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15 de enero del 2007


__Especial__
España, 1936-1939
España, 1936-1939

Málaga


Illia Ehrenburg
ABC. Madrid, marzo de 1937.



Málaga, 1937

Una mujer de pelo liso me miraba con ojos que no ven. De vez en cuando movía ligeramente los labios. No me atreví a preguntarle qué es lo que hacía allí junto al hatillo haraposo. De la casita del guardagujas salió una niña de unos tres años. Venía por el camino con los pies desnudos. La mujer se agitó. Miró alrededor y empezó a bracear. El guarda salió, cogió a la niña, y me dijo en voz baja: "Esa mujer es de Málaga; a sus hijos los han matado. Málaga..."

Esta palabra también designa un vino oscuro, de un dulzor empalagoso. En la playa de un mar azul maduran uvas menudas, dulcísimas. En las calles de la ciudad había palmeras. En hoteles blancos, en casas con fachadas marroquíes, entre palmeras y viñas, vivían los ingleses ricos. Estaban en esta ciudad precisamente por su dulzura y por su tranquilidad. En ninguna parte del mundo había un vino tan dulce y un sol tan cariñoso. Había un barrio entero únicamente poblado por negociantes reumáticos, de Londres, Liverpool o Glasgow. Algunas veces llegaban hasta las oscuras y estrechas de la extrema barriada del norte. Las hijas de los negociantes tenían Kodaks; retrataban la miseria pintoresca. En estas calles estrechas vivían los trabajadores, los cargadores, los pescadores. Pero allí no había ni palmeras, ni fachadas marroquíes. Allí la vida era oscura y desnuda: chozas, harapos, "gazpachos". A veces los pescadores o los cargadores se declaraban en huelga. Se metía a los incitadores en calabozos oscuros y malolientes. Los obreros no podían resistir más, y, a veces, sacaban por ,los ventanucos trapos encarnados; entonces los guardias civiles disparaban. En las chozas lloraban los chicos, hambrientos y desnudos. La vida en este dulce y empalagoso Málaga era bastante amarga.

En la primavera del año pasado Málaga se estremeció y despertó. Los hombres creyeron en una vida sin chozas, sin harapos, sin el llanto de niños hambrientos. Málaga envió comunistas a las Cortes. Los jornaleros, que habían cobrado siempre dos pesetas, empezaron a cobrar cinco. Empezó a darse trabajo a los parados; la ciudad empezó a edificar escuelas, hogares de obreros. Los terratenientes y los guardias dejaron de beber Málaga: ese nombre les parecía irresistible. Le añadieron la palabra "la roja". Con esto quisieron desprestigiar la ciudad. Pero los habitantes de Málaga, como todos los españoles, gustan del color rojo. Querían, además, la libertad y la vida. Y empezaron a también a llamar a su ciudad "Málaga, la roja".

Los reumáticos de Liverpool se marcharon: quizá temiesen al caluroso verano andaluz, o quizá a la "nueva vida" soñada por os habitantes de la extrema barriada del norte. En el mes de julio, el general Queipo de Llano ordenó a los oficiales del 12º regimiento, acuartelado en Málaga, que metieran en cintura a la desobediente ciudad. Los soldados engañaron a los oficiales, los oficiales engañaron al general: Málaga quedó roja. Seis meses ha luchado la ciudad independiente de los altos centros del mando del país, contra los ejércitos fascistas. En Málaga no había ni mando único ni Ejército disciplinado. En el séptimo mes desembarcaron los italianos en Cádiz. Trajeron artillería y tanques los bandidos romanos soñaban con otra Abisinia. Los héroes de Kaporetto, a los que habían batido todos los ejércitos regulares del mundo y los que presumían por su victoria sobre los etíopes, descalzos y sin armas, se decidieron a dar la gran batalla a los descargadores y pescadores de Málaga. Pero además tuvieron un apoyo: los barcos alemanes navegaban cerca de la costa; aviones alemanes volaban sobre la ciudad. Los italianos enviaron por delante a los soldados marroquíes. Para tranquilizar al Comité de Londres, estaba en un tren de campaña el gobernador militar de Málaga, conde de Sevilla. Y dos secos falangistas sostenían la bandera de España monárquica. Cuando los italianos entraron en la ciudad, colgaron al lado de la Virgen Santa, su bandera cruzada por la esvástica de los aliados.

No se ha dejado entrar a los periodistas extranjeros. "Todavía se está haciendo allí una gran limpieza". Les prepararon un magnífico palacio en las afueras de la ciudad. En el barco "Cánovas", los falangistas encontraron a sus amigos presos fascistas. Los republicanos no mataron en su retirada a los presos. Seguramente por eso el general Queipo de Llano "ha ordenado castigar severamente a los asesinos rojos". Pero ni los legionarios ni los italianos necesitan este consejo. Cantando la "Giovinezza", los italianos pasaron por la avenida del Marqués del Río (sic). Los legionarios prefirieron las barriadas obreras. No cantaban un himno pomposo, sino que quemaban y rompían los muebles y utensilios, sacaban a los hombres a la calle para fusilarlos: los italianos habían traído balas de sobra. Apostaban para ver quién apuntaba mejor. El que ganaba cogía a la mujer o a la hija del fusilado. El río Guadalmedina rebosaba cadáveres. En Larios había que ir separando los cadáveres con el pie para poder andar por las calles. Después, el conde de Sevilla, ordenó barrer las calles principales: había entrado un crucero inglés en el puerto.

Málaga, 1937

En la plaza de San Pedro los fascistas encendieron una inmensa hoguera, en donde quemaban apresuradamente los cadáveres. Inmediatamente se hicieron defensores de la justa condena: nada de fusilamientos sin juicio. En tres días apresaron a ocho mil personas.

Los luchadores se habían marchado de Málaga, con ellos 40.000 mujeres y niños. Los facciosos cogían al abuelo del secretario del sindicato de panaderos o a la sobrina de un miliciano muerto. Juzgaban hasta 300 personas por día. No había tiempo para que los escribientes anotasen los nombres de los fusilados. En la primera sesión del Tribunal, una mujer bañada en lágrimas dijo: "Yo no tengo culpa de nada; yo estaba lavando ropa."

Un viejo gritó: "¡Animales!" Los oficiales no discutieron; tenían prisa de fusilar. El presidente del tribunal decía, bostezando: "El siguiente..."

El corresponsal del "Popolo d'Italia", señor Barzini, mandó el siguiente radiograma: "El Tribunal actúa de acuerdo con todos los principios humanos. No se aniquilará más que a los incitadores y criminales."

Quizá se encontrase cuando iba a la oficina de Telégrafos a la lavandera Encarnación Jiménez que llevaban a fusilar los falangistas por "incitadora y criminal!".

Entre las rocas se acumulan los fugitivos. Iban mujeres, enfermos, viejos. Llevaban niños al brazo. Sobre los niños, muertos de terror, muertos de terror, volaban los aeroplanos alemanes. Estaban limpiando a España del pueblo español. De los hijos pueden salir marxistas y esto es molesto y peligroso.

El loco general Queipo de Llano decía por radio: "Toda la población de Málaga nos recibió con entusiasmo. Las mujeres besaban las manos a sus bravos muchachos."

¿Quién ha besado las manos a los legionarios, su excelencia? ¿Acaso los que huían bajo el fuego de los aviones alemanes? ¿O los fusilados y sus cadáveres, que han llegado a intranquilizar incluso al conde de Sevilla? ¿Quizá alguno de los 8.000 presos? ¿O la lavandera Encarnación Jiménez, que fue fusilada por vuestros bravos legionarios por haber lavado sábanas en un hospital? Yo he visto a una persona de allí; la mujer del camino. No pudo hablar. No podía entender que a sus dos niñas las habían matado en el camino de Motril. Yo he visto sus ojos y sé lo que han hecho los facciosos en Málaga (...).



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