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12 de diciembre del 2007

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Iberoamérica
Reflexiones peruanas

Trágicos viajes de promoción


Wilfredo Ardito Vega
La Insignia. Perú, diciembre del 2007.

 

En mi opinión, el signo más revelador del crecimiento de la economía durante este año no han sido tanto los nuevos centros comerciales, como los de Chiclayo y Trujillo, sino ver que los estudiantes han sustituido a los turistas extranjeros en los vuelos al Cuzco.

Pero al mismo tiempo, nunca tantos viajes de promoción habían terminado en tragedias. La semana pasada, seis alumnos del Colegio Santo Domingo de Guzmán, que viajaban en un ómnibus de CIAL, se sumaron a la larga serie de estudiantes fallecidos debido a una confluencia de improvisación, irresponsabilidad y ausencia de control por las autoridades.

El pasado mes de octubre, pasé unos días en Ollantaytambo y pude apreciar los contrastes que genera el desarrollo turístico acelerado. Hace algunos años, la única cabina de internet cobraba siete soles la hora y cerraba a las siete de la noche. Ahora han proliferado las cabinas y también los cajeros automáticos. Una nueva posta médica promueve la planificación familiar y un ómnibus dispuesto por la municipalidad traslada a los niños de las comunidades a los centros de educación inicial. Sin embargo, los campesinos siguen viajando trepados en camiones, que se estacionan en la pequeña plaza. Todos los restaurantes entregan boleta, pero los mozos reciben mucho menos que el salario mínimo: los dueños saben que la SUNAT realiza operativos de control, pero el Ministerio de Trabajo no.

El INC tampoco tiene mayor injerencia en la preservación del valioso patrimonio arqueológico: los aparatosos ómnibus con turistas extranjeros y los camiones con campesinos pasan por las estrechas callejuelas, literalmente rozando las ruinas de la hermosa fortaleza.

Una angosta pista conduce a la estación de ferrocarril y mientras caminan por allí (no hay veredas a los lados) docenas de estudiantes deben evitar los taxis y ómnibus turísticos que avanzan a toda velocidad. Es necesario pegarse a la orilla del río, donde un alambre de púas, de esos antaño comunes en Lima, amenaza a los más descuidados.

Fuera de la estación, pude ver a diferentes delegaciones escolares esperar varias horas bajo la lluvia hasta embarcarse hacia Machu Pichu. A diferencia de las estaciones ferroviarias en el resto del mundo, la de Ollantaytambo permanece cerrada hasta que llega el tren.

Pero el detalle más desagradable de Perú Rail, la empresa inglesa que tiene el monopolio del ferrocarril y, al parecer, también de las estaciones, no es ese, ni siquiera que a los escolares les toquen los incómodos vagones para peruanos, sino que, con frecuencia, de regreso de Machu Pichu, los pasajeros viajan de pie y apiñados, a pesar de haber comprado su boleto. Este año, claro, los colegiales tomaron fotos con sus celulares y la difusión de los maltratos generó la comprensible indignación de sus padres.

La alternativa para quienes no alcanzan boletos es alquilar una combi, pero la ruta es accidentada y peligrosa: el 2 de noviembre, fallecieron en un accidente dos escolares del colegio Teodosio Franco García de Ica.

En realidad, los riesgos se producen en todo el recorrido; especialmente cuando se pretende llegar al Cuzco por tierra en empresas que brindan servicios pésimos, como el ómnibus de CIVA que se incendió el 24 de octubre cuando transportaba a una promoción de escolares del colegio José Carlos Mariátegui de Paramonga. El 21 de noviembre, la población de Talara recibió angustiada la noticia que tres alumnas y una profesora del colegio Inmaculada Concepción habían fallecido mientras regresaban de su viaje de promoción. El ómnibus en el que viajaban provenía de Ejetur, una empresa que sólo hace recorridos en el norte del país.

Todas las muertes de este año se podrían haber evitado. Por ejemplo, el ómnibus de CIAL cayó a un barranco en el mismo lugar donde el 29 de setiembre fallecieron catorce ancianos colombianos en otro accidente. Evidentemente, sería urgente mejorar la señalización en esa zona, aunque las autoridades sostienen que no es necesario.

Un factor que incrementa los peligros es la falta de conciencia de los profesores, quienes con frecuencia viajan por primera vez al Cuzco y se encuentran también desconcertados.

Sumémosle a ello la débil intervención estatal, sin reglas claras para el traslado de niños y adolescentes y la ausencia de controles en las carreteras del sur del país. Resulta patético que en este contexto, el Presidente pretenda que el Estado reduzca su "obsesión de controlar todo". En Ollantaytambo, Machu Pichu o Cuzco, el Estado parece mas bien que no controla casi nada.

La semana pasada, la empresa Molina Unión, que tenía el mayor número de muertes a nivel nacional fue suspendida por el Ministerio de Transportes. Sin duda es un paso adelante, pero todavía hace falta mucho por hacer. Una actividad económica como el turismo sólo puede generar beneficios sostenibles cuando existe un mínimo de planificación y control. De lo contrario, el próximo año se repetirán todas estas situaciones.

 

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