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19 de diciembre del 2007

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Iberoamérica
Argentina

En la escuela, poco para festejar


Guillermina Tiramonti
Club de Cultura Socialista / La Insignia. Argentina, diciembre del 2007.

 

Quiero compartir con los lectores un ejercicio casi elemental de lectura de datos duros sobre el sistema educativo en general y la escuela media en particular. Se trata de articular algunos pocos datos estadísticos con los adelantos de resultados de pruebas internacionales, cuya combinación arroja conclusiones interesantísimas para el análisis del comportamiento de nuestro sistema educativo.

Veamos en primer lugar la dinámica del sistema, observando cuántos chicos entran en primer grado y cuántos de ellos permanecen en el sistema en 5º año del secundario o 3º del polimodal. El dato es escalofriante: sólo el 36,1% llega al final de la trayectoria escolar en el tiempo considerado ideal para recorrerla. Hace 10 años (1996) la cifra era del 3%. O sea que el avance en este punto es más que magro.

Por supuesto, como somos una sociedad fuertemente inequitativa, en el caso de la Ciudad de Buenos Aires el porcentaje de retención a lo largo del sistema se eleva al 73,%, pero en los últimos 10 años ha decrecido también significativamente, ya que en 1996 alcanzaba el 82,1%. En definitiva, a nivel país, de 100 chicos que entran a primer grado sólo 36 tendrán la posibilidad de llegar al último año de la secundaria en los doce años de educación obligatoria.

Se podría deducir de estos datos que el sistema educativo nacional conserva una alta capacidad selectiva y que retiene dentro del sistema sólo a aquel que ha podido incorporar el conjunto de saberes y habilidades que están estipuladas para los diferentes niveles del sistema. Podríamos concluir también que en la Ciudad de Buenos Aires, cuya población goza de niveles socioculturales más altos que el resto del país, el porcentaje de alumnos que cumple con las expectativas de logro es mayor y que la caída en el porcentual de retención obedece a que se han incorporado alumnos de otros sectores socioculturales, que al no alcanzar los mismos niveles de logro, fueron expulsados.

Sin embargo, si atendemos a los resultados de las evaluaciones internacionales nos encontramos con que el rendimiento de nuestros alumnos es mediocre aun en comparación con otros países de la región. Si bien hay muchas discusiones sobre cómo se mide la calidad, las pruebas muestran algo que vale la pena mirar.

La escuela selecciona, pero no por mérito cognitivo o por lo menos no a aquellos que pueden resolver satisfactoriamente las pruebas de evaluación. Hacemos referencia a los resultados obtenidos en una prueba internacional (PISA) que mide el desempeño de alumnos en el nivel medio en 57 países. La prueba es aplicada a alumnos de 15 años y por lo tanto brinda información de lo aprendido hasta tercer año de la secundaria o en los tres niveles del EGB. De modo que no es posible atribuir responsabilidad al polimodal sino que ésta es atribuible a los años anteriores.

La confluencia de alta selectividad con bajo rendimiento en los aprendizajes es el resultado de una escuela donde los aprendizajes no constituyen el criterio con el que se selecciona a los alumnos: no son los que aprenden más los que se quedan, ni los que no aprenden los que se van. Sabemos que los criterios de clase social, adaptación a las pautas institucionales y disciplinares, distancias geográficas y un importante conjunto de prejuicios están presentes en los procesos de selección de casi todos los sistemas educativos. Contra este mal es necesario luchar actuando sobre una materia resistente como son las culturas escolares.

Sin embargo, la contundencia en la confluencia entre selectividad y bajos resultados habla a las claras de que en el caso argentino son estos criterios los que definen la supervivencia de los alumnos en el sistema. En nuestro país ser un buen alumno tiene más que ver con la capacidad de jugar adecuadamente este rol que con la incorporación de conocimientos y la adquisición de habilidades intelectuales.

Los resultados son congruentes con las opiniones de algunos especialistas que señalan rupturas en los procesos de transmisión del conocimiento, dificultades para procesar la heterogeneidad de lenguajes que propone la actual configuración cultural, incompatibilidades entre los modos de aprender de las nuevas generaciones y aquellos en los que se asienta la práctica escolar, e inadecuación de la formación de los docentes. Estos argumentos tienden a explicar el porqué de los bajos aprendizajes y señalan la complejidad del problema y de las políticas que deben llevarse adelante para abordarlo. Señalo esto, porque los años 90 portaron un recetario estandarizado al que se suele echar mano con facilidad (standard de logros, ranking escolares, remuneraciones por resultados, etc) que si bien simplifican la construcción de líneas de acci& oacute;n son de probada ineficacia.

En realidad la escuela sigue rechazando a aquellos cuyo perfil no se corresponde con el patrón de alumno construido a partir de una combinación de ingredientes donde el aprendizaje está poco o mal representado.


(*) Publicado originalmente en el diario Clarín, de Argentina.

 

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