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La insignia
28 de febrero del 2007


Argentina

Crecimiento excluyente (V)


Pierre Salama
La Insignia. Francia, febrero del 2007.


Ciertamente, esta caída no ha sido la misma para todas las categorías de personal. Ha variado según la calificación y el sector, estando los dos frecuentemente vinculados. Así, según los datos reelaborados por el Mecón, provenientes de la Afip y del Indec, mientras el salario real de los trabajadores declarados aumentaba en 2005 en relación al 2004 en 6,2% (año de la "recuperación" (16) relativa en relación a los otros años), el de los trabajadores no declarados aumentaba en 5% y el de los trabajadores del sector público, en sólo 0,6 %. La brecha en la pérdida de poder de compra desde el 2001 se acorta entonces por los asalariados informales y marginalmente por los trabajadores del sector público. Limitándose solamente a los salarios informales, la recuperación parcial del poder de compra perdido ha sido sobre todo importante en la construcción (7,4%), el comercio (6,6%), débil en la industria (2,8%) y marginal en los servicios destinados a las personas (0,6%). Esta distorsión observada explica que son, paradójicamente, los trabajadores menos calificados, particularmente los de la construcción, quienes se han beneficiado más (9,1%).

La evolución reciente explica que la distribución del ingreso haya sido menos desigual entre 2004 y 2005. Según las mismas fuentes, el 20% de los más pobres han visto que su situación mejoraba en 0,3; y el 20% más rico, un deterioro relativo de 1,1 puntos. Todos los quintiles han experimentado una mejora de su poder de compra (recordemos que el crecimiento ha sido de más del 9%), pero los más pobres en mayor medida que el 20% más rico; en fin, el 80% de los hogares ha visto mejorar su situación en la distribución del ingreso de manera relativa.

No se trata, sin embargo, de evoluciones marginales. Argentina sufrió en los años noventa una fuerte regresión en su distribución del ingreso. De una distribución personal del ingreso que la acercaba a las vigentes en los países desarrollados, con un Gini (17) del orden del 0,3 en los años sesenta y setenta, comienza a conocer en los años ochenta, con la hiperinflación y la crisis, y sobre todo, en los años noventa con el liberalismo desaforado, una distribución del ingreso similar a la de los países latinoamericanos, Costa Rica excluida. En este sentido, Argentina se ha "latinoamericanizado". El coeficiente de Gini alcanza un nivel muy elevado: 0,515 en 2004 y, con la mejora marginal que hemos indicado, este nivel pasa a 0, 497 (18); la relación entre el ingreso medio de los hogares del quintil más rico al quintil más pobre pasa de 18 a 16.

¿Y la pobreza? Con tasas de crecimiento tan elevadas desde el año 2003 habría podido esperarse una reducción más fuerte de sus porcentajes (19). No ha sido el caso. Mientras que el 3,5% de las personas del gran Buenos Aires eran considerados indigentes en octubre de 1994 y 16,1% pobres, estos datos se elevan a 6,9% y 25,9% respectivamente en octubre de 1998. Los efectos de la recesión se traducen en una elevación continua de la pobreza extrema y de la pobreza, el porcentaje de indigentes alcanza a 12,2% y el del conjunto de pobres a 35,4% en víspera de la explosión de la crisis en octubre del 2001. En octubre del 2002 la pobreza deviene abismal: 24,7% de indigentes y más de la mitad de la población es considerada como pobre con 54,3%.

Con la recuperación económica estas cifras bajan, pero menos rápidamente de lo que podría esperarse de un crecimiento elevado. Según los datos publicados por el Indec, en el primer semestre de 2003, la población indigente en el gran Buenos Aires se eleva al 27,7% y los pobres al 54%. A pesar de la recuperación, el porcentaje de indigentes se acrecienta y la pobreza permanece estable. En el segundo semestre del 2003 el porcentaje de indigentes finalmente baja, pasando a 20,5% y la pobreza sigue: 47,8%. En el primer semestre de 2004 el porcentaje de indigentes continúa bajando, pero representa aún 17% de la población; el porcentaje de pobres disminuye más lentamente: 44,3%. En el segundo semestre de 2004, estos porcentajes son respectivamente de 15 y 40,2. En el primer semestre de 2005 continúan cediendo y alcanzan para los indigentes 13,8% y para el conjunto de los pobres 38,9%. Finalmente, al segundo semestre de 2005, últimos datos disponibles, el porcentaje de indigentes se eleva a 12,2% y del conjunto de pobres a 33,8% en el gran Buenos Aires.

La evolución de la pobreza y de la indigencia sigue la misma tendencia en las 28 aglomeraciones urbanas argentinas más grandes. Los planes "jefes" han permitido disminuir la tasa de pobreza, así como lo muestra la comparación entre los datos de la pobreza y de la indigencia en estas 28 aglomeraciones con o sin planes "jefes". La indigencia en el segundo semestre del 2003 era de 20,5% para los individuos y de 15% en el segundo semestre del 2004. Si estos planes no hubiesen existido, las cifras habrían sido de 23,5% y de 18,2% respectivamente. El efecto es menos elevado cuando se considera el conjunto de pobres, lo que es suficientemente lógico en la medida que estos planes están destinados sobre todo a los más vulnerables (lo que no excluye prácticas de clientelismo en su asignación): 47,8% con los planes y 48,5% sin los planes en el primer semestre de 2003; y en el segundo semestre del 2004, 40,2% y 40,9% respectivamente. Hay entonces una disminución de la pobreza, pero se está lejos de los datos de 1994. A pesar de un crecimiento muy sostenido de más de cincuenta meses, la pobreza se sitúa aún en un nivel extremamente alto y podría haberse esperado una disminución más pronunciada. De qué depende la evolución de la pobreza: principalmente de dos factores, la tasa de crecimiento del PIB y la variación de las desigualdades. Se sabe que esta tasa es elevada. Difícilmente podría ser más elevada. Es producto de una utilización más intensiva de las capacidades de producción y del alza de las tasas de inversión. El aumento del empleo que resulta de ello mejora el destino de los que reencontrando un empleo, reciben a partir de ahí, un salario. Sectores de las capas medias que habían caído en la pobreza al perder sus empleos superan de nuevo la línea de la pobreza. Categorías más modestas que estaban próximas a esta línea y que la habían atravesado, la desbordan de nuevo al volver a encontrar trabajo, incluso beneficiándose de una recuperación del poder de compra. Pero sabemos que esto está limitado sobre todo a los trabajadores "registrados" y débilmente a los otros, a excepción del año 2005. La distribución del ingreso permanece siempre, salvo algunas variaciones marginales, tan desigual. Lo único que actúa positivamente sobre la pobreza es el crecimiento. La distribución del ingreso tiene poco efecto, ya que descansa en el Estado. Esto explica que el descenso de la pobreza haya sido tan modesto. Una recuperación gradual del poder de compra, principalmente de los trabajadores no registrados, modificaría la distribución del ingreso hacia una menor desigualdad y una menor pobreza, a menos que se demuestre que una subida de los ingresos de los asalariados más vulnerables y un alza del poder de compra de los trabajadores por cuenta propia frenaría el crecimiento… pero dicho argumento, "caballo de batalla" de la corriente más liberal, carece de fundamento científico.

Estamos entonces en presencia de un "crecimiento asiático" que conserva los aspectos excluyentes heredados del período menemista. La distribución del ingreso evoluciona poco hacia menores desigualdades y conserva, en lo esencial, las características nacidas en la década de 1990. La disminución de la pobreza, real pero no a la altura de lo que fue el auge, podría ser una ilusión óptica proveniente de la manera de medirla. Si se midiera como en los países desarrollados, es decir, de una manera relativa (21), habría disminuido poco en relación al 2002… y aumentado mucho más en relación a los años setenta.


Notas

(16) Sin pretender hacer la coyuntura, observamos esta recuperación relativa cuando analizamos el costo en horas de trabajo de la canasta de bienes básicos; el año 2005, y más particularmente el segundo semestre, rompe un poco con los otros años: se observa, a la vez, un aumento significativo de los salarios nominales y de los precios, los primeros evolucionando más rápidamente que los segundos. Nos interrogaremos enseguida para saber si se trata del anuncio de una nueva política salarial o no.
(17) El coeficiente de Gini es un indicador global de las desigualdades: se ponen en relación los porcentajes de la población y de los ingresos distribuidos. Población e ingresos, en porcentaje, forman los dos extremos de un cuadrado. Si por ejemplo el 5% de la población recibe un 5% de los ingresos, el 10% un 10%, etc., se obtiene una distribución del ingreso absolutamente igual. Ella corresponde a la diagonal del cuadrado. La distribución del ingreso es más o menos desigual según los países: el 10% de la población recibe, por ejemplo, un 5% de los ingresos, el 20% un 9%, etc. Se obtiene así una línea que refleja esta distribución del ingreso. Ella lleva el nombre de Lorentz. La superficie existente entre esta línea y la diagonal, que da cuenta de la mitad de la superficie del cuadrado, constituye un indicador de las desigualdades, denominado Gini. Mientras más se aproxima la curva de Lorentz a la diagonal, menor es la superficie ocupada entre esta curva y la diagonal y menor es el Gini e inversamente.
(18) Es difícil tener datos comparables sobre largos periodos, ya que las técnicas de estimación cambiaron en 2003 y se pasó de encuestas puntuales a encuestas permanentes.
(19) La construcción de la línea de pobreza, llamada "absoluta", obedece a principios sencillos. A partir de encuestas se determina la composición de una canasta de bienes de consumo básicos correspondiente a un cierto nivel de calorías estimadas esenciales para la mera reproducción del individuo. Convertida a precio, esta canasta indica el nivel de ingreso de mera reproducción. Permite construir una línea de indigencia. Los individuos que tienen un ingreso inferior al definido por esta línea, son considerados como extremadamente pobres. Multiplicado por un coeficiente llamado de Engel a fin de tener en cuenta las necesidades de alojamiento, transporte, etc., el ingreso que define la línea de indigencia se transforma en uno que define la línea de pobreza. Si el ingreso del individuo, o del hogar, es inferior a este umbral, el individuo, o la familia, es designado como pobre, y si su ingreso está por debajo de la línea de indigencia, es considerado como extremadamente pobre o aún indigente. Este indicador tiene muchos defectos que son otros tantos límites: a menudo no se toma en cuenta más que los ingresos monetarios, no se considera diferentes mecanismos de solidaridad no mercantiles, se ignora la subjetividad de los individuos que pueden sentirse pobres cuando no pueden hacer frente a sus obligaciones. Para más detalles ver nuestro libro "Le défi des inégalités, une comparaison économique Asie/Amérique latine", La Découverte, 2006.
(20) La economía Argentina se abre a partir de 1991 pero a un ritmo equivalente al del crecimiento del comercio mundial, o sea dos veces el del PIB, y permanece aún relativamente cerrada. Esto considerando que es exacto que la contribución al crecimiento de los bienes "transables", es más importante en la recuperación actual que en el periodo post "tequila". Según el Mecon, en 2003-2004, esta contribución ha sido 32,2% contra 20,4% entre 1996-1998, con el matiz en el razonamiento de que este impulso se explica en gran parte por el impulso a la exportación de productos no industriales provenientes de la energía, la agricultura y la agroindustria.
(21) En efecto, ella se mide por referencia a la distribución del ingreso: son pobres aquellos que no tienen un ingreso equivalente a la mitad del ingreso medio. Es por esto que es imposible eliminar la pobreza en los países desarrollados, se puede solamente aligerar, pues eliminarla significaría llegar a una sociedad estrictamente igualitaria, mientras que en los otros países, la manera absoluta de medir la pobreza, significa que ella puede ser eliminada, como se pudo constatar, por ejemplo, en Corea del Sur.



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