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La insignia
18 de julio del 2007


Escena corta del otro lado


Jesús Gómez Gutiérrez
La Insignia. España, julio del 2006.


Aquel marzo es un personaje de los que se describen en tercera persona. Su casa queda lejos y se abre paso por las calles sobre zanjas abiertas y desniveles. No es un gran día, pero le vale; poco frío para el mes, calles de arquitectura decente, edificios que le parecen belleza en estado puro a pesar del gris de la contaminación y de la manía de pintar fachadas con ocres que apenas llegan a rojo y colores leves, ningún azul ni amarillo intenso.

Poco antes de llegar a la casa, cambia de rumbo y se sienta en una terraza con vistas a un parque compuesto por tres acacias y una colección de papeleras. Se ha levantado brisa y esto es Madrid; las nubes que vienen por el oeste giran en dirección contraria a las agujas del reloj y pasan a sur y luego a este y luego no lo sabe, porque supone que se apoyarán en Guadalajara con la sierra como centro, pero su interés por el clima termina allí. Coge el periódico y pide un café. El periódico ya lo ha leído; es costumbre.

Diez minutos después del primer sorbo, cuando ha pasado la sección de internacional y está a punto de librarse de opinión y los editoriales, llegan las explosiones. Y pasan los días y las noches y las semanas. Y los meses y los años. Y pasarían los siglos si viviera tanto y las escucharía, porque oír y escuchar no son la misma cosa, como los coches del barrio de cal, como los halcones en la tierra de castillos, como la Gran Vía en las mañanas de los domingos cuando vivía tras la Red de San Luis, como tú que fuiste tú y tú y también tú, sorpresa al abrir los ojos, caminos carísimos del corazón. No ha cambiado mucho, pero hay momentos que lo cambian todo.



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