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La insignia
18 de abril del 2007


Un siglo de ausencia


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, abril del 2007.



Como se sabe, las ideologías del siglo XX fueron las de la modernidad industrial, tanto en su versión capitalista como socialista, y las de la crítica antimoderna. Modernos fueron Lenin y MacCarthy, en política. En literatura lo fueron Joyce y Kafka. En pintura, Picasso y Kandinski. En cine, Eisenstein y Chaplin. En arquitectura, Lloyd-Wright y Le Corbusier. En música, Stravinski y Schönberg. El denominador común que animó la práctica de estos cultores fue su adhesión al paradigma científico e industrial, y/o a la crítica a esa modernidad como explotación económica, exclusión social y soledad existencial. Las vanguardias europeas, que eclosionaron como reacción a la ideología burguesa que desencadenó la primera guerra mundial, poniendo en la picota el prestigio de la racionalidad cartesiana, son la expresión cultural más orgánica de la modernidad y, a la vez, su crítica más consistente.

En América Latina, la cultura del siglo XX estuvo pautada por el romanticismo modernista y por las vanguardias europeas, con la diferencia de que nuestro vanguardismo no halló su acicate en una decepción ante la racionalidad cartesiana y la hipocresía burguesa, sino en la necesidad, sentida por los cultores más inteligentes, de ampliar los límites "democráticos" de las recién fundadas naciones, para incluir en su centralidad a los grupos marginados que constituían su cimiento: los indios, los negros, los mulatos y los mestizos. En este operativo vanguardista democratizador, un escritor destaca por haber podido asimilar en su obra lo realizado literariamente hasta entonces en su continente y en Europa, y por haber abierto la puerta a lo que habría de hacerse después. En efecto, partiendo de una apropiación creadora de los vanguardismos, Miguel Ángel Asturias sintetizó a Rivera, Güiraldes, Icaza y Alegría, y abrió la puerta por la que entraron Fuentes, Vargas-Llosa y García Márquez, a la novela moderna. Lo acompañaron en esta empresa, Rulfo, Carpentier y Mario de Andrade.

Comprendo que como también padezco de la misma nacionalidad que Asturias, este juicio puede valerme la acusación de chovinista; por ello, invito a los críticos literarios a que lo rebatan (con argumentos, no con diatribas).

En Estados Unidos, Faulkner y Warhol fueron también modernos y antimodernos. La antimodernidad es parte constitutiva de la modernidad, ya lo dijimos, por eso es que el agotamiento del ideal industrializador y cientificista, sobre todo a partir de los años 60, dio origen a esa prolongación de la modernidad llamada posmodernidad, la cual no es sino una vuelta más de la serpiente mordiéndose la cola. Es así como el fracaso del paradigma moderno socialista y el fallido triunfo del paradigma moderno capitalista, que al quedarse sin contrapartida se extravió en la esquizofrenia del fundamentalismo de mercado, nos tiene sumidos en un clima cultural artificioso, plagado de estereotipos, como ocurre con el macondismo latinoamericano y la literatura light para pensadores de aeropuerto. La moda "posmo" abarca también al pater(mater)nalismo multiculturalista (a la vez absorbente y separador) y a la "acción afirmativa" (victimizante y afirmadora de la falsa inferioridad de las etnicidades "de color", de las mujeres y otros grupos marginados), así como a los fundamentalismos religiosos (como los de ciertas iglesias evangélicas), étnicos (como los de los etnonacionalismos y sus guerras santas) y economicistas (como el del neoliberalismo del Vox mercatus, vox Dei). También, en el ámbito de los "nuevos movimientos sociales" tercermundistas, al zapatismo y su icono mediático, el subcomandante (apodado en México, subcomediante) Marcos, y al menchuismo "políticamente correcto" y, ahora, empresarialista y oligárquico.

Quizás estas modas "posmo" no sean, pues, sino el ancla que nos mantiene inmóviles y atados al dedo medio del mercado, luchando con ridícula agonía por llegar a ser desfasadamente (anti)modernos, luego de un siglo de ausencia de modernidad, a pesar de Asturias.



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