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La insignia
3 de agosto del 2007


Benedicto XVI es la cloaca del canto XXVII
(Paraíso) de la Divina comedia


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, agosto del 2007.


La Congregación para la Doctrina de la Fe (antes el Santo Oficio) ha publicado hace unos días un importante documento que finalmente ha sido aprobado por don José Ratzinger que, como Jefe del Estado Vaticano, es conocido como Benedicto XVI. Este documento, en apretada síntesis, reafirma la tradicional doctrina católica sobre la unicidad de la Iglesia, propina un bastonazo al diálogo ecuménico intracristiano y arrea una sonada coz en los bajos de los cristianos protestantes. Así las cosas, ¿cómo quieren ustedes que se comporten los Rouco y Aceves, por poner dos ejemplos domésticos?

Sin ofender: no es el Barça, como decía el llorado Manuel Vázquez Montalbán, la única religión verdadera, es la Iglesia católica, apostólica y romana; la única que quiere el de allá arriba. Y algo más, según parece fueron barridos todos los candidatos que compitieron históricamente frente a dicho monopolio en nombre de las certezas que la misma Roma propalaba: Roma locuta causa finita. Por cierto, ¿conoce alguien alguna guerra en nombre de la duda?

Pues bien, nuevamente habló Roma reafirmando su autorreferencialidad (juanpalomoyomeloguisoyomelocomo) y en este estatuto autoconcedido se afirma que tanto los ortodoxos como los protestantes presentan "graves carencias" en sus elementos constitutivos esenciales. Y muy especialmente los protestantes. Mi ciberamigo el pastor Ignacio Simal estaría, según el teleogúmeno de don José Ratzinger, en la "barquichuela del relativismo" como punta de lanza que provoca el pluralismo de la modernidad.

Digamos que las ideas del ex Santo Oficio recuerdan la sintaxis de las viejas ollas podridas que, por no confrontarse lúcidamente con los problemas del siglo, inevitablemente se convierten en lenguajes de grupúsculo. Un lenguaje cada vez más agresivo porque ya no existe la alianza del sable y del hisopo ("le sabre et le goupillon" que cantaba Jean Ferrat hace muchos años. O, lo que es lo mismo: cuando falta la hoguera, el lenguaje, todo un avance, la reemplaza.

Definitivamente, si algo huele a podrido es la cloaca del "que usurpa mi puesto / mi puesto, el puesto mío". Como bien señaló en su día el más famoso florentino de todos los tiempos, ¡cómo huele la cloaca!



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