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La insignia
28 de julio del 2007


Reconstrucción crítica de la historia del pensamiento económico

La pesadilla de Alicia en la búsqueda de sus raíces


José Ramón García Menéndez (*)
La Insignia. España, julio del 2007.



Sobre la teoría crítica
e historia del pensamiento económico

-Por favor, ¿podría decirme el camino que debo tomar desde aquí?
-Eso depende en gran medida de cuál sea el destino al que quieras llegar -dijo el Gato.
-No me preocupa mucho dónde... -dijo Alicia- con tal que pueda llegar a alguna parte.
-¡Oh!, de llegar a alguna parte puedes estar segura -dijo el Gato- siempre que camines durante mucho, mucho tiempo..."
-Lewis Carroll. Alicia en el país de las maravillas-


Cuando Alicia traspasa el espejo y se adentra en el sutil laberinto filosófico urdido por Lewis Carroll (laberinto plagado de un bestiario tan sorprendente como aleccionador) no puede responder a la interrogante aparentemente trivial formulada por un curioso personaje que le desconcierta corroborar, con una refinada argumentación relativista, que la memoria histórica de la especie a la que pertenece Alicia sólo funciona hacia atrás proyectándose únicamente sobre lo ya acontecido.

No obstante, y al margen de la disyuntiva absolutismo contra relativismo en las ciencias sociales, existen suficientes indicios para aceptar que toda teoría, incluso en las ciencias experimentales, será rebatida, mejorada o ampliada en el futuro. Lo cual constituye, sin duda, un dato relevante de partida pues despeja incertidumbres metodológicas y evita estériles controversias sobre el alcance temporal (entendido en términos de tiempo histórico) de un determinado enunciado científico sometido a test de validación. Por tanto, el debate absolutismo-relativismo deja de ser operativa ante la urgencia de los problemas socioeconómicos en cuestión. Es un problema, en definitiva, similar a la crítica "naturalista" del estatuto científico de la Economía como ciencia social pues distinguir tajante e irreductiblemente el conocimiento absoluto o relativo de una determinada disciplina científica supondría descalificar el saber acumulado en ciencias sociales bajo el rótulo de un pensamiento débil que, en términos de E. Nagel, presentaría indudables dificultades en cuanto a experimentación, determinación cultural, variabilidad del comportamiento impredecible del sujeto y a la contaminación de los juicios de valor.

La ponderación de este tipo de enfoques supone, también, la firme creencia en el continuo progreso de la ciencia pero no debido a una dinámica propia, autónoma, sino por los esfuerzos empleados para adaptarse a las pulsiones de la realidad, incluso como manifestación de intereses socioeconómicos y políticos concretos. En palabras de W. H. Newton-Smith, la dilucidación de la racionalidad del conocimiento científico (y de su reconstrucción crítica) se apoyaría de forma ineludible en un hábito de investigación que no descuida el plano del método ni posterga la experiencia histórica. En este sentido, uno de los criterios historiográficos más seductores para el investigador social podría expresarse en la siguiente afirmación de L. Fébvre: "No habléis de método; método es el hombre" (1).

Las interpretaciones convencionales del progreso científico destacan, desde diversos enfoques epistemológicos, la operatividad de los mecanismos de superación de las dificultades generadas por las discontinuidades en su desarrollo (sea la falsación adversa en la lógica popperiana, el cúmulo de anomalías paradigmáticas o la evidencia degenerativa de un programa de investigación). Los intentos de síntesis de la secuencia "Popper ---> Kuhn ---> Lakatos" (en general, intentos poco consistentes internamente ante la distancia de sus respectivos estatutos de validación y aceptabilidad) constituyeron, en suma, opciones adicionales que permitieron impulsar el descubrimiento de la inadecuación de teorías predecesoras o, incluso, vigentes pero no la búsqueda de un marco formal de reflexión de la Historia del Pensamiento Económico que, en palabras de M. Dobb, sostuviera una tela compacta -con su trama metodológica y su urdimbre analítica- que, superpuesta a una determinada realidad socioeconómica, histórica y culturalmente determinada, filtrara la información empírica disponible para el debate teórico ante el conjunto de categorías analíticas cruciales y las exigencias político-económicas derivadas de la creciente complejidad del desarrollo de las fuerzas productivas.

Desde este punto de vista, la reconstrucción crítica de la teoría de la política económica reclama un enfoque netamente relativista en el que la especifidad del contexto de descubrimiento en el seno -y no al margen- de las condiciones materiales y de la matriz ideológica de una determinada formación social no sólo crea las características exigibles a un sistema teórico sino que, además, posibilita una reconstrucción que, en términos habermasianos, discurra entre la acción comunicativa (persuasión y legitimación del discurso teórico) y los resultados de la acción racional intencional (balance medios-fines en la investigación básica orientada y en la investigación aplicada).

La opción relativista (expresado con mayor rigor: el rechazo al absolutismo más contumaz) implica, en el terreno de estudio del estudio crítico de la historia del pensamiento acumulado por la Política Económica, integrar el entorno socioeconómico, político y cultural de los economistas en el objeto de análisis, incluso para manifestar las dificultades con las que se enfrenta cualquier intento en describir una reconstrucción crítica de la historia de la racionalidad político-económica.

Sin embargo, esa perspectiva relativista no supone aprisionar el análisis del conocimiento acumulado en la fortaleza del anecdotario biográfico o en el relato simplificado del espíritu de época: se trata del zeitgeist, en definitiva, que tanto ridiculizaba Goethe no como "espíritu de época" en el sentido schumpeteriano sino como "espíritu de los personajes que aprovechan una determinada época". Más, al contrario, la opción relativista no es una coartada ante los dilemas o el desconocimiento sino que permite una historia conjetural a partir de hechos históricos concretos pero estilizados a lo largo de las grandes líneas de tendencia evolutiva de los fenómenos socioeconómicos más relevantes. En consecuencia, las ideas económicas siempre son producto de su época y lugar y como tal, según defendió J. K. Galbraith en su fecunda trayectoria intelectual y que se refleja en su seminal Historia de la economía, no se las puede ver al margen del mundo que interpretan y ese mundo evoluciona, hallándose por cierto en continuo proceso de transformación, lo cual exige que dichas ideas, para conservar su pertinencia, se modifiquen conscientemente.

La plural aglutinación de enfoques hacen que la teoría de la política económica se organice como un corpus complejo de espacios de conocimiento con carácter multidisciplinar, nucleados en torno a un centro que proporciona a todo el conjunto la garantía de estructuración, de consistencia y de dirección finalista. En dicho corpus (pre-analítico, positivo y normativo), cada espacio cobra su sentido en relación a los restantes y al centro que compone el motor de su programa científico. Independientemente de las delimitaciones conceptuales debidas a economistas de indudable autoridad académica, las distintas aproximaciones convencionales a la noción teoría de la política económica tienen un carácter descriptivo que refleja la ponderación teoría/práctica de nuestra disciplina según diversas acotaciones por objeto(s) de estudio y/o por sujeto(s) de la actividad desempeñada sin profundizar, en todo caso, en los antecedentes históricos que determinan su conformación científica.

En efecto, la naturaleza social e histórica del objeto de la política económica implica una continua reorganización de los espacios en movimiento, tanto en su estructura interna como en sus singulares relaciones interdisciplinares. La configuración de esta elasticidad disciplinar de la toría de la política wconómica constituye, sin duda, el referente principal de estudio de la historia del pensamiento vinculado a su objeto; en este sentido, la reconstrucción crítica de la Historia de nuestra disciplina es uno de los principales ámbitos en los que se enfrenta permanentemente con el problema epistemológico de su propia necesidad para la comprensión y el tratamiento de los problemas político-económicos en cuestión.

En esta característica radica, por tanto, la complejidad de la relación entre los segmentos gnoselógicos e históricos de nuestro campo de conocimiento y que requiere ciertas precisiones adicionales. En efecto, una de las muestras más inequívocas de la energía científica de la política económica consiste en la superación de los obstáculos engendrados por una visión historicista que produjo, de modo inexorable, una deformación interesada de la noción de pasado teórico. La reconstrucción que aquí se propone, en cambio, requiere el análisis de la plasticidad de nuestro campo de conocimiento condicionado tanto por los cambios de estructura interna como por la amplitud del objeto de investigación.

Los mecanismos impulsores de la elasticidad del objeto son de diversa índole: desde el cuestionamiento de la división actual del saber (diplomacia de la 'expansión' disciplinar y conflictos de 'fronteras' científicas) hasta el vigor imaginativo de su núcleo teórico (programa de problemas analíticos), pasando por un discurso que tiende a comprimirse como resultado o como proceso, según la particular consideración que tenga el investigador sobre el error o la verdad del saber científico. En consecuencia, como afirma K. Arrow, "...el pasado es importante porque contiene información que cambia la imagen del futuro". Una cuestión que, por lo demás, implica un doble correlato interpretativo en torno al objeto de estudio de una determinada ciencia social, en este caso la teoría de la política económica, que transforma al científico social en un resignado Jano bifronte que mira, primero, al crucial papel que desempeña la reflexión sobre objetivos y justificación de la Historia de la Ciencia como parte de la disciplina general (cf., al respecto, KRAGH, 1989, esp. cap. 3) y, segundo, al reconocimiento explícito en que solamente "sobre la base de esta historificación (sic) de la gnoseología crítica es posible la sociología del conocimiento". Cabrían hacer, al respecto, las siguientes consideraciones.

Primero.- Existe una tendencia en el pensamiento filosófico que, genéricamente, se aproxima a la Filosofía de la Ciencia convencional, en la que se construye un conocimiento del conocimiento, en términos de Husserl, que no se detiene en uno de sus elementos más interesantes: la Historia. En este sentido, al igual que J. F. Lyotard, es preciso abordar la perspectiva epistemológica desde un criterio tradicionalmente excluído: el histórico; reconstruyendo críticamente y desde dentro el proceso filosófico que consiste en testimoniar la presencia del vacío con la palabra. En este sentido, no sorprende que Lyotard asuma la tesis de Merleau-Ponty según la cual una Filosofía en la que no se contemple (y no contenga por sí misma) una filosofía de la historia implica que -en términos gráficos que impactan e ilustran el argumento ahora presentado- no puede diferenciar entre el sacrificio personal de un resistente y el de un colaboracionista del totalitarismo (la culminación del absolutismo más genuino).

Por tanto, reflexionar sobre la historia es proyectar la intersubjetividad hacia la "verdad científica" porque el investigador, como hemos mencionado con frecuencia a lo largo del ensayo, lleva en sí la Historia que explora. Y ése es, si se me permite el énfasis, el verdadero reto cientista social: no sólo en superar el desconcierto de Alicia y plasmar, en parte, el viejo sueño de Galileo (entender el mundo físico como matemática aplicada) sino, también, en no pagar el alto precio que consiste en cegar viomentamente a Jano para ocultar la conciencia crítica de su doble visión histórica.

Es preciso recordar que la crisis de toda concepción sistemática o abstracta de la Historia replantea el proceso histórico de la filosofía de la ciencia por cuanto el pensamiento científico se reconstruye en la tensión texto-contexto y en la profundización analítica de las dos categorías formuladas por H. Reichenbach: contexto de descubrimiento-contexto de justificación. No obstante, la acción de ambos referentes de una forma separada permitiría un análisis contextual de validación y aceptabilidad que garantiza un grado significativo de autonomía de las citadas indagaciones, creando una situación en que, por ejemplo, sociología del conocimiento científico en Política Económica se convirtiera en una sociología para el conocimiento de dicha disciplina.

Segundo.- En palabras de J. A. Schumpeter, una de las más importantes cuestiones que debe resolver el investigador interesado en la historia del pensamiento económico es la de establecer en qué medida los conceptos acerca del proceso económico (una mezcla compleja de percepciones y análisis pre-científico) han constituído un factor de desarrollo de la economía científica. Para Schumpeter, "...este acto pre-científico que es la fuente de nuestras ideologías, es también el requisito previo de nuestro trabajo científico. Sin él no es posible ningún punto de partida en ninguna ciencia". En otros términos más directos: todos los autores que desarrollan su trabajo en el ámbito de la historia del pensamiento político-económico adoptan una posición personal (política, social...) que transparenta la serie de influencias y prejuicios ideológicos. Al respecto, cabría recordar que la consolidación del proyecto científico de la Economía, como conocimiento social, se forja sobre la discusión de dos nociones fundamentales que, a pesar de las variantes terminológicas que pudieran utilizarse, remiten a las categorías analíticas riqueza económica y armonía social continuamente traspasadas por juicios ideológicos y axiológicos. Por eso, al margen de que nos refiramos en concreto a las aportaciones fisiocrática o liberal clásica, por poner dos ejemplos, es ineludible dotar de un contenido amplio que informe sobre la anteriormente mencionada tensión contextual. Es decir, la Fisiocracia entendida no sólo como defensa político-económica del Tableau (en términos de análisis positivo) y de la producción extractiva y de la productividad agraria (en términos de análisis normativo), sino, también, como intento fallido, por su origen socioeconómico, de disolución política de la propiedad feudal. En el caso del programa de investigación clásico liberal, la respuesta ante los interrogantes de un esquema teórico que, por una parte, subraya las excelencias del gobierno de las leyes naturales que guían a la mano invisible y la constatación empírica de las enormes desigualdades que registra la Historia a partir de un sistema económico que, como diría Braudel, no tiene ideología pues, simplemente, o se sirve de ellas o las sortea constantemente cuando le son hostiles.

En síntesis, el orden de exposición de las principales aportaciones de la hstoria del pensamiento político-económico requiere una secuencia temática que implica, a su vez, una opción metodológica tributaria de la reconstrucción crítica del conocimiento en Ciencias Sociales:

l.- Exposición descontextualizada de los distintos modelos político-económicos que han marcado un hito en la historia del pensamiento. Se trata de una labor de síntesis de información que incorpora problemas adicionales (y no menos atractivos analíticamente) de condensación.

2.- Pormenorizada reflexión sobre los procesos de filiación intelelectual de los autores analizados y estudio de las relaciones entre cada aportación al conocimiento económico acumulado con los grupos sociales de referencia.

3.- Estimación y evaluación de las implicaciones del triángulo pensamiento-opinión-ideología, tanto en el contexto de los hechos como en el marco del discurso científico.

La anterior secuencia permitirá, en la reconstrucción crítica de la teoría de la política económica, superar numerosos obstáculos debidos a la tendencia positivista en fundamentar en términos empíricos, con un soporte exclusivamente cuantitativo (datos numéricos) y no cualitativo (interpretación), lo que son complejos teóricos, procesos y resultados, que contienen una densa red de precedentes históricos, sociales, culturales, jurídicos, institucionales, materiales..., de inviable traducción cuantitativa (bajo pena de perder una parte de necesaria significación omnicomprensiva). Aunque no hay que olvidar que los primeros logros analíticos de una ilustración cuantitativa de la Historia aparecen dominados por los enfoques y los objetivos de la Economía, prolongando esfuerzos teóricos desarrollados previamente lo cual resultaría, en palabras de P. Vilar, una economía retrospectiva más que una mera cuantificación histórica.

En este sentido, y ciñéndonos al ámbito de la historia del pensamiento Económico, la reconstrucción crítica de la teoría de la política económica se encuentra con un contencioso similar al que enfrentó -en la Historia como ámbito disciplinar- con la formulación originaria de Annales con los postulados cuantitativistas. En efecto, para M. Bloch o L. Febvre -autores que, a mi juicio, conectan con los antecedentes materialistas de la reconstrucción crítica de las Ciencias Sociales-, existen formas alternativas de concebir y ejercitar el soporte histórico de una ciencia que se caracteriza por reivindicar los principios de una historia analítica, razonada, de síntesis de método y problema, que plantea críticamente la relación entre el investigador social y el objeto de análisis, una auténtica historia del pensamiento como problema, que sea simultáneamente una construcción analítica global, abierta y multi-determinada.

Incluso, para la anterior perspectiva histórica como para la reconstrucción crítica que aquí sostenemos, la historia del pensamiento económico se concibe también como historia-problema que se hace acreedora de un espacio propio en el análisis que reformula una inicial corriente de cuantificación histórica para el estudio de los ciclos económicos para fines de explicación no sólo técnica sino, también, social y política. El destino de las preocupaciones expresadas es atenuar numerosos obstáculos que se generan "...cuando los datos son caprichosos y no son válidos universalmente y cuando surgen además algunos que no sólo eran desconocidos antes sino que ni siquiera existían"; entonces, en afirmación de A. K. Dasgupta, "...las proposiciones de la ciencia tendrán inevitablemente una validez limitada, no sólo en lo tocante al espacio sino también al tiempo" y, en consecuencia, "...la ciencia económica -y de hecho cualquier ciencia social- pertenece a esta última categoría..".

No debe sorprender que los argumentos de autoridad científica sean frágiles o, en su caso, reconozcan las dificultades que una aproximación meramente cuantitativa produce sobre fenómenos sociales complejos. Así, mientras J. R. Hicks confesó que "...son escasas las leyes económicas que pueden considerarse firmemente fundamentadas"; A. Leijonhufvud señalaba que "...la imperfecta correspondencia entre los modelos de teoría económica y aquéllos son vehículos de trabajos empíricamente cuantitativos expresa la grave dificultad tanto de falsar de manera decisiva como de confirmar convincentemente las teorías económicas. En Economía, las tradiciones teóricas más opuestas se mantienen vivas". Y recordemos, por último, la siempre proverbial J. Robinson cuando reconoció abiertamente que "la Economía va cojeando con un pie sobre teorías no contrastables y el otro sobre consignas incontrastables".

En suma, ¿que propuestas de política económica se podrán fundamentar históricamente en el relato del conocimiento acumulado por nuestra disciplina cuando autores tan señalados, como los anteriormente citados, no han podido ofrecer ofertas consistentes sino la confirmación de una endeblez teórica equiparable a la ineficacia práctica?


Notas

(1) En palabras de C. Seco Serrano, la afirmación del historiador francés Lucien Fébvre representaría una "regla de oro" que compartimos pues su contenido es directamente aplicable en un doble sentido: "...la Historia, como camino para profundizar en el conocimiento del hombre; el hombre, como clave para 'entender' la Historia" (C. Seco Serrano: "Criterios Historiográficos", Suplemento Culturas - Diario l6, nº 185, 26.XI.1988, p. I).

José Ramón García Menéndez es profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela (España).
Correo electrónico: earoe@usc.es



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