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30 de agosto del 2007

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Cultura

Maldita genética


Carolina Broner
La Insignia. España, agosto del 2007.

 

B.J and the bear

De pequeña quería ser camionera. No es que me gustaran los neumáticos gigantes y los viajes solitarios; es que quería ser como las protagonistas de una serie que ponían en la tele. La historia iba de policías corruptos y chóferes justicieros, pero lo mío no iba por ahí. Mi sueño era ser una de esas tías buenorras que conducían con pantaloncitos de vaqueros cortísimos, tacones de aguja y camisetas ajustadas.

Cuando de adolescente desarrollé un notable afán por la justicia, un culo respingón y unas tetas dignas de un tren de carga, creí que estaba a un paso de mi objetivo; el problema fue que con un metro sesenta y uno no me llegaban los pies a los pedales.

Como no soy de las que se rinden ante el primer obstáculo, me empeñé en encontrarle la vuelta al problemilla de la altura y dediqué años a tratar de aprender a andar con gracia y naturalidad subida a unas botas con plataformas de diez centímetros (los tacones de aguja me están vedados por SPI (Síndrome de Patosa Incorregible). Cualquiera que me haya visto en estos años puede atestiguar que aprobé en lo de aprender a andar sobre plataformas, pero pocos dirían que lo hago con gracia y naturalidad. En cualquier caso, las botas de marras no me dejaban pisar correctamente (el bendito "punta-talón" de los fisioterapeutas), acabé con una escoliosis lumbar y tuve que dejarlas arrinconadas por prescripción médica.

Lo que los traumatólogos no tuvieron en cuenta fue que sin tacones me tocaría echar la cabeza atrás para mirar a la gente a la cara, y que de tanto forzar el cuello se me iban a rectificar las cervicales. Total que, aunque me operara para hacerme un injerto de quince centímetros de fémur, me negarían el carné profesional porque no superaría el examen físico.

Ya me dirán de que me vale ser justa, lista y echá palante, tener un culo de infarto, un escotazo de muerte y ser el orgullo de la familia por haber superado el histórico umbral del metro sesenta, si soy incapaz de mirar a los ojos a alguien sin sufrir tortícolis y los pantaloncitos cortos me llegan a las rodillas.

De pequeña quería ser camionera. De mayor, alta.

Maldita genética.

 

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