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La insignia
3 de abril del 2007


Travesuras de la niña mala


Miguel de Loyola
La Insignia. Chile, abril del 2007.


Es posible que en Travesuras de la niña mala, Mario Vargas Llosa recuerde y exponga muchos sueños de su propia juventud, envueltos, claro, con el ropaje universal de la literatura. Un narrador en primera persona, muy adaptado a las actuales tendencias narrativas, sin los retruécanos y dobleces propios del llamado boom de la narrativa latinoamericana de los años 60, consigue cristalizar una muy buena historia de principio a fin.

Un joven de nacionalidad peruana, pero radicado por más de treinta años en París, nos pone al corriente de su vida a partir de su relación amorosa con una mujer, también de origen peruano, excepcional. El deseo de vivir en París, muy propio todavía de la juventud intelectual de la época de los 60, lleva a Ricardo a establecerse en la Ciudad Luz por esos mismos años, presumo, en que lo hizo el propio Vargas Llosa. Alquilando un piso pequeño en el barrio latino y dedicándose al, por entonces, también codiciado oficio de traductor o intérprete en la UNESCO o en cualquier otro organismo internacional.

La inserción de este personaje en una época claramente establecida, sirve al narrador para entregar una mirada pormenorizada de los hechos históricos más relevantes de la época, tanto en Perú, como también en Europa y el Caribe. Las amistades del peruano con personajes inmersos en la efervescencia política de la época, como la Revolución Cubana, el mítico Mayo del 68 en París, los primeros movimientos hippies en Inglaterra y posteriormente en el mundo, etc., pasean al lector por un período histórico de mucha importancia para la nueva configuración de la sociedad occidental y latinoamericana, sus conflictos políticos y sus cambios radicales. Ricardo, amigo de uno de los fundadores del MIR peruano, contará también los pormenores de la configuración de esa facción izquierdista que sirvió en América para remover las bases más reaccionarias, como también la instauración de las dictaduras de la misma naturaleza que llegarían después. El detalle de esos hechos históricos, muy conocidos y trabajados por Vargas Llosa desde sus tiempos de juventud como intelectual preocupado de la situación, la novela los entrega con mayor verosimilitud que el discurso del historiador, gracias al entramado novelesco que asigna connotaciones que van más allá de la realidad propiamente tal..

Sin embargo, como se entenderá, la novela no adquiere relieve ni interés por lo bien o mal que recree la historia real, sino por la configuración de un hecho ficticio a partir de lo real. Ricardo Somocurcio, o Ricardito, como se autodenomina a sí mismo el personaje narrador toda vez que se siente un hombre estúpido, disminuido frente al mundo, acusando con ello esa baja autoestima connatural a la gran mayoría de los seres del Tercer Mundo. Él es un peruano que aunque proveniente de uno de los barrios pudientes de Lima (Miraflores), no consigue templar una personalidad lo suficientemente fuerte para imponer su voluntad en su vida amorosa, y se deja arrastrar por una muy antigua pasión de juventud, a sabiendas de su inconveniencia. Esa pasión perdurará toda su vida, a pesar de vivir uno y mil desengaños con la "niña mala."

Ricardo se enamoró de "Lily" mientras vivía en Miraflores, cuando "la niña mala" se hacía pasar por chilenita, pero entonces nunca pudo materializar su amor. Años más tarde, ya radicado en París, vuelve a toparse con ella, ahora de paso a Cuba, como supuesta guerrillera del MIR peruano (con la chapa de camarada Arlette)que va en busca de instrucción paramilitar. De ahí en adelante, volverá a encontrarla en muy distintas ocasiones, ya como esposa de un colega suyo (madame Arnoux), como mujer de un inglés (Mrs. Richardson), mas tarde como querida de un contrabandista japonés (Kuriko). Durante todas esos encuentros, Ricardito seguirá enamorado, le ofrecerá matrimonio, y ella lo premiará de vez en cuando con un par de noches de amor y algo más. Sólo hacia el final, en medio de la tragedia a la que ha arrastrado su vida la peruanita, se resignará a vivir y a casarse con él, para más tarde volver a abandonarlo por un anciano millonario.

Este encuentro de dos personalidades opuestas, la de Ricardo, hombre estable y timorato, con la de la peruanita, desinhibida y ambiciosa, tal vez sea el aspecto más interesante de cuestionar desde un punto de vista psicológico y social. Por un lado está el problema de la fractura de la personalidad, en contraste con la unidad que asiste a los seres por cuestiones de educación, y por otro, la cosa social que marca diferencias sustanciales entre uno y otro individuo de acuerdo al medio y sus circunstancias.

Sin embargo, hay que advertir que tampoco se concentra en esta problemática la riqueza de la novela, y si bien consigue perfilar y proyectar dichas problemáticas tan propias al siglo de la desintegración del yo para dar paso al nacimiento de un yo múltiple en la conciencia del individuo, su valor se desplaza todavía unos metros más arriba de lo social y psicológico, rozando la magnificencia y plenitud del valor estético por sobre cualquier otro.

Vargas Llosa consigue otra vez con esta obra crear y recrear un mundo novedoso, imbricado con todos los aceites propios de la vida real del hombre contemporáneo, sumados a los tintes universales del arte de la literatura que transportan la historia hacia el plano de la fantasía. La novela arrastra al lector hacia esos planos donde la incertidumbre cristaliza la inminencia de una verdad a punto de revelarse, como llamó Borges al hecho estético.

Travesuras de la niña mala, vuelve a poner al peruano Vargas Llosa en el primer plano de la narrativa latinoamericana, alejándolo de los facilismos de los últimos tiempos, los que han hecho de la novela un triste objeto utilitario y de consumo.


Santiago de Chile, 23-7-06.



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