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La insignia
30 de octubre del 2006


Tinta roja: El oficio del periodista


Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
La Insignia. España, octubre del 2006.



La Semana Internacional de Cine de Valladolid, recién finalizada su quincuagésima primera edición, ha brindado la oportunidad de ver unas cuantas películas que tienen como personajes a los periodistas. Además de la sección oficial con su apuesta indudable por el cine argentino, además de las tradicionales filipinas, turcas, egipcias y otras cinematografías a las que apenas solemos prestar atención el resto del año, lo mejor siempre lo he encontrado en los ciclos paralelos que programa la organización. El de este año se llamaba Cine entre líneas.

Durante una semana he podido ver The Big Carnaval, The Front Page, All the President's Men, While the City sleeps, La verdad sobre el caso Savolta, Séptima página, Sbatti il mostro in prima pagina o la extraordinaria Tinta roja de Francisco J. Lombardi, coproducción hispano-peruana del año 2000.

La historia puede que se haya contado ya más de mil veces. Un apocado becario con sueños de ser escritor (su espejo es Mario Vargas Llosa) entra de becario en un periódico local, Clamor, y lo destinan a sucesos, a pesar de que él quería la sección de espectáculos (su amiga se adelanta y le quita el puesto, por suerte para él, por cierto.) En sucesos conoce a Saúl Faúndez, periodista veterano, quien quizás no sepa nada del periodismo que enseñan en la universidad, pero que conoce el oficio desde siempre. El encuentro es, cómo no, explosivo. El resto de la película es, también, el relato de cómo se va estableciendo una amistad, y cómo el joven y apocado Alfonso aprende de Saúl. Hasta ahí todo normal: atropellos, suicidios, homicidios, familias destrozadas, la codicia periodística, las ganas de las personas por aparecer en los periódicos incluso con el cadáver del familiar aún caliente, los trucos de Faúndez para entablar una relación más que íntima con algunas viudas, la codicia del director para quien un periódico no ha de informar sino entretener.

Sin embargo la película se escapa de los tópicos por la fuerza que imprimen los actores a sus interpretaciones, por la crítica tan fuerte al oficio de periodista (tan silenciado hoy en día), y por el proceso que sufre Alfonso, desde la inocencia de quien no ha conocido nada más allá de la puerta de su casa, hasta el final de la película cuando Faúndez, ya retirado, vuelve a darle una última lección.

Comparada con Sbatti il mostro…, Tinta roja es inocua. Al fin, sólo trata de cómo unos periodistas manipulan los hechos desde el lenguaje y el punto de vista para que los lectores compren y lean el periódico. Se centra en las vidas más o menos comunes, tristes, anodinas y oscuras de unos cuantos periodistas, ninguno excesivamente malo, tampoco muy bueno, lo común en estos tiempos. Es una buena manera de hacer cine político sin recurrir a la política (eso queda para la fortísima denuncia de Sbatti il mostro…) Nos muestra el director que hay más, que no solo la política mueve los corazones humanos (como tampoco lo hace sólo el dinero o el amor en clave de romance hortera tan común en estos tiempos). Ninguno va a conseguir una mejora en su trabajo ni en su vida, y sin embargo, no pueden dejar de recurrir a ciertas artimañas. Pero son las zonas secretas de cada uno lo que orienta la película, y eso mismo, Alfonso, que quiere ser escritor, no lo logra comprender.



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