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La insignia
26 de abril del 2007


UE

De libros y bibliotecas


Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
La Insignia. España, abril del 2007.


El 23 de abril celebramos el día del libro, fiesta cívica que últimamente (y va ya para demasiado tiempo) queda ocultada por celebraciones nacionalistas (o regionalistas) como el día de Castilla y León y el día de Sant Jordi, ambos hechos bélicos en mayor o menor medida, aunque en Cataluña lo suelen celebrar regalando rosas y libros, actividad poco belicosa, muy entrañable y digna de tomar en cuenta y como ejemplo.

Pocos han señalado, y los que sí, lo han hecho de pasada, la obstinación de los burócratas de la UE y sus homólogos españoles en el Ministerio de Cultura y en el de Economía y Hacienda por cobrar un tributo, que tiene poco de homenaje y mucho de disuasorio, por el préstamo de libros en las bibliotecas. Dicen que hay que recaudar veinte céntimos por cada libro que se preste para pagar derechos de autor, sin preguntar a los autores si realmente quieren cobrarlo o si entienden que la lectura es una actividad cultural que queda dispensada de semejante atraco.

Hasta ahora las bibliotecas habían sido lugar de guarda de la memoria escrita de las sociedades, donde acudir cuando o los ingresos no permitían otra cosa o la industria editorial se empeñaba en no reeditar libros valiosos. A partir de ahora, con el empeño que estamos poniendo en cobrar por todo (pronto nos harán pagar por mirar los anuncios), las bibliotecas se convierten en unas dependencias anejas del Ministerio de Economía y Hacienda, gracias a lo cual se esquilmará aún más al Estado y se empobrecerán los depósitos bibliotecarios. En el caso de que el pago por el préstamo corra a cargo del presupuesto del Ministerio de Cultura, ese dinero se destinará al pago a autores y editoriales y no a la adquisición de libros. Si lo paga el usuario de la biblioteca, el índice de lectores bajará y las bibliotecas irán perdiendo su sentido.

Ante la voracidad recaudatoria de las sociedades que dicen representar a los autores, hemos de plantear algunas realidades y tomar medidas serias. La primera es que gracias a que el catálogo del ISBN y los catálogos bibliotecarios están informatizados, editoriales y autores disponen de una publicidad gratuita que de otro modo no tendrían. Cualquier persona puede saber los libros que tal o cual escritor tiene, no sólo en el mercado sino en las bibliotecas. Comparen esta publicidad gratuita con los precios que cobran en cualquier revista o suplemento cultural. La segunda es que el Estado no cobra por emitir el ISBN, numerito que facilita la identificación de título en cualquier lugar del mundo, pues a cada libro se le adjudica uno en exclusiva. Tercero, gracias a las bibliotecas las editoriales se pueden despreocupar de tener un fondo editorial mínimamente aceptable y guillotinar todo lo que quieran. Si en algún momento alguien necesita el libro, lo más probable es que lo encuentre en alguna biblioteca. ¿Cuánto cuesta el almacenamiento de los libros y cuánto cobran las bibliotecas? Lo más importante, sin embargo, es que están tirando piedras contra su propio tejado. Ya lo hicieron las discográficas elevando de manera estratosférica los precios y ofreciendo basura que se agota a los seis meses. Los editores parecen empeñados en cargarse el canal de fomento de la lectura más eficaz que hoy día tenemos. Si los chavales pueden coger los libros que quieran sin costarles nada, ni a ellos ni a sus padres, habrá una gran probabilidad de que el número de lectores se incremente y que con el tiempo no sólo vayan a la biblioteca sino que también compren libros. Si lo que buscan es la rentabilidad inmediata, en un futuro no muy lejano habrá descendido el número de lectores y de libros en las bibliotecas.

Hay otros aspectos prácticos, como por ejemplo, los libros de autores cuyos derechos de autor han vencido, y el reparto de lo recaudado. ¿Llevarán un seguimiento detallado y darán a cada autor lo que realmente le pertenece o lo repartirán según listas y estadísticas de lectura entre los más leídos? En las bibliotecas universitarias, ¿también habrá que pagar, aumentará la matrícula, se pagará a los autores extranjeros cuyas obras se compren en el idioma original? Si la obra solicitada es para investigación, ¿habrá que pagar también? Estas son sólo un puñado de preguntas y realidades que habría que tomar en cuenta antes de dar cualquier paso.

Por lo que se refiere a los autores, todos aquellos que tenemos alguna obra publicada, o que en el futuro vayamos a publicar, deberíamos pedir que se incluyera en el contrato una cláusula por la que renunciamos a los derechos de autor derivados del préstamo bibliotecario. Hay licencias de varios tipos que permiten la libre reproducción de algunos libros. Ahora se trata de que el préstamo o la lectura bibliotecaria se incluya también.



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