busca de la fortuna que al fin halló, y luego perdió una madrugada, tal como sucede en las historias que se oye contar en los narcocorridos. A lo largo de la ruta del sepelio sonaron en su homenaje los cláxones de los furgones de carga y de los automóviles, hubo aplausos y gritos, música de mariachis y de conjuntos norteños, y al final, ya cuando iba haciéndose de noche, la carretera fue iluminadas en ambos bordes con largas filas de veladoras.

Pero no es un asunto sólo de cantantes que desempeñan en los escenarios el papel de mensajeros de los jefes de los carteles de la droga, y pagan con su vida la osadía, ni sólo de reinas de belleza a las que los capos financian sus trajes, fiestas de coronación y carrozas, y luego pasan a ser sus trofeos de caza.

Ni sólo de los gustos extravagantes que los capos mexicanos heredaron de los narcos colombianos, patrocinadores del culto del Divino Niño, y que les enseñaron la afición por los zoológicos privados, a sentarse en retretes de oro macizo, y a hacer peregrinaciones a Jerusalén.

Es mucho más que todo eso. La policía, infiltrada y copada por los narcos, perdió su capacidad para enfrentarlos, como lo reconoce el propio gobierno. La revista Proceso proclamaba hace unas semanas en su portada: "La policía, un cartel más". El ejército salió a la calle, y mientras se discute si su papel es el de perseguir narcos, la guerra total se ha declarado en numerosos estados con bajas numerosas todos los días.

Ajusticiamientos de distribuidores de droga de bandas rivales, venganzas perpetradas contra familiares de agentes judiciales, ejecuciones en presencia de los niños de las víctimas. Cuerpos que aparecen en los caminos torturados con saña. Secuestros y asesinatos de periodistas que se atreven a informar sobre los carteles: 35 periodistas han sido ejecutados desde el año 2.000, y hay periódicos que han decidido el cierre temporal ante las amenazas, como el diario "Cambio Sonora".

Frente al edificio del diario Tabasco Hoy, en Villahermosa, fue arrojada la cabeza de un funcionario judicial, mientras su cuerpo decapitado apareció en otro paraje de la ciudad. Ya el diario había sufrido ataques con bombas y granadas de fragmentación, y uno de sus reporteros aún no aparece, secuestrado tras la publicación de una serie de artículos sobre la distribución de drogas en la ciudad.

Horror y terror que no cantarán los narcocorridos.


Madrid, junio del 2007.



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